Unas veces vas porque no tienes nada mejor que hacer. Otras, porque te pilla de paso. Y las demás, porque lo necesitas. Esta tarde (bueno, si podemos llamar tarde a los minutos que van desde las 20:15 hasta las 21:45) me he ido de compras. Y es que necesito urgentemente unas sandalias, (o cualquier otro zapato, zuecos, bailarinas... pero quiero unas sandalias especialmente) unos shorts vaqueros, una blusa blanca, un cinturón marrón, una camisa vaquera y... lo que se tercie.
No me gusta ir de compras más tarde de las 20h, pero es la única hora a la que puedo debido a mi horario de trabajo... Las dependientas, a esas horas, ya están recogiendo todo, y te da cosa mirar las prendas. Además, estoy cansada después de un largo día y ni me veo guapa con las cosas que me pruebo, ni tengo ganas de probarme nada. Total, ¿para qué, si me va a quedar mal, y si me queda bien me va a parecer caro? Siempre quiero muchas cosas y al final, por no saber decidirme por ninguna, vuelvo a casa con las manos vacías. Esto me ha pasado hoy. Pero no he visto nada bonito. Ha sido uno de esos días en los que lo veía todo feo, de mala calidad; y lo que me gustaba un poco, me quedaba mal o me parecía caro. Tenía el modo catalana 'on'. "¿20 euros por unos shorts? pero si tienen menos tela que los largos, y esos valen parecido...". "¿Este vestido por 30€? pero si la tela es igual que la de los chinos"... "¿Esos zapatos de mierda por 50€? pero si deberían costar 15€"... (ahora, que si costaran 15, "por algo será", suelo pensar).
Cuando veo una prenda (no necesariamente de mi agrado), la analizo del siguiente modo:
1. En primer lugar, miro el precio y toco la prenda/el calzado: si no es suave ni agradable al tacto, se me enciende el chip de la mala calidad: no quiero comprar basura.
2. Si es un zapato, puede que huela a plástico, y por ende, sea de mala calidad. Precisamente hoy he entrado en Mary Paz. La tienda en general apestaba. Para hacer la prueba del algodón, me he acercado un zapato a la nariz y efectivamente, olía a plástico malo. Si unos zapatos nuevos huelen mal, ¿qué puedes esperar de ellos? No sé por qué sigo entrando a esta tienda. Otro tanto me pasa en Blanco. La zona de los zapatos es putrefacta. No hace falta ni tocarlos para saber que no merecen la pena. Otras cosas quizá sí (he dicho quizá), pero zapatos... zapatos creo que no.
3. Si la prenda pasa la prueba del tacto y el olfato, a continuación debe someterse al dictamen de la vista, o sea, de mi vista, porque no suelo ir de tiendas acompañada (no me aguanta ni mi hermana y por otra parte, me lo paso mejor sola: cuando voy con alguien, siempre me toca escuchar el típico comentario que me echa para atrás a la hora de comprarme algo: "uy, dónde vas, eso es muy ochentero", "uy, qué cursi", "uy, qué caro", "uy, eso no le favorece a tu color de piel", "uy, pero si eso es muy retro, de abuela total").
En fin, como digo, si pasa la prueba de la vista, me suelo llevar la prenda a casa. No sin antes volver a mirar el precio y valorar si de verdad merece la pena. Tengo vestidos en el armario que me he puesto sólo una vez y eso que cuando me los compré pensaba que me los pondría más. Mi problema es que nunca miro básicos. Siempre me voy a lo más rimbombante: faldas o vestidos que luego apenas me pongo para ir a trabajar y, claro, no los amortizo. En cambio, camisas blancas o vaqueros me vendrían muy bien; pero no me llaman la atención cuando voy de tiendas. Qué le voy a hacer. Es mi asignatura pendiente.
En el caso de los zapatos, cuando me los pruebo, no deben hacerme daño (aunque eso no lo sabes realmente hasta que no has ido al trabajo con ellos: 10 minutos andando, subirte a a un metro, bajarte, hacer transbordo, subirte a otro, bajarte, 15 minutos andando, subir cuestas, dar cera, pulir cera...).
Total, que hoy no me he comprado nada. Creo que debería cambiar de tiendas. Primero he estado en mis básicas: H&M, Zara y Blanco. Pero nada. Todo malo/raro. Después, les he dado sendas oportunidades a Stradivarius, Pull and Bear y Bershka y he salido con cara de asco (sobre todo de la última, con esa música machacona que, como bien dicen en un grupo de Facebook, invita más a pedirte un cubata que a comprar). La ropa es malilla, y claro, con mi modo catalana encendido, no he considerado ninguna prenda digna de soltar pasta por ella. Y yo me decía: "¿Pero de verdad no te gusta nada? mira qué de cosas. ¿Ni un bolso, ni un zapato, ni na? Y me contestaba yo misma: ¡Noooo, déjame en paz, maldita compulsiva, me quiero ir a casa a cenar, a dormir, a descansar! ¿Qué hago aquí? Es más, ¿Por qué me tienes aquí?".
Al final, después de una dura lucha con mi otro yo, el sensato, gané y me probé unos shorts muy baratos pero que, de cortos que eran, podrían pasar por las bragas de mi señora abuela; un par de vestidos y unas camisetas. Como era de esperar, nada de todo esto me convencía; y es que con mi cara de acelga después de trabajar, ya me puedo poner un vestido de Doña Letizia que no voy a llegar ni a Belén Esteban (por lo de "princesa del pueblo", y tal). Eso sí, cuando vuelves a casa habiéndote gastado 0 €, te sientes orgullosa. O triste. Otros días no puedes decir lo mismo. En fin, "las gallinas que entran por las que salen", José Mota dixit.