La última noche en Twisted River
De John Irving se ha valorado siempre su declaración de guerra al aburrimiento, se ha pasado por alto una y otra vez su tendencia a la extravagancia porque era el precio por sorprender, se ha transigido con el pansexualismo de sus personajes porque vende y se ha calificado la patente inmoralidad de sus historias como valiente sinceridad antipuritana.
Todo esto vuelve a aparecer en este último libro que cuenta la vida de Dominic y su hijo Danny. Un homicidio involuntario les lleva a huir de un aserradero y serán perseguidos durante cincuenta años ayudados siempre por su amigo Ketchum. Cambiarán varias veces de nombre y de ciudad y de trabajo. El mensaje es la fuerza de la amistad y de la sangre: si tienes eso no necesitas más.
Los tres personajes principales son incapaces de relaciones estables y las mujeres entran y salen de sus vidas por docenas. Nunca confluyen amor, sexo y compromiso en el mismo plano y todos tienen el mismo sentido de lealtad que los animales. El autor parece que quiere provocar y reirse de todo, dejando a sus personajes en un estadio de procacidad primaria y prerracional. Todo esto hace imposible tomarse en serio la historia y ahoga las cosas buenas de este escritor, como son su dominio de la estructura de la narración, su manejo de los tiempos y su original modo de hacer avanzar cada una de las seis largas partes de esta novela a modo de espiral hasta abarcar todo el periodo. Los hechos se van desplegando en oleadas concéntricas que van y vienen en el tiempo.
Danny se hace escritor de éxito y Ketchum le aconseja "valentía": "tienes que hundir la nariz en lo peor e imaginarlo todo". Esta parece ser la consigna de las novelas de Irving.
No me parece un escritor de primer nivel.