Revista Cómics

ISAAC ASIMOV - Fundación (1951)

Publicado el 02 octubre 2013 por Jorge Vilches
ISAAC ASIMOV - Fundación (1951)Durante una extraña y entrañable temporada impartí clases en una Universidad privada. Fue una auténtica locura. Lo pasé bien, no siempre, claro, pero el balance fue positivo. Recuerdo sobre todo la maravillosa sensación que se obtiene cuando el trabajo, los compañeros y el ambiente son nuevos: todo parece mucho mejor que lo que se dejó atrás. Luego viene la aplastante realidad. Una de las mejores cosas fueron los alumnos, of course. Recuerdo la conversación con un chaval sobre la prognosis en la Historia (la capacidad para pronosticar los acontecimientos históricos basándonos en una regla científica o filosófica). Y, como no podía ser de otra manera, el alumno me dijo sonriendo: “Es que he leído Fundación, de Asimov”.

Yo lo había leído también. Lo tenía en la casa en la que vivía entonces, inmerso en una colección de vistosos colores que había sacado el periódico El Mundo. “Las cien mejores novelas del siglo XX”, creo que era el título de la serie. Entre ellas varias de ciencia ficción, como Mundo perdido, de Crichton; Fahrenheit 451, del gran Bradbury; ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, de Dick; Matadero cinco, de Vonnegut; y Fundación.

La obra está compuesta por cinco relatos, un fix-up destinado a dar cuerpo a un proyecto

ISAAC ASIMOV - Fundación (1951)
narrativo y a la descripción de un universo. Como en las grandes historias, el principio es impactante. Y así es en Fundación: el primer relato es la clave de todo. Asimov describe el saber “científico” que marca la saga: la psicohistoria. En realidad no se trata de algo original en la literatura o las ciencias sociales. Desde la Ilustración, la narración de la Historia de la Humanidad está guiada por la prognosis -la prospectiva según un principio-, lo que se abandonó mayoritariamente a principios del siglo XX. La diferencia asimoviana es que ese principio es matemático, no filosófico.

El creador de la psicohistoria es Hari Seldon, un científico represaliado por el Imperio y, al tiempo, salvador futuro de la civilización. Para esa salvación, Seldon compila la Enciclopedia Galáctica, que reúne todo el saber humano, para conservarla en vista del periodo de decadencia que se avecina. El plan de Seldon se completa con la construcción de dos fundaciones en planetas distintos. Para la consecución de su plan, Seldon ha dejado una casta sacerdotal, los enciclopedistas, que se muestran inútiles para el gobierno y tan mezquinos como el Imperio. Al tiempo, Seldon, ya muerto, ha programado su presencia a través de apariciones que pronostican el futuro. El caos en

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Terminus, capital de la Fundación, es salvado por Salvor Hardin, que se hizo con el poder a la fuerza y convirtió la tecnología y el saber científico en una especie de religión. De esta manera, oponerse al poder político es oponerse a lo divino, que todo lo puede.

Hasta aquí el libro atrapa, pero la continuación tiene mucho menos interés. Todo lo referido a los comerciantes son episodios “valle” o “puente”; es decir, relatos ligeros para enlazar puntos culminantes. En “Los comerciantes” y “Los príncipes comerciantes”, cuarto y quinto relato respectivamente, los personajes y la acción poco tienen que ver en calidad con los tres anteriores, y sólo sirven para exponer las dificultades de la Fundación y de los restos del Imperio. Quizá fue este bajón en el libro lo que me desanimó a seguir leyendo la trilogía. Lo cierto es que, años después, Fundación e Imperio me gustó, sobre todo la segunda novela que compone ese volumen, la titulada “El Mulo”, y que Segunda Fundación, siendo interesante, está lejos de la primera entrega, y que su protagonista, la adolescente sabionda y metomentodo, no me acabó de convencer. Para mi gusto, lo mejor de Fundación son los tres primeros relatos,  y lo pongo en un escalón por debajo de Bóvedas de Acero y El fin de la Eternidad.

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