La palabra alquimia, procede del vocablo árabe al (de Dios) y la palabra griega khumeia (verter, mezclar…). Sus metas son alcanzar la perfección de la materia inerte; mediante el ennoblecimiento de los metales, la materia viva; buscando la panacea universal que cura todos los males y proporciona la inmortalidad; el intelecto y el espíritu, mediante la consecución de la omniscencia (concimiento absoluto de todas las cosas). Todas estas propiedades las proporciona un misterioso compuesto conocido como la piedra filosofal, en torno a cuya búsqueda centraron su investigación los alquimistas durante milenios…
Un científico misterioso
Al igual que el misterioso Heráclito, filósofo griego que se suicidó en el volcán Etna y que es conocido por su postulado: “nadie se baña dos veces en el mismo río”, así Isaac Newton, el inventor del cálculo, el descubridor de las propiedades del espectro de la luz, el formulador de las leyes universales de la gravedad y el creador de variables importantes que son utilizadas actualmente en los viajes espaciales, también tuvo una parte misteriosa.
Leyó todos los libros antiguos de alquimia que pudo encontrar, y llegó a acumular más de 150 en su biblioteca. Construyó hornos para innumerables experimentos y dejó escritas cerca de un millón de palabras sobre el tema. Se veía a sí mismo como un continuador de una tradición secreta de sabiduría oculta que se remontaba a la antigüedad más remota. Incluso sospechaba que los antiguos ya conocían la ley del cuadrado inverso.
Entre sus manuscritos se ha descubierto innumerables textos que comprueban el acercamiento que el científico inglés tuvo con la alquimia. Desde los pensamientos de su ayudante Humphey, que describen la vida de Isaac y reconoce los vicios alquímicos de su maestro, así como su dedicación a la investigación astronómica, física y matemática, tan grande que no le dio tiempo para hacer nada más con su propia vida, incluso se considera que llegó a los 85 años virgen, sin vivir con mujer alguna, pues casarse para él era una pérdida de tiempo.
La peculiar personalidad de Newton, introvertida y ensimismada, sigue siendo un enigma. Sus contemporáneos se fijaron en su melancólico semblante. Aunque de vez en cuando sonreía, casi nunca reía. A Newton no le interesaban ni la música ni el arte, y en cierta ocasión describió despectivamente la poesía como “disparates ingeniosos”. Nunca hizo ejercicio, no tenía aficiones recreativas ni interés por los juegos, y estaba tan obsesionado con su trabajo que muchas veces se olvidaba de comer o comía de pie para ganar tiempo. Tenía pocos amigos, e incluso con ellos se mostraba con frecuencia pendenciero y rencoroso.
Unos cuantos psicoanalistas freudianos han considerado muy importante que su padre muriera antes de que él naciera y han sugerido que Newton fue un homosexual reprimido. Ideas imposibles de demostrar postuladas desde una teoría ya de por sí indemostrable y carente de sustento.
Newton casi nunca reconoció el mérito de otros científicos cuyos trabajos anteriores habían influido en el suyo. Siempre insistió en recibir todo el crédito por sus descubrimientos y acusó duramente al también matemático y filósofo Leibniz (cuya metafísica despreciaba), de haberle robado su invención del cálculo.También se reconoce de este famoso personaje el rencor que a lo largo de su vida tuvo contra muchos de los integrantes de los círculos sociales científicos, esto se observa principalmente en sus pensamientos, especialmente contra Robert Hooke con quien tuvo una disputa.
Se dice que cuando Hooke era el director de la Royal Society, Newton le plagió unos argumentos de óptica, a lo que el famoso inglés reaccionó diciendo que su trabajo era más profundo y que los descubrimientos que clamaba no le pertenecían. Luego tuvo otra disputa con Hooke cuando salió su famoso libro Principia, donde Hooke decía que muchas de las ideas sobre la gravedad Newton se las había plagiado. Su personalidad asocial lo hizo uno de los hombres más solitarios y detestados, pero también lo volvió más reflexivo.
Pocos años después de la publicación de sus Principia, Newton sufrió una tremenda crisis mental que tardó un año o más en superar. Se caracterizó por graves insomnios, profunda depresión, amnesia, pérdida de capacidad mental y delirios paranoicos de persecución. Ciertos estudios han sugerido la posibilidad de que padeciera envenenamiento con mercurio y otros metales tóxicos, causado por sus experimentos alquímicos. Otros han conjeturado que durante toda su vida fue un maniaco-depresivo, con cambios de humor alternativos que le hacían pasar de la melancolía a la actividad eufórica.
La transmutación alquimista
Como no era permitido hacer investigaciones alquímicas en el siglo XVII por el peso religioso, Newton al igual que muchos otros científicos, hicieron sus experimentaciones en la total clandestinidad. Ayudado por los principios alquimistas de Nicolas Flamel y las pociones de Paracelso, convertir en oro otros elementos conocidos también se volvió un anhelo del inglés.
Para la época, la alquimia giraba en dos ejes. Encontrar el “elixir de la vida” construyendo la piedra filosofal y transmutar los metales pesados al oro. Es el segundo eje donde se enfocaría Newton, haciendo experimentos con el plomo y el mercurio, pues la amalgama buscaba separar del plomo características básicas para la fabricación del oro, metal considerado uno de los más perfectos y de eximio valor.
Aún así reconocía el valor de la piedra filosofal, en ella confluía la perfección para la vida eterna y era conocida la necesidad de transmutar para llegar a crear el sueño científico de la antigüedad. Este conocimiento se hace evidente en los libros prohibidos que leyó de Arthefio sobre la alquimia griega y el Theatrum Chemicum de Elias Ashmoe, obra clave que tenían que leer todos los alquimistas para comprender como las piedras llegaban a tener una sustancia única y reconocible solo por la observación.
El Universo de Newton
El universo de Newton era una inmensa máquina que funcionaba siguiendo leyes creadas y mantenidas por una divinidad personal pero trascendente. El espacio infinito era el “Sensoriam” de Dios, el medio del que se valía para observar y controlar el cosmos. Aunque para Kant, y otros seguidores posteriores de Newton, el universo era determinista y nunca se desviaba de sus leyes inalterables, Newton estaba convencido de que, “de vez en cuando”, Dios tenía que reajustar las órbitas de los planetas para mantenerlas libres de perturbaciones provocadas por cometas y otras fuerzas.
Este concepto, de que Dios tiene que manipular el universo para repararlo, fue uno de los mas atacados por su rival, Leibniz, quien le cuestionaba duramente que, si Dios es perfecto, omnipotente y omnisciente (como el propio Newton creía), ¿por qué iba a crear un universo tan defectuoso que necesitaba reparaciones perpetuas?
Para Newton, su dios era el Dios de la Biblia, a cuya imagen y semejanza fuimos creados, pero nos es tan totalmente ajeno que no podemos comprender en qué nos parecemos a Él. En lo que más se apartó Newton de la religión predominante en Inglaterra fue en su rechazo de la Trinidad. Era arriano (el arrianismo fue un precursor de lo que hoy se conoce como unitarismo), y para él Jesús era verdaderamente el divino hijo de Dios, pero ni mucho menos igual al Padre.
Newton estaba convencido de que la biblia tenía el mensaje del juicio final. Creía que él había sido elegido por Dios para descifrar dicho mensaje apocalíptico. Creía que 1260 años después de la refundación del Sacro Imperio Romano llevada a cabo por Carlomagno (en el año 800 d.C.) el Armagedón seria una realidad en la Tierra. Es decir, el fin del mundo, de acuerdo a esto, ocurrirá en 2060.
Newton fue sin lugar a dudas, el mayor genio científico que la humanidad ha conocido en toda su historia. Pero su genialidad fue utilizada en mayor medida para descifrar enigmas bíblicos, profecías apocalípticas y experimentos mágicos. Solo queda imaginar qué tantos descubrimientos y teorías hubiera sido capaz de postular, de haber prestado mayor atención a la ciencia y menos a la superstición.
Una vida dedicada a conocer una piedra
Como Gastón Bachelard, gran trabajador de las concepciones de las piedras para los antiguos alquimistas (buscando descifrar lo que ellas significaban para los hombres de su época), nos recuerda en “La tierra y los ensueños de la voluntad”, que el humano al trabajar una piedra o algún mineral y para darle cierta forma, tiene que golpearla, tiene que generar violencia para que ella cambie. Así mismo el humano tiene la capacidad de cambiar a través de los fuertes golpes, por ello los alquimistas consideraban que las piedras tenían ciertas esencias incorporadas también en los seres humanos. Por ejemplo la sangre viene oculta en el rubí por su color rojo intenso y su forma lisa que recuerda cuando este líquido se encuentra derramado. Así se podía crear toda una teoría sobre la imaginación de la piedra y con estos conocimientos agregados se iba formulando que elementos debía llevar la famosa “piedra filosofal”. Transmutar el oro era la actividad principal. Hacer que los elementos duros como hierro, cobre, plomo, entre otros, sirvieran para convertirse en oro, partía de la creencia religiosa de que todos somos parte de la misma materia, así que la piedra filosofal debía contener un oro puro extraído de los otros elementos. Lo que buscaban personas como Newton era la esencia de la existencia en una partícula infinitamente diminuta.
Es posible que la avanzada edad a la que llegó Newton se debió a que pudo haber descubierto algún principio alquímico que le cuidara su vida. En esta época no era común que las personas llegaran a viejos.
Humanizar la piedra fue a lo que se dedicó Newton y todos los alquimistas. Se creía que adentrándose en el conocimiento de la materia podía hallarse el todo. En el microcosmos de las piedras, se hallaba el macrocosmos que es el Universo, Newton hizo parte del círculo de alquimistas en la antigüedad y, como tal, dicha noción aparece (aunque de manera implícita) en muchos de sus trabajos.
“Newton no fue el primero de la era de la razón; fue el último de los magos, el último de los babilonios y sumerios, la última gran mente que contempló el mundo visible e intelectual con los mismos ojos que los que empezaron a construir nuestro legado intelectual hace bastante menos de 10.000 años. Isaac Newton, hijo póstumo, nacido sin padre el día de Navidad de 1642, fue el último niño prodigioso al que los Reyes Magos podrían rendir sincero y adecuado homenaje.” John Maynard Keynes.
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