La lectura de los Cuentos de Eva Luna me hace reflexionar sobre algunos puntos importantes en la trayectoria de la autora, como son el protagonismo de la mujer, la presencia de los espíritus, el amor teñido de profundo romanticismo, la exuberante naturaleza americana o el trasfondo político chileno...
Todos ellos están presentes en esta obra, que –por cierto- bien podría titularse “Cuentos de Isabel Allende”, pues detrás del yo que se oculta, advertimos a la propia autora desdoblándose en Eva Luna. Hay mucho de su propia vida detrás de la galería de personajes y ambientes en que se mueve. No es nuevo su deseo de volcar en los libros retazos de vida que oyó a personas queridas. Esteban Trueba, el gran patriarca de su primera novela La casa de los espíritus, era en realidad su abuelo, al que escribió una carta de quinientas páginas, aun sabiendo que nunca la leería; su abuela está inmortalizada en la figura de Clara; e incluso, su propia madre guarda bastante similitud con Consuelo, la madre de Eva Luna.
Toda una galería de mujeres aparecen representadas en sus Cuentos: mujeres sacrificadas, trabajadoras incansables que tienen que hacer frente a la crueldad y las borracheras de sus maridos y cargar con la debilidad de sus hijos. Mujeres que incluso –como Hortensia, en “Si me tocaras el corazón”- soporta su vida encerrada en un sótano, porque el hombre que la encerró allí para que nadie pudiese contemplarla, se olvidó de volver a visitarla...
No nos extraña que la propia Isabel Allende afirme que “sin humor, el castigo de ser mujer resultaría insoportable en un mundo fabricado a la medida de los hombres”.
El mundo de los espíritus y lo invisible, manejados por Isabel Allende, hace que nos sumerjamos en una atmósfera irreal, casi flotante, desde el principio hasta el fin: a Hortensia en el sótano “se le agudizaron los sentidos y aprendió a ver lo invisible, la rodearon los alucinantes espíritus que la conducían de la mano por otros universos”. Nos sorprende asimismo, el valor mágico de las hierbas que curan hasta las más mortíferas heridas, o el carácter igualmente mágico de las palabras: Walimai, cuyo nombre quiere decir “viento”, pertenece a la tribu de los Hijos de la Luna, como el padre de la propia Eva Luna.
Ante nuestra mirada europea desfilan los hechos más desmesurados e inconcebibles. La atracción total e inevitable de la selva tropical; el calor y la humedad del ambiente configuran todo un complejo mundo sensorial de olores, sabores y murmullos, que pueblan el alma de sensaciones a las que no estamos acostumbrados.
Los Cuentos de Eva Luna están salpicados de descripciones como ésta: ...múltiples variedades de orquídeas que trepaban por los troncos o colgaban como uvas de las ramas más altas, nube sde mariposas blancas que cubrían el suelo, y los pájaros de plumas iridiscentes que llenaban el aire con sus voces... Descripciones exuberantes como éstas, sólo pueden salir de un alma tropical empapada en la sensualidad de la jungla.
Algunas de sus descripciones nos recuerdan a García Márquez, cuando nos habla de la lluvia pertinaz que atraviesa los huesos, o la selva que configura los sentimientos y pasiones de los personajes. Pero sin duda es debido a que ambos viven ese ambiente y respiran en su propio cuerpo ese calor húmedo y pegajoso. La sensibilidad y delicadeza con las que la autora nos sumerge en los mundos tropicales, es fruto de una forma peculiar de sentir y pensar profundamente femenina.
El amor es un tema que se repite obsesivamente; porque Isabel Allende es una persona profundamente enamorada de todo lo que la rodea, y muy especialmente del hombre al que siguió hasta San Francisco, dejando atrás un matrimonio de 29 años.
También encontramos a lo largo de estas páginas otros temas profundamente humanos como la eutanasia, la venta clandestina de niños para comerciar con sus órganos, el cáncer...
El estilo de Isabel Allende es fuertemente atractivo; su despliegue metafórico es constante, sorprendiéndonos en cada página con el regalo de maravillosas metáforas en que lo mismo habla de “un corazón lleno de espuma, tras el supremo esfuerzo amoroso de un anciano”, como del “pelo de espiga” de una mujer.
Tal vez pueda tacharse de un romanticismo excesivo, pero la literatura y la vida misma nos están pidiendo a gritos un poco más de romanticismo y de optimismo con los que contrarrestar la vida diaria.
Debo constatar que, al menos a los jóvenes que han leído su obra, en las aulas, les ha interesado vivamente por su delicadeza y sensibilidad.
Imagen: De Mutari - commons.wikimedia
Sección para "Curiosón" de Beatriz Quintana Jato.