Iskra Lawrence, modelo que aparece en las fotografías que ilustran la entrada de hoy, afirma que no quiere retocar sus instantáneas mediante técnicas digitales y afirma presumir de su celulitis.
Uno, de momento, no aprecia tanto defecto en la piel de la muchacha que, ciertamente, se aproxima mucho más a la realidad que la mayoría de imágenes prefabricadas de la prensa amarilla, que además, reproducen modelos andróginas, musa de numerosos diseñadores homosexuales. Y por otro lado, sigo pensando que las mujeres deben tener curvas costando imaginar una chica de metro ochenta con una talla treinta y seis. Hubo tiempos en los que la obesidad era más o menos admirada, porque la lucían quienes podíam permitirse el lujo de comer, y de hacerlo bien, algo que a día de hoy -pese a lo que diga Carmena- está al alcance de todos, de todos los que formamos parte de ese veinticinco por ciento de la población mundial frente al setenta y cinco que suele morirse de hambre; ahora la delgadez, frecuentemente extrema, es el sello del buen gusto entre las “top model”. Uno, clásico en sus gustos, prefiere la muchacha real, con su talla cuarenta y dos, luciendo curvas apeticibles en una piel que no será perfecta, pero es joven y atractiva. Que la disfruten (en foto, claro).