Hacia arriba tus días trepadores,
tus prisas cenitales, tus montañas
escaladoras de águilas y nubes.
Hacia arriba tus cerros,
con sus verdes espuelas, sus morenos
ijares, sueltas en el viento rubio
las bridas trinadoras de los pájaros.
Hacia arriba tus valles atrevidos
como si una gran mano los llevase
desde la azul rodilla de las aguas
hasta los altos muslos de tus nieves.
Romería de piedra enamorada
desde el mar a la cumbre. Ésa es la isla,
que recoge la falda de la espuma
para ganar los áticos que vieron
brotar del pecho virgen de la roca
el silbo ardiente de un pezón de humo.
Desde entonces tu sombra da la vuelta
alrededor de cráteres lunares.
Pero ahora que nos hemos encontrado,
isla, madre, mujer, volcán, destino,
ven a dormir tu soledad de siempre
- oh amada de la noche y la distancia –
en el tibio silencio de mis brazos.
Pedro García Cabrera, La rodilla en el agua, Obra Selecta, Poesía I, Editorial Verbum.
Dice el poeta en el prólogo a este poemario “La rodilla en el agua”, del cual forma parte el poema transcrito:
… Este poema, aunque escrito en Tenerife en una época de mi vida (1934-35) enamorada de la geografía y de las formas que pesan, conviene a todas las islas habidas y por haber. Liberta de sus coordenadas de longitud y latitud, se queda más sola, más suya, más desnuda, para hablar a todas las demás islas del mar sin que la equivoquen nombres, fechas ni sucesos, quedándose solamente su quietud frente al movimiento, que es la esencia y presencia de todas sus hermanas insulares.