Islamofobia y multiculturalismo

Un aspecto sórdido del caso de las al menos 1.400 niñas inglesas esclavas sexuales de unas bandas de musulmanes paquistaníes en Rotherham, a 230 kilómetros al norte de Londres, es que la policía, los políticos y la prensa del condado sabían lo que ocurría, pero no lo denunciaron para no ser acusados de islamofobia y racismo.

Así son las sociedades dominadas por el multiculturalismo, la corrección política que apoya los hábitos, incluso bárbaros, de las minorías; lo contrario del pluralismo cultural, que fusiona lo mejor de cada grupo y condena lo vejatorio.

Hay otro aspecto que coadyuva: la mayoría de las chicas proceden de familias inglesas desestructuradas, con poca relación afectiva, presa fácil de quien les ofrece inicialmente algo de atención.

El caso es que las bandas de depredadores se dan especialmente en el lumpen musulmán de la fría Europa, la menos latina, un fenómeno ignorado por los medios informativos, amedrentados por esas bandas que amenazan con atacar a los denunciantes.

Los depredadores aprovechan para justificarse una aleya del Corán (IV:3) que permite tomar para el propio goce a mujeres infieles, generalmente botín de guerra, como “lo que poseen vuestras diestras, las esclavas”.

En toda Europa, principalmente en los países nórdicos, se conocen numerosos casos de musulmanes que violan mujeres del país, igual que maltratan a homosexuales y someten barrios de ciudades a la sharia.

Pero policía, autoridades y prensa callan ante los delincuentes por miedo a las acusaciones de racismo, y a las amenazas de venganza de posibles yihadistas.

En este contexto crece espectacularmente la ultraderecha desde Francia hacia el norte, y es así como se automotivó Anders Behring Breivik, el noruego asesino de 93 jóvenes socialdemócratas en 2011, a cuya corrección política atribuyó la delincuencia islamista en su país.

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SALAS