Cuentan que un día, un país de incorruptibles islandeses se
negó a pagar los casi 12.000€ que debían pagar para saldar las deudas que tres
bancos de su tierra tenían generadas por la especulación y que ahora habían
decidido compartir, al contrario que con los beneficios.
Contarán los libros de historia económica que sólo un país
en todo el mundo se enfrentó a los mercados y a las agencias de calificación de
riesgo, yendo a contra corriente de lo que Merkozy quería para sus amados
europeos.
La historia pondrá las cosas en su sitio y dará y quitará
razones, aunque el crecimiento en Islandia ya da señales de quién se equivocó y quien no; sin embargo, ni el tiempo ni las mentiras neoliberales podrán negar a los islandeses su valentía y arrojo
de enfrentarse a los ladrones de gomina y corbata y hacer lo correcto y justo,
a pesar de las amenazas de bloqueo y colapso que un día si y otro también
promovían las agencias y los grandes lobbies.
Llegó el día de elegir un camino entre dos opciones: hundir,
empobrecer y condenar varias de sus generaciones o hacer pagar a los culpables
el castigo por sus fechorías. Y a pesar de que los malhechores rigen el mundo,
se atrevieron a llevar a cabo el grito que en España se escuchó pero no se puso
en práctica “no con mi dinero”.
Los islandeses, todos a una, tomaron la decisión de llevar a
prisión a aquellos que con dinero ajeno habían comprado yates y mansiones de
centenares de metros cuadrados por el mero hecho de presumir cegados por su
arrogancia.
Aquellos que viven bajo cero gran parte del año, demostraron
que a pesar del frío su cerebro no está entumecido y rige para hacer
justicia en aquello que en el resto del mundo no se ha ni planteado.
En Islandia los libros de historia además de ser gratis,
contarán que allí quienes llevaban trajes regalados como forma de pago
delictivo fueron encarcelados, los que compraron ambiciones fueron ninguneados y
ajusticiados, aquellos que despilfarraron dinero público en gastos disparatados
fueron ajusticiados y apartados del poder, sustituidos por asambleas de
ciudadanos que rigen desde entonces en pro del bien común.
Dentro de unos años, en Islandia los libros de economía enseñarán
que la economía debe ser un medio para la felicidad y no el fin en si mismo,
tal y como reza el capitalismo neoliberal que nos oprime al resto del mundo y
deja morir de hambre a los países africanos.
Mientras tanto aquí en la península, los libros de historia nos enseñarán
la democracia como algo anticuado y el estado del bienestar como algo utópico y
que debilita al hombre. Sin embargo, nosotros sabremos que es utópico en todos
lados salvo en una pequeña isla ártica donde sus ciudadanos enorgulleciendo a
sus ancestros, se opusieron a seguir las directrices de aquellos que sólo
buscan incrementar sus fortunas a costa de asesinar a millones de personas de
hambre.
Nuestros hijos leerán con admiración el coraje de los
islandeses que negaron el pan a los ricos para repartirlo más equitativamente,
a pesar de las presiones que los primeros ejercían sobre ellos de forma tiránica.
En unos años, los españoles estaremos orgullosos de oír a
nuestros hijos contar que, en el cole cuando le preguntaron que quería ser de
mayor, él dijo sin titubear "yo quiero ser islandés".