Revista Opinión
Los islandeses piden responsabilidades a la crisis económica.
En esa gran isla que, en 2009, fue clasificada por la ONU como el tercer país más desarrollado del mundo, tuvo una falla sistemática llegó al sistema financiero, causando una fuerte contracción económica y varias manifestaciones que llevaron a adelantar las elecciones parlamentarias, en las que Jóhanna Sigurðardóttir ganó el puesto de primera ministra. Me refiero, por supuesto, a Islandia. Tiene unos 320.000 habitantes y el pasado día 9 de los corrientes decidía rechazar, por segunda vez, la propuesta de su Gobierno de devolver 4.000 millones de euros, perdidos por los ciudadanos e instituciones británicas y holandesas, que pusieron sus ahorros en las cuentas del banco islandés Landsbanki. En la primera consulta, en marzo de 2010, las condiciones para la devolución del dinero fueron rechazadas por el 93% de los votantes. En esta ocasión, el plazo de devolución se había alargado y el tipo de interés, reducido, (suponía la tercera parte del PIB de Islandia), pero un 60 % siguieron rechazándolo.
El ejemplo islandés es justo el contrario del que “Los Mercados” han impuesto a Grecia, Irlanda y ahora a Portugal –mañana ya veremos—, lo que demuestra que hay otras salidas y que no hay sólo una única solución al problema de que los ciudadanos paguen la crisis provocada por “Los Mercados”, que son quienes imponen las condiciones. Islandia representa la revolución, interesadamente, silenciada. Y en Islandia es el pueblo soberano quien decide. ¿Por qué las pérdidas del gran capital se tienen que socializar y privatizar los beneficios? Una diferencia que no es sólo un matiz y que enorgullece a sus habitantes, capaces de permitir que se hunda su banca, que se encarcele a sus banqueros y que rechaza en referéndum el pago de la deuda provocada por éstos. En primer lugar, cuando quebró el país, entre otras lindezas por culpa de bancos holandeses y británicos que compraron bonos a bancos islandeses a unos intereses imposibles de pagar –algo así como los que compraron bonos a la Nueva Rumasa al 10%, pensando que se daban duros a pesetas–, el gobierno islandés tuvo que dimitir en pleno, ante las quejas y manifestaciones ciudadanas. A continuación, se nacionalizaron los bancos y la Fiscalía emitió orden de busca y captura a los banqueros islandeses, responsables de haber provocado el desastre. Hoy algunos están en la cárcel, otros huyeron y están perseguidos por la Interpol.
Finalmente, los islandeses forzaron un referéndum para ver si se pagaba la deuda de los bancos. El resultado dio que más de un 90% de los islandeses votaron “no”. Lo que demuestra que hay otra forma de afrontar la crisis, y es haciéndola pagar a quienes la han provocado. Mientras que en nuestro país, banqueros como Botín celebra que las medidas del gobierno han sido buenas y los bancos volverán a tener records de beneficios, aunque se exija más contención de los salarios, en Islandia se supern la crisis de forma diferente y el año que viene, si nada se tercia, tendrán un presupuesto con superávit.
“Islandia –escribe Manuel Rico en La trinchera digital– es un caso único en el mundo por dos motivos. Primero, decidió dejar caer a los bancos insolventes, en vez de salvarlos con dinero público, como el resto de países afectados por la crisis financiera. Y, segundo, dio voz a los ciudadanos para que decidieran en referéndum si querían asumir la deuda creada por los banqueros. En otras palabras, se opuso al dogma fundamental del neoliberalismo, que consiste en socializar las pérdidas y privatizar las ganancias”.