Las islas de Canaria son siete: Lanzarote, Fuerteventura, Canaria, Tenerife, Gomera, Palma, Hierro. Están en rengle unas tras otras, de este a oeste, y en veinte y siete grados y medio, y a diecisiete leguas de África por el cabo de Bojador, y doscientas de España, contando hasta Lanzarote, que es la primera. Los escritores antiguos las llamaron Afortunadas y Beatas, teniéndolas por tan sanas y tan abundantes de todas las cosas necesarias a la vida humana, que sin trabajo ni cuidado vivían los hombres en ellas mucho tiempo. Aunque Solino, cuando habla de ellas, mucho disminuye la fama de su bondad y abundancia, que conforma mucho más con lo que al presente son. Otra isla dice que aparece a tiempos a la parte setentrional, que debe ser la Inaccesible de Tolomeo, la cual muchos han buscado con diligencia, llevando en ala cuatro y aun siete carabelas hacia ella. Mas nunca ninguno la topa, ni sabe qué puede ser aquello. Canaria es redonda y la mejor; donde es fértil, es fertilísima, y donde estéril, esterilísima; así que lo bueno es poco y de regadío. No halló Pedro de Vera los canes que dijo el rey Juba, aunque dicen que tomó de ellos el nombre. Piensan algunos que los llamaron canarios por comer, como canes, mucho y crudo, ca se comía un canario veinte conejos de una comida o un gran cabrón, que es harto más. Tenerife, que debe ser la Nivaria, es triangulada y la mayor y más abundante de trigo; tiene una sierra que llaman el pico de Teide, la cosa más alta que navegantes saben, la cual es verde al pie, nevada siempre al medio, rasa y humosa en lo alto. El Hierro, según opinión de muchos, es la Pluitina, donde no hay otra agua sino la que destilla un árbol cuando está cubierto de niebla, y cúbrese cada día por las mañanas; extrañeza de natura admirable. Vivían todos los de aquellas islas en cuevas y chozas, y la cueva de los reyes de Galdar estaba cavada en vivas peñas, y toda chapada de tablones del corazón de pino, que dicen teda, madera perpetua. Andaban desnudos, o cuando mucho, con cada dos cueros de cabra, peludos. Ensebábanse mucho para endurecer el cuero, majando el sebo de cabras con zumo de yerbas; comían cebada como trigo, que no lo tenían; comían cruda la carne por falta de lumbre, a lo que dicen; mas yo no creo que careciesen de lumbre, cosa necesaria para la vida y tan fácil de haber y conservar. No tenían hierro, que también era gran falta; y así, labraban la tierra con cuernos; cada isla hablaba su lenguaje, y así no se entendían unos a otros; eran en la guerra esforzados y cuidadosos; en la paz, flojos y disolutos; usaban ballestas de palo, dardos y lanzones con cuerno por yerros; tiraban una piedra con la mano tan cierta como una saeta con la ballesta; escaramuzaban de noche por engañar los enemigos; pintábanse de muchos colores para la guerra y para bailar las fiestas; casaban con muchas mujeres, y los señores y capitanes rompían las novias por honra o por tiranía; adoraban ídolos, cada uno al que quería; aparecíaseles mucho el diablo, padre de la idolatría; algunos se despeñaban en vida a la elección del señor, con gran pompa y atención del pueblo, por ganar fama y hacienda para los suyos, de un gran peñasco, que llamaban Ayatirma; bañaban los muertos en la mar, y secábanlos a la sombra, y liábanlos después con correas pequeñitas de cabras, y así duraban mucho sin corromperse. Es mucho de maravillar que, estando tan cerca de África, fuesen de diferentes costumbres, traje, color y religión que los de aquella tierra; no sé si en lengua, porque Gomera, Telde y otros vocablos así hay en el reino de Fez y de Benamarín, y que careciesen de fuego, hierro, letras y bestias de carga; lo cual todo es señal de no haber entrado allí cristianos hasta que nuestros españoles y Betancurt fueron allá; después que son de Castilla son cristianos y visten como en España, donde vienen con las apelaciones y tributos; tienen mucho azúcar, que antes no tenían, y que les enriquece la tierra; entre otras cosas que después acá tienen son peras, de las cuales se hacen en la Palma tan grandes que pesan a libra, y alguna pesa dos libras. Dos cosas andan por el mundo que ennoblecen estas islas: los pájaros canarios, tan estimados por su canto, que no hay en otra ninguna parte, a cuanto afirman, y el canario, baile gentil y artificioso."
Francisco López de Gómara. Historia general de las Indias. Cap. CCXXIII. (1552).