Revista Opinión

Israel, fuera de control

Publicado el 31 mayo 2010 por Jorge Gómez A.

El ataque israelí a la llamada "Flota de la Libertad", que se encontraba en aguas internacionales demuestra la incapacidad del Estado Israelí para evitar la desmilitarización del conflicto armado con Palestina.

Actualmente, lo que llamamos “guerra”ya no incumbe sólo a soldados de ejércitos estatales regulares, armados con arsenal convencional, sino que incluye: empresas que ofrecen agentes de seguridad privados, además de ayuda logística a gobiernos y particulares; activistas de diversa índole, u organizaciones criminales relacionadas con el tráfico de armas y drogas; además de refugiados, niños y cualquiera que pueda disparar o detonar una bomba y esté dispuesto a morir en combate.

Por ello, en los nuevos conflictos armados, la relación entre los ciudadanos, los diversos actores estatales y grupos en pugna, además de las tácticas y armamentos disponibles, determinarán el carácter del conflicto, su intensidad, capacidad de expansión, alcances y también sus consecuencias.

En este sentido, eso marca el declive de la territorialidad y del ejército como ejes centrales de la Seguridad Internacional, lo que produce la transformación de los conflictos bélicos, desde guerras convencionales, características del enfrentamiento bipolar, a conflictos armados asimétricos, claramente desmilitarizados, cuyo carácter transterritorial denota su rápida capacidad de expandirse por las fronteras, afectando otras esferas y dimensiones de la seguridad internacional, estatal y ciudadana.

La clara prepotencia del ejército israelí con respecto a la Flota de la Libertad –plagada de civiles- denota esa incapacidad del Estado para establecer distinciones a la hora de actuar con la fuerza en cuanto al conflicto.

Si el Estado es incapaz de distinguir entre civiles y “combatientes” es más probable que un conflicto derive en una crisis regional, debido a la creciente presencia de actores no-estatales y la habituación al uso de tácticas no-regulares de guerra, como aquellas consideradas terroristas, que incidan en la intervención de los Estados vecinos.

Con estas probabilidades, se produce entonces, la diversificación de los actores y la transformación de los límites y formas de operar en los conflictos armados, tanto de los Estados como de los actores no-estatales y civiles. La guerra se vuelve en esencia asimétrica, irregular, desmilitarizada y sin límites.

Lo anterior, coincide con la idea de que la mayor presencia de actores no-estatales (desde periodistas, funcionarios de salud y ayuda humanitaria, hasta activistas y fuerzas paramilitares) es creciente en los conflictos actuales, y termina por involucrar inevitablemente, de alguna u otra forma, a otros estados en éstos.

En este sentido, el número de víctimas producto de un conflicto armado asimétrico, se amplia y se vuelve sumamente variable, más aún cuando en un contexto de guerra civil que deriva en crisis regional, se dificulta distinguir entre fallecidos en combate y bajas no-combatientes.

En muchos casos, las víctimas de un ataque efectuado por un ejército regular, en su mayoría corresponden a víctimas civiles inocentes, y sin embargo son consideradas y cuantificadas como muertos en combate.

Al parecer eso ocurrió en medio de aguas internacionales.


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