Ya me gustaría que hubiera, de verdad, unas conversaciones de paz. Ya quisiera que de una vez por todas se alcanzara la paz entre israelíes y palestinos. Pero la cosa está clara, de vez en cuando se habla de negociaciones como una actuación dramática, pero sin ninguna intención de que se lleven a buen puerto.
Israel, después de estar cometiendo constantes salvajadas y crímenes, por aquello de la opinión pública internacional y parecer que no es un Estado canalla, se aviene al paripé de aparentar conversaciones de paz con los palestinos. Un escenario teatral que, antes de empezar, ya se sabe cómo va a terminar.
Su superioridad militar y el apoyo de sus amigos yanquis hace que Israel pueda, en cualquier momento, imponer por la fuerza las más desvergonzadas medidas para ultrajar, violentar y mantener esa tortura constante sobre un pueblo desmantelado, invadido y a expensas de sus enemigos.
Sin embargo, de vez en cuando, el amigo americano les pide que no sean tan salvajes y guarden las formas, y ese es el momento en el que se avienen, de forma ficticia, a iniciar parlamentos de paz.
Claro está que, como siempre ocurre, apenas comienzan los encuentros, los israelíes empiezan a presionar para que se rompa la baraja. Porque eso es lo que han hecho. Acaban de dar luz verde a la construcción de 800 nuevas viviendas para colonos israelíes en territorio palestino que habría que sumar a 166 asentamientos más sin licencia. Como se puede ver, una buena y precisa forma de parlamentar sobre la paz.
Se repite la historia. Hace tres años Israel acabó con las conversaciones rompiendo la moratoria prometida de construcción de nuevas viviendas en territorio palestino.
Lo siguiente que ocurrirá está claro. Continuar construyendo en territorio ajeno para sus colonos, imponiéndolo por la fuerza, significa que están estirando la cuerda hasta que se rompa. Hoy, hay según la ONU, medio millón de colonos en territorios palestinos, como Jerusalén Oriental y Cisjordania. Y pretenden que Palestina siga tragando y el Estado sionista vaya extendiéndose hasta que les expulsen por completo de su territorio.
Mientras tanto –está todo acordado, sin duda— USA ha criticado esta situación, naturalmente, con la boca pequeña, puesto que sabe perfectamente que bastaría un amago suyo, una pequeña amenaza con cortarles la ayuda militar o con apoyar la creación del Estado de Palestina, para que Israel entrara por el aro. Pero, ni Obama, ni ningún presidente americano quiere enfrentarse al lobby judío estadounidense, porque podría significar una pérdida importante de financiación de campañas electorales, a cambio, simplemente, de obrar con justicia, algo que se las trae al pairo.
Al final ya verán como se las arreglan para que la culpa sea de los palestinos. Tanto los israelíes como los yanquis saldrán de ésta y pretenderán que parezca que ellos son los buenos.
El consejo de seguridad de la ONU, se reunirá y culpará de nuevo a Israel, proponiendo que dejen de invadir territorio palestino, pero que nadie se inquiete. Los americanos siempre ganan, para ello utilizarán su derecho de veto y punto final, o simplemente se pedirá a los sionistas que cumplan una resolución para que paren las construcciones nuevas, y ellos se las pasarán por el forro, como han hecho con todas las resoluciones de la ONU, dejándolas incumplidas sin que hayan sido castigados por ello, al revés.
Si no existiera el derecho de veto en la ONU, otro llago nos cantara. Porque esos países que dicen tener la esencia democrática, ser los adalides de los valores democráticos, resulta que son los que con su veto desprecian la esencia de la misma y evitan que los acuerdos mayoritarios se cumplan.
Ojalá que me equivoque y llegara la paz en Palestina, pero me temo que el final ya está escrito y consiste en seguir asediando y aplastando al pueblo palestino hasta despojarlos de su tierra, en una continua expansión sionista ilegal.
Salud y República