Revista Cine
Director: David Robert Mitchell
Felizmente la puta universidad ha dejado de molestarme, así que ya podría ir retomando sin preocupaciones la retrospectiva dedicada a John Ford, pero de repente me entró cierto incontrolable interés por ver algunas películas de terror que durante el año pasado y éste han estado dando que hablar, causando sensación, así que dedicaré el fin de semana a llevar a cabo tal propósito, y esta vez sí que voy a completarlo sin interrupciones. "It follows" es la primera parada, segunda película de un director al que le encantan los adolescentes sin mucho que hacer con sus vidas, y que luego de una opera prima que no me dejó satisfecho, sigue sin convencerme. La idea es interesante, y por largos pasajes el resultado es más que aceptable, pero el conjunto es irregular y no logra aprovechar las mejores cualidades, así que al final la sensación es de decepción.
Jay es una chica como cualquier otra chica estadounidense que vive en los suburbios de un pueblo más o menos pequeño: no hace mucho con su vida, ve tele, con suerte lee cosas, descansa, mira al cielo, y sale con chicos tan ocupados como ella. Uno de éstos la mete en un singular juego que, divertido y todo, mal jugado podría ser mortal, así que un poco de cuidado, por favor...
El problema de "It follows" no es su alocada premisa, la cual está muy bien explicada y cuenta con una mitología que con poco (alguien caminando) da cuerda a las mejores escenas de la película, que bien utilizada pudo haber sostenido una constante sensación de desasosiego y generar situaciones aún más inquietantes y arriesgadas. El problema de "It follows" es su guionista y director, empecinado en hacer no sólo una película de terror sino que también meter con calzador una coming of age (inane, insípida, con un romance asqueroso), lo que no es una locura si es que se hace bien, sólo que Mitchell no se la puede con ninguna de las dos, y lo que nos acaba por ofrecer es algo amorfo e irregular, algo que no cuaja; sencillamente los elementos y mecanismos no confluyen en una sola entidad.
Porque luego de un inicio algo flojo (no la primera secuencia, sino la presentación de la protagonista y sus sosos amigos), nos metemos de lleno en la intrigante y electrizante acción que nos ofrece este juego de "tú las traes" (más o menos) que no deja de extrañar en ningún momento, al menos al inicio. Posteriormente, el director intercala escenas de la cotidianidad de esta chica (ya afectada por la constatación de la veracidad del juego) en que suceden pobres y patéticos coqueteos, lecturas de Dostoyevski que es obvio que no están ahí por azar (lo que a su vez nos dice que el director es muy culto y que tiene muchas cosas que decirnos), para luego volver a este juego que ya por la cuarta vez pierde todo misterio y gracia, puesto que el director lo ha banalizado y sobre-utilizado por completo. Puede que una que otra cosita sea interesante (como lo del pelo, una nimiedad), pero el director ya ha agotado sus cartuchos, y debido a ello tampoco logra darle intensidad a las escenas, al menos no como lo hacía al inicio, cuando de verdad uno se sentía "asustado". Así, la película sufre una perpetua decadencia en el ritmo (la sucesión y lógica de acontecimientos), el tempo (la imagen y su calidad de "agente de miedo"), y el miedo subyacente, que es una combinación de los dos anteriores. Tal es el poco tino de Mitchell que sus decisiones como guionista y director poco a poco son más y más bochornosas, ya sea por no tener vergüenza en que sus personajes principales lleven a cabo el peor plan de la historia (lo mismo se pudo hacer sin tantas equivocaciones, si hasta la chica ya lo había hecho, pero qué se puede esperar del zopenco sin personalidad que es el pretendiente de la protagonista, artífice del plan maestro) como por empezar a dirigir como el Shane Carruth de "Upstream Color", es decir, pura estilización vacía y poca construcción audiovisual. El final podría ser considerado interesante, pero no deja de ser la típica trampa para mantener enganchados a los espectadores, más o menos como estos "finales abiertos" que tanto gustan por ahí y que pocas veces suponen un verdadero desafío narrativo.
El asunto es que Mitchell comienza bien su relato de terror, pero luego pierde el norte y no es capaz de darle ni un desarrollo ni menos un clímax con posterior desenlace (cerrado o no). El tipo se acomoda demasiado a sus propias reglas y no es capaz de darles una vuelta de tuerca, una capa más a este atractivo y retorcido juego. Sobre su coming of age, nada que decir, de seguro alguna metáfora sobre el sexo y sus consecuencias (las enfermedades de transmisión sexual, me imagino), pero como Mitchell es un tipo muy inteligente y además comprensivo con los atormentados adolescentes gringos, es más probable que la cosa sea alguna complicada forma de mostrar cómo es que "algo" (it) persigue a estos pobres chicos, sumiéndolos en una auténtica pesadilla de la que ni sus descuidados padres (a los que no les importa que sus hijos dejen de ir a la escuela, de dormir en sus casas o siquiera de mostrar sus rostros: un aplauso) podrán rescatarlos. ¿Y qué es ese "algo"? El futuro, el presente, el colegio, la vida, qué sé yo, algo relacionado con las citas de Dostoyevski...
Una decepción. Ya veremos con qué nos sorprende Mitchell para su próxima película. ¿Una de vaqueros adolescentes quizás...?, ¿...o adolescentes detectives? Como digo, Mitchell es el genio...