“Mirar la vida a la cara. Siempre hay que mirarla a la cara. Y conocerla por lo que es. Sólo así podrás quererla, y luego, guardarla dentro. Guardaré esos años siempre. Y el amor siempre. Y las horas…” (Virginia Woolf)
Observo como una pareja de unos 60 y tantos años se sube al metro rápidamente. En cuestión de segundos aparecen con un parlante y micrófono, el caballero enciende el equipo, y la señora muy artista comienza a cantar una antigua canción italiana, mientras se pasea con su viejito por el vagón.
Enderezo la espalda para presenciar magno espectáculo, pero la verdad, así entre nosotros (creo que su voz es horrorosa), y a los minutos me doy cuenta que ni siquiera canta, su actuación es un mero playback… De todas maneras no importa, ellos tienen su estilo, y el sólo hecho de haber salido de Milán, y encontrarme en tierras romanas es algo que me emociona.
Por los parlantes del metro se escucha “Prossima tornata Colosseo, Uscita lato sinistro”, tiro a la cartera todas las cascaras de mandarina que me acompañan, me paro y desciendo con la idea de que se viene una caminata eterna, en fin que le hace el agua al pez. Ya en la superficie choco de frente con el Coliseo Romano, Woooow, !los italianos no pudieron haber elegido mejor su capital!.
Me pasa que es como si recién hubiera aterrizado en Italia, y eso que ya llevo más de dos semanas acá. Milán es una ciudad que me provoca cero inspiración, Venecia es bella y particular, pero su excesivo comercio me desilusionó.
Roma es otra cosa, sus callejones, el azul de su cielo, el aroma a pasta y rissoto que sale de sus trattorias, incluso el hecho que haya que correrse para no ser atropellada por una moto, o un minúsculo auto te hacen saber que este es un lugar especial.
Las fuentes de inspiración son ilimitadas, y sus calles, tal como las venas y arterias del cuerpo, te transportan a los lugares más misteriosos de este núcleo medieval. Por ejemplo hacia la ciudad del Vaticano, que legal e históricamente es un estado independiente, pero a simple vista es una parada del metro más.
Veo a un grupo de hombres vestidos de armaduras que se pasean para hacer fotografías, no me llama mucho la atención, hasta que me encuentro de frente con él, ¡Oh infartarte Dios Neptuno que gobiernas todas las aguas y mares! (y al parecer piletas también).
La Fontana di Trevi está llena de turistas, y haciendo presión corporal, tal como si de una lucha se tratara me acerco para contemplar sus aguas, doy media vuelta, tiro una moneda y pido el deseo. Para eso estoy acá.
He pedido tantos y tantos que ya ni me acuerdo, pero estoy segura que pronto se cumplirá, al fin y al cabo concuerdo con Oscar Wilde cuando decía que los deseos debían ser ordenes, y creo que hacerlos realidad es una gran responsabilidad.
Tags: calendario romano, capital de italia, ciudad medieval, Coliseo romano, dios neptuno, europa, Fontana di trevi, gladiadores, Italia, Milan, Roma, todos los caminos conducen a Roma, venecia, viajar a italia