Publicado en: La Marea.com
Los pueblos católicos son espasmódicos. Cuando estallan, queman iglesias, palacios y mansiones y cuelgan cabeza abajo a los poderosos. Que le pregunten a Mussolini. Que le pregunten a los que tomaron las armas contra la República española en 1936.
El problema para la democracia está en que, entre espasmo y espasmo, estos pueblos bajo influencia divina son, por lo general, muy obedientes. Obedientes a estructuras territoriales como la mafia italiana o como los caciques hispánicos (gallegos, valencianos, extremeños o castellanos); obedientes al que mande (políticos o militares, por lo general en representación del mundo del dinero o con su anuencia). Obedientes al que señale la iglesia, siempre tan amable con el poder (en Alemania, fue la iglesia la única que tuvo continuidad entre Weimar, el nazismo, el comunismo y la actual fase de neoimperialismo económico; en España se enriqueció por su pacto con el franquismo –especialmente el Opus Dei- y aún mantiene el privilegio; en Italia, la banca clerical ha negociado sin problemas con las diferentes redes criminales y lo más que ha hecho un Papa es, lejos de denunciar la corrupción, dimitir ante la fiereza de la omertá vaticana).
Italia comparte con España esas dos fuentes de problemas (iglesia y señores medievales anclados territorialmente), aunque tiene la desgracia de que su antaño poderoso Partido Comunista Italiano asustó a los Estados Unidos, quien organizó la Red Gladio para impedir desde los servicios secretos que los comunistas llegaran al poder y unió a todos los partidos con el único fin de impedir que eso ocurriera. Con éxito. El Partido Democrático, donde hoy dormita parte importante de lo que queda del antiguo Partido Comunista, está dominado por la Democracia Cristiana, y los viejos comunistas, como hiciera Nanni Moretti, gritan a la televisión cuando escuchan a sus líderes: ¡Dí algo de izquierdas! Como si fuera cierto que un partido de izquierdas puede desarrollar su programa con un mensaje de centro para una ciudadanía supuestamente en el centro.