Revista Libros
Peculiaridades de esta economía globalizada y caprichosa como una muchachuela malcriada: los italianos parecen sufrir un episodio de demencia colectiva y votan en masa a un tipo al que jamás uno le confiaría siquiera el coche para ir al supermercado, alguien con nombre casi de chiste y aspecto de mesías zumbado, a medio camino entre Einstein y Andy Warhol, y la que se resiente es la ya bastante maltrecha economía española: nuestra prima de riesgo vuelve a entrar en ebullición mientras que el Ibex se derrumba.Nunca fue más certero el viejo dicho de que “A perro flaco todo se le vuelven pulgas”, y cada eventualidad de la política internacional parece afectarnos, siempre de forma negativa. Viajamos en el vagón de cola de Europa, el reservado a los menesterosos, y cualquier vaivén nos arroja al suelo.Mientras tanto, un nuevo sondeo revela que, entre los dos grandes partidos, apenas superarían el cuarenta por ciento de los votos. Es cierto que se lo están ganando a pulso, que el ciudadano común está ahíto de Bárcenas, Amy Martins y contiendas cainitas en el PSC a costa de España, y hambriento de empleo, cuando no, en los casos más dramáticos, de mero pan, pero no menos cierto que esta balcanización a la italiana sería mala para los grandes partidos, pero mucho más para el país.Cada día, parece más evidente que la sociedad reclama una verdadera regeneración política e institucional, una auténtica catarsis, mientras que los políticos profesionales se limitan a ocultar la cabeza debajo del ala y rezar para que escampe el temporal, cualquier cosa por mantener el cargo, aunque sea a costa de España, como si viviéramos una situación que pudiera arreglarse sola. Se quejan de su mala imagen y de la desafección de la sociedad, y lo único que hacen para remediarlo es ofrecer cada día un nuevo escándalo, carnaza para la prensa política que, por desgracia, cada vez se parece más a la amarilla.