Retrato de Iván IV, el terrible
de Viktor Vasnetsov (1897)
Revista Cultura y Ocio
Fue el primer monarca ruso en utilizar el término zar. Su reinado estuvo marcado por la muerte y la destrucción. De ahí el sobrenombre de “terrible”. Iván IV Vasilievich nació en 1530 y a la temprana edad de tres años se quedó huérfano de padre, siendo reina regente su madre, que fue asesinada cinco años más tarde por los nobles boyardos, los cuales se encargarían de su educación, una educación marcada por los malostratos. Así pues, el joven mandatario sufrió mucho durante su infancia, que le marcaría para el resto de su vida. Nada más empezar su reinado, se autoproclamó zar, una derivación de César, y es que quiso crear un gran imperio como lo fue el romano e hizo de Moscú otra Roma, adoptando como emblema real el águila bicéfala bizantina, para que quedase suficientemente claro. Seguidamente se vengó de los nobles, mayoritariamente boyardos, que tan mal lo criaron, reprimiéndolos con gran dureza. El poder del zar era omnipotente, prácticamente no daba trabajo a la Rada o Consejo privado. En sus ratos libres, como pasatiempo preferido, se dedicaba a lanzar desde lo más alto del Kremlin a docenas y docenas de gatos contra el suelo. Posteriormente haría lo mismo con sus súbditos, a los que utilizó como arma arrojadiza contra sus enemigos en la guerra (tártaros, polacos o suecos). Creó su propio ejército y una nueva clase noble, elegida ésta por su coraje y falta de escrúpulos y no por su hereditaria “sangre azul”, que junto al pueblo y clero, le eran leales. Iván Grozny tuvo varias esposas. A una de ellas la mató a puñetazos a los pocos días de su boda. Su primera esposa se llamaba Anastasia Romanova, con la que se casó en 1547 y con la que tuvo seis hijos, uno de los cuales –Iván- fue muerto a golpes por su padre. La forma de elegir esposa daba debida cuenta de su prepotencia: todo noble debía presentarse con todas sus hijas casaderas ante él. De todas ellas eligió a Anastasia con la que estuvo casado trece años, que murió envenenada. El zar lloró amargamente su pérdida y tras este suceso se volvió aun más terrible. Volvió a casarse varias veces. Todas sus esposas perecerían de muerte violenta, o en el mejor de los casos recluidas en conventos de por vida.