ANTECEDENTES E INTRODUCCIÓN.Iván Ferreiro es un músico que no sabe no ser personal, no puede evitar subirse a una camilla y diseccionarse, mostrar su particular estado de las cosas. Eso sucede con “Casa”, que es como la fotografía de un instante compactada en melodías. Sucede además que ese momento tendría que ser amargo, pero aparece amortiguado de tal modo que lo que debiera de ser una travesía por el desierto, se convierte en una mala fiebre que había que pasar; y cuando pasa vemos que no estamos tan mal. Discos sobre rupturas hubo, hay y habrá muchos, algunos ya pequeños clásicos (en español) como “Una Semana En El Motor De Un Autobús” de Los Planetas y “1999 (O Cómo…)” de Love Of Lesbian, pero lo distintivo de “Casa” es que la digestión es mucho más pacífica; no sé si hablar de un disco positivo o de un disco “no tan negativo”. Tampoco es un disco conceptual, conste. ¿Qué es lo que queda cuando una viga maestra se cae, si quieres que la casa no se venga abajo? Reemplazarla por otra. Muchas partes de este disco son una oda a esa otra viga maestra y que cristaliza, a modo de ejemplo, en el consuelo de los amigos y en pequeñas cotidianidades. Tampoco es que “Casa” sea la alegría de la huerta, hay un buen catálogo de estados de ánimo, pero predomina la serenidad y la reflexión.
Iván Ferreiro ha ido montando una carrera en solitario ya de cierta extensión y de una notable regularidad; en su discografía hay momentos interesantes en todas sus referencias y no ha habido ninguna debacle artística. Además hay ciertos recursos, ciertos códigos, que viene usando prácticamente desde la época de Los Piratas y que hacen que Iván Ferreiro me sea simpático. Uno de los evidentes, claro está, es el uso de referencias en las letras de la ciencia ficción, películas y cómics y otros elementos de la cultura popular que, usados inteligentemente, son perfectos para hablar de cosas esenciales; ya en Los Piratas había referencia, p.ej, a “Blade Runner” y en solitario hay guiños a Asimov, Philip K Dick (de nuevo) o a películas de culto como “La Jetée”, etc. Usar solamente eso como argumentación sería algo romo, la música es la que debe encabezar todos los parabienes. Además es una carrera meritoria, forjada desde unos inicios que fueron más auspiciosos de lo que hubiera cabido esperar, toda vez que tras la separación de Los Piratas las circunstancias llevaron imperativamente a partir de cero; no olvidemos que “Canciones Para El Tiempo Y La Distancia” (2005) y “Las Siete Y Media” (2006) tuvieron una aceptación bastante buena, manteniendo la carrera posterior un buen nivel. Sin embargo, Iván Ferreiro siempre ha estado en una zona fronteriza y fértil, que lo mismo puede ser frecuentada por aficionados del indie (sea lo que sea que signifique eso ahora) o por oyentes de música más comercial, cosa que ya pasaba un poco por Los Piratas. Esta, digamos, “ambigüedad” me parece una cosa particularmente beneficiosa en tiempos en los que a menudo se exige adhesión inquebrantable a unos principios inamovibles, como ése según cual si vendes a partir de cierta cantidad de discos, si apareces en ciertos medios o colaboras con no sé quién pierdes credenciales de honestidad.
Volviendo a “Casa”, creo que hay ciertos elementos que contradicen la impresión que tenía de Iván Ferreiro. Probablemente sea una visión sesgada, supongo que hay tantas visiones como seguidores, pero se me hacía que era un artista con un gran poso de amargura y con algunos momentos puntuales incluso de misantropía (me refiero sobre todo a letras como “Ciudadano A” o “Farenheit 451”) y sin embargo en un momento difícil, como una ruptura, se sobrepone con filosofía y, dentro de los que cabe, con buen ánimo. Bien es cierto que en su anterior disco “Valmiñor-Madrid: Historia Y Cronología Del Mundo” (2013) ya había ánimo de hablar de cosas positivas. Pero este disco lo hace en el momento indicado, poniendo al mal tiempo toda la buena cara que se pueda. Musicalmente, como veremos ya a continuación, es un disco más variado de lo que parece en una primera escucha. La cosa queda como sigue.
ANÁLISIS DEL DISCO.1. “Casa, ahora vivo aquí”: Gran parte de la significación, del espíritu del disco, se encuentra de forma medular en este primer tema. Se trata de una canción cálida, ensoñadora, de tonos y ritmos amables; todo un disfrute para quien guste de una buena ración de pop de hermosas trazas. La voz de Iván es alentadora y la música incluso tiene un interesante punto ingenuo. Líricamente es una canción dedicada a las cosas que permanecen y duran, no a disfrutes meramente coyunturales. Sin duda la amistad está presente: “pensé que estaba solo y descubrí que estaban todos los que importan”.
2. “Farsante”: Pronto encontramos un contrapunto melancólico al jovial inicio de disco mediante una balada cuyo ingrediente principal es el piano y la voz de Iván, sin apenas conservantes ni colorantes. La verdad es que este tipo de canciones las borda y la canción produce una sensación de tristeza genuina, pero alejada de cualquier afectación o tragedia. Yo diría que incluso en la letra tiene matices positivos, de aceptación a pesar de todo, de lo que un día se tuvo: “yo era lo primero y estaba equivocado y lo prefiero a ser segundo y acertar”.
3. “Dioses de la distorsión”: Continuamos en terrenos meditabundos, esta vez de mano de una canción sosegadamente melancólica; de todos modos la sencillez resulta, a su nivel, potente y es uno de los temas que van creciendo en sucesivas escuchas. Tiene mucho mérito hacer de unos pocos elementos, apenas voz y algunos acordes de guitarra, una canción tan sólida e inspiradora. Quizá sea de las más añorantes de todo el repertorio de “Casa”.
4. “La otra mitad”: Tras el impasse de las dos anteriores canciones retornamos a terrenos más animados con un medio tiempo de pop rock de los de toda la vida, con un inicio acústico y un refuerzo de intensidad en el estribillo. Se trata de una canción efectiva, de tono vital y letra que parece no apelar tanto a la zozobra sentimental como a otros temas, que bien pudieran ser la complejidad interna de cualquier persona o la forma en que nos acercamos a las convicciones de los demás. Es estribillo es melódico y sencillo, como mandan los cánones.
5. “Laniakea”: La palabreja, más bien esotérica, es hawaina y por lo visto hace referencia al supercúmulo de galaxias al que pertenece La Vía Láctea. No se piensen ustedes que mis conocimientos de astronomía o astrofísica son particularmente elevados, la definición se puede encontrar en Google en décimas de segundo. Iván Ferreiro es un aficionado a temas de esta índole y puede hacer oportuna erudición en sus canciones. Más conocidas son las referencias a personajes de cómic como Estela Plateada (casi se le conoce más hoy día como Silver Surfer) o Galactus. Musicalmente la canción continúa algunas de las traza de la anterior y nos muestra una música animada, con cada vez más elementos de rock y más presencia de guitarras eléctricas. No deja de ser un medio tiempo, pero la vivacidad va en progresión y la letra es consecuente con ello, aunque solo sea porque se puede extraer algo positivo de ella; o al menos la lección de no dejarse definir por eventos que ya han quedado atrás: “Hay que mirar atrás con un espejo y no creamos que el reflejo es nuestra realidad”.
6. “Dies ire”: Y finalmente podemos hablar de rock propiamente dicho, particularmente en las estrofas, donde Iván Ferreiro hace de una de las interpretaciones más vehementes del disco. El estribillo, en contraposición, es suave y calmado. Esto hace que la canción, aunque suene clásica tenga algo de anómalo (a mis oídos, claro), pues normalmente la suavidad corresponde a las estrofas y el subidón al estribillo. Esta canción ya aparecía en el curioso proyecto de “Versos, Canciones Y Trocitos de Carne” (2015) consistente en poner música a la trilogía de novela negra del escritor César Pérez Gellida y además tenía la colaboración de Enrique Bunbury y Santi Balmes.7. “Los restos del amor”: Quizás el momento sonoramente más hedonista del disco y por eso uno de los más contradictorios, si lo comparamos con la letra. Como si significante y significado fueran dispares. Lo digo por lo de hablar de los restos del amor de una forma más o menos incitante. En todo caso una canción sedosa, incluso sensual, con unos cuantos arreglos agradablemente sofisticados; wah-wah y coros femeninos incluidos. Una de las sorpresas del disco y prueba fehaciente del razonable eclecticismo de “Casa”.
8. “Todas las cosas buenas”: Sin duda una canción de música amable, interpretada pacientemente, serena. Es como unir el espíritu de cantautor a un pop leve y bonito. No es de las canciones que destaquen, pero es sólida, casi artesana. La letra la veo casi como redentora; de repetir en el estribillo varias veces “todas esas cosas buenas no están”, en la última repetición deniega ese fatalismo para afirmar lo contrario: “todas esas cosas buenas sí están”. Entre ellas “amigos y cenas”. Diría que la amistad tiene un hueco reseñable en “Casa”.
9. “El pensamiento circular”: La canción elegida para representar al disco y un single digno de tal nombre. ¿Recuerdan lo que decía Morrissey en “This night has opened my eyes”? Algo así como “no estoy contento, no estoy triste”. Hay algo de eso en esta canción, que parece escrita al final de una convalecencia amorosa, cuando ya ha pasado lo peor y se ha atajado la hemorragia, pero todavía duele la cicatriz. Quizá el single más sutil de Iván Ferreiro, cuenta con una hermosa resignación en el fondo y una paciente elaboración en la forma. Ya tiene mérito que una balada que dura casi seis minutos no se haga pesada. Y sin estribillo. Con un par. Todo está en equilibrio, sin afectación o sentimentalismos.
10. “El viaje a dondenosabidusientan”: La electrónica hace aparece en el inicio del tema en forma de leves bases pero en seguida hace su aparición un medio tiempo pop rock de melodía persistente que permanece durante casi toda la canción salvo en pequeños intervalos donde vuelven a aparecer los sintetizadores. Me parece una de las canciones que trasmiten más amargura disco, no particularmente trágica pero si algo áspera.
11. “Tupolev”: Así de buenas a primeras, previamente a hacer cualquier tipo de análisis, esta canción me hace retroceder algo más de dos décadas, cuando visionaba en VHS “La Caza Del Octubre Rojo”. Incluso hay una cita exacta del personaje de Marko Reimius, interpretado por el tres veces grande Sean Connery: “En el corazón de Tupolev solamente hay sitio para Tupolev”. La letra juega con la imaginería de la guerra fría a base de submarinos, hielo y frío, trasladándolo simbólicamente a terrenos personales de forma nostálgica y amarga. Musicalmente me llama la atención la interpretación vocal y de algunos arreglos, algo más manieristas, con una leve teatralidad, visible sobre todo en algunos coros ya hacia el final de la canción. Me deja con una sensación curiosa esta canción, me resulta simpática por sus referencias cinematográficas (aunque la película ha envejecido regular), pero dudo que esa sea la intención -de haber alguna- de la composición; me parece que debería saberme más a decadencia.
12. “Río alquitrán”: No desentona esta canción como cierre; una balada a base de piano cuerdas y voz, cadencia triste y voz sentida. Consigue acabar el disco con una nota de melancolía contemplativa; casi te hace seguir con la cabeza apoyada en la mano, meditando, cuando acaba. Por cierto, la sola imagen de un río de alquitrán me parece ya de por sí sumamente incómoda. Caigo en la cuenta de que los últimos temas han sido más tristes, más cercanos a caminar por el lado oscuro. Quizá sea conveniente dar una vuelta a la idea que decíamos obre el tono positivo de “Casa”. O al menos relativizar.
RESULTADO, CONCLUSIONES Y REFLEXIONES.Disco interesante habemus. Es como una confrontación entre esperanza y tristeza en la que se firma un esforzado empate y a partir de ahí se van construyendo cosas nuevas. Y supongo que el elemento “casa” no tiene que ver con moradas o edificaciones, sino más bien con los refugios en los que acogernos a sagrado cuando las cosas van mal dadas; sean personas o lugares.
En lo musical tenemos para elegir, no todos son medios tiempos ensimismados, también hay tiempo para el rock (“Dies ire”), para un particular hedonismo (“Los restos del amor”) o para singles atípicos (“El pensamiento circular), pero nada impide ver a “Casa” como un todo; se aleja de la dispersión y de la irregularidad.
Quizá ahí esté la clave, en saber que Iván Ferreiro es un compositor fiable, un trabajador concienzudo cada vez que se mete en el estudio; cosa que prefiero a artistas cuya resplandeciente genialidad es aleatoria y disoluta. Siempre es un placer reencontrarse con una creación suya y disfrutarla; qué les voy a decir yo, lo llevo haciendo desde Los Piratas.
Texto: Mariano González.