Iván Ferreiro está en un punto muy interesante de su carrera. Es ese en el que tienes reconocimiento por parte de prensa y público. Se ha ganado su “contrato indefinido” en el panorama musical de éste país. Y trabajo le ha costado. Es ese momento en el que puedes hacer ni mas ni menos lo que te quieras. Ésto no es nada fácil, ojo. Porque podrías alargar hasta el fin de tus días la fórmula que te ha dado la fama (por desgracia tenemos ejemplos para matar de aburrimiento a un cactus). De hecho, es cuando un artista demuestra si está ahí por pose o circunstancias o porque realmente está vivo por dentro.
Y en éste disco Ferreiro se ha volcado en alma, cabeza y entrañas. Ha hecho justo lo que le ha dado la gana. Hay temas para todos los gustos, con letras metafóricas (Canción jurídica) o directas como zarpazos (como el primer single, Farenheith 451). Pero sobre todo hay cariño puesto en cada uno de los 12 temas que conforman ésta merienda campestre, a ratos bastante cruda, agridulce por momentos, pero en general muy digestiva.
No me voy a dedicar a desgranaros el disco canción por canción ni contaros qué me dice cada tema. Eso os lo dejo a vosotros mismos, que ésto de los discos es como las pelis, al final cada uno se hace su opinión. Pero me es inevitable deciros que esteis muy atentos a los arreglos que acunan las letras y la voz del protagonista. Tienen mucho gusto y está todo situado justo donde tiene que estar. Sobre todo la batería, y la guitarra tan seca y tan cercana a lo que suele hacer Tom Waits. Y es que cuenta con las seis cuerdas de un grande como es Pablo Novoa.
Como pequeños apuntes, recomendaros muy mucho su original página web en plan teletexto donde encontrareis hasta sus canciones tabuladas para que las toquéis en casa, sus conciertos del 21 de Noviembre en Barcelona, 22 en Bilbao y 3 de Diciembre en Madrid junto con Najwa y Standstill, y que no os de reparo canturrear en público ése estribillo que dice “Sois unos farsantes, sois unos hijos de puta…”. Hacedme caso, es casi terapéutico.