Advertencia: Iván Repila es amigo. De esos amigos modernos, a los que jamás te has acercado como para saber si es alto o bajo, o se pasa con la colonia. Colabora en UnLibroAlDía, donde reseña libros normalmente contemporáneos, también como yo.Es más joven, es euskaldún que vivió en Valencia, para lo cual me ha dado a mí que hay que tener una poderosa razón económica o sentimental. A mí me daba la impresión de que los euskaldunes cuando salían de Euskadi iban a Madrid o a Barcelona o a otras naciones de la comunidad europea. No me preguntéis el motivo de esa preconcepción. De todas maneras en Una comedia canalla, que es su primera novela (tiene ya en las tiendas una segunda, El niño que robó el caballo de Atila) tiene aromas valencianos. Aunque no se desarrolla en un punto identificable del planeta, los nombres de sus personajes me recuerdan a Miami o a Los Angeles, pero el tono es algo levantino. O sea, hay como una veladura de corrupción (veladura en el sentido pictórico, ya que últimamente nos escoramos a las artes) que marca a todos los personajes, la mayoría de ellos dispuestos a lo que sea a cambio de dinero. Diferente es para lo que quieren el dinero: ese es el rasgo distintivo de los niveles morales. Los hay que lo quieren para tener una existencia tranquila y los hay que lo quieren para acumularlo, junto a los sacos de poder que el dinero genera. Vaya: pues ya he empezado la reseña (yo quería explicar antes de empezar que iba a intentar apartar de mi criterio cualquier cuestión personal). Sigo. Claro que este libro transpira mucha de la cultura visual y literaria actual. A ver quien se encierra como un anacoreta los últimos veinte años y no tiene un flash-back cuando a un tipo le seccionan la oreja de un limpio tajo en una escena. Si hasta he dicho escena. Párrafo, coño. Este es el poderoso factor de Una comedia canalla, título que hay que comprender. Todo es terriblemente visual, todos los escenarios somos capaces de verlos, y todos los personajes tienen alguna cualidad instantáneamente reconocible. Los chicos que sólo buscan una rápida manera de arreglarse algo sus tristes vidas. Los sicarios sin escrúpulos que son el séquito de los mandamases. Las mujeres en la sombra. Una comedia canalla es una novela que se devora en apenas cuatro horas tan rápidas como el gatillo de muchos de los secundarios. Aunque se note que Repila ha leído a Winslow, puede que a Javier Calvo, y ha visto Tarantino y Breaking Bad, esa influencia no es un peso capital. Importante es, en más de 300 páginas repletas de diálogos y acción, no incurrir en la repetición ni en la reiteración de figuras. Todo fluye, incluida mucha sangre, y, sólo puede recriminarse una cierta sensación de redoble final en la magna batalla en el campo de fútbol, cuyo cariz surrealista nos recuerda que hay un motivo para el título, a pesar de lo cual, una última frase nos hace caer de bruces. Rojo oscuro casi negro.