Los pasados días 21 y 22 de junio tuvieron lugar las IX Jornadas de Innovación OPTIMA LAB. Parece que fue ayer cuando empezamos y ya han pasado tres años.
En esta ocasión soy yo el último en escribir su crónica de las jornadas – último post que publicaré hasta septiembre – y no quiero repetir lo que ya han dicho estupendamente mis colegas David, AJ, Jero, Jordi y Paz. Eso sí, quiero expresar públicamente mi agradecimiento y admiración hacia el maestro Xavier Vila, fabuloso fotógrafo de enorme calidad humana, y felicitar a Cristina García de Quesada por su «habilidad para estar sin estar» y sacar de nosotros nuestra mejor versión. Y, por supuesto, agradecer a David por la excelente facilitación de las Jornadas y a Paz por organizarlas y hacer posible que todo fuera como la seda.
En OPTIMA LAB somos profesionales de la efectividad y el claro referente en España en esta materia. Esto habría sido imposible si nuestros estándares de calidad y nuestro nivel de claridad de ideas, compromiso sin límites y, sobre todo, capacidad de ejecución no fueran los que son. Ser referentes es una gran responsabilidad y no podemos permitirnos el lujo de rendir por debajo de nuestras capacidades.
Por otra parte, al igual que ocurre con toda red productiva, OPTIMA LAB es posible gracias al solapamiento fértil de intereses individuales de sus nodos. Tener esto presente es fundamental ya que, para que una red productiva siga siéndolo, debe asegurarse la fertilidad de esos solapamientos de intereses a lo largo del tiempo. Cuando ocurre lo contrario, es decir, cuando este solapamiento de intereses es estéril, en lugar de una red productiva tenemos una simple declaración de buenas intenciones. Además, como la fertilidad de una red productiva es el resultado agregado de las acciones de los nodos, hay que analizar regularmente la contribución de cada nodo a ese resultado agregado porque aquí, como en otras muchas partes, lo que no suma, resta.
Esa fue una de las cosas que hemos hecho en estas jornadas. Los resultados agregados de OPTIMA LAB en este primer semestre de 2017 pueden calificarse sin duda de espectaculares. Como dato, el número de propuestas comerciales emitidas en estos seis meses es igual al de los quince meses anteriores. Sin embargo, la contribución a estos resultados ha sido extremadamente asimétrica, lo que se traduce en que algunos nodos estén atravesando puntualmente situaciones económicas complicadas, motivo por el cual hemos reducido – de forma excepcional – la duración de estas Jornadas en un día.
El aprendizaje que extraigo de la situación es que la claridad, el compromiso y la capacidad de ejecución de algunos nodos a día de hoy son inferiores a lo que exige formar parte de OPTIMA LAB con éxito y que tendrán que hacer cosas distintas si quieren obtener resultados distintos.
En OPTIMA LAB somos artesanos, pero ser artesanos es distinto de ser amateurs. De hecho, nuestros estándares de calidad son de los más exigentes. Por ejemplo, trabajamos con el NPS (Net Promoter Score) y nuestro objetivo en las formaciones es un NPS de 80 o superior. Nadie niega que trabajar con este nivel de calidad sea duro ni que cueste un gran esfuerzo mantener el ritmo.
Como decía antes, creo que ser profesional de referencia en una red es imposible sin una claridad meridiana de ideas sobre el propósito de la red y su solapamiento con el propósito individual de cada uno, sin un compromiso a prueba de bombas – expresado como lo define el maestro Francisco Alcaide («hacer lo que haga falta el tiempo que haga falta») – o sin una enorme capacidad para ejecutar sistemáticamente de manera efectiva, aprovechando al máximo las ventanas óptimas de efectividad.
OPTIMA LAB ha madurado. Sus miembros, también, aunque de manera desigual. No sé si el traje se ha quedado pequeño o queda grande, pero desde luego el sistema educativo y el mundo corporativo lo ponen difícil de cara a desarrollar la proactividad y resiliencia necesarias para embarcarse con éxito en proyectos como OPTIMA LAB. Hay mucho «miedo a la libertad», como decía Fromm. A pesar de ello, como profesional de Recursos Humanos, siempre he creído que el talento es, por encima de todo, una actitud. Para ser competente en cualquier cosa hay que «saber hacer», «poder hacer» y «querer hacer», pero sobre todo, hay que hacer. Y la parte de la ejecución es, desde hace tiempo, un frente en el que OPTIMA LAB tiene amplio margen de mejora.
OPTIMA LAB es un proyecto con los pies bien asentados en el presente y la vista siempre puesta en el futuro. Como queda patente, eso obliga a una mentalidad de adaptación permanente a las circunstancias y un inquebrantable espíritu de mejora constante. Durante estos tres años largos de vida de la red, ha habido nodos que se han ido incorporando y otros que han ido abandonando el proyecto. Mi expectativa, y mi deseo, es que estos movimientos sigan teniendo lugar, ya que me parecen algo sano y necesario para que la red mantenga su vitalidad.
Soy consciente de mis muchas limitaciones, pero tengo la suerte de contar con alguna fortaleza. Una de ellas es que tengo claro la clave del éxito, en cualquier área, personal o profesional: «hacer bien las cosas correctas». Esto implica esencialmente dos actividades. La primera es decidir qué es lo correcto, para lo cuál es imprescindible investigar, contrastar, analizar, sopesar, evaluar o generar opciones, entre otras cosas. La segunda es hacer con efectividad, es decir, ejecutar, implementar las decisiones con los más altos estándares de calidad, pero evitando a toda costa el perfeccionismo. El desierto del fracaso está repleto de decisiones que nunca llegaron a ejecutarse, muchas de ellas por culpa del perfeccionismo.
Conseguir el resultado que deseas una sola vez puede ser suerte, azar. Conseguirlo dos veces, tal vez sea una coincidencia. Pero cuando consigues el resultado que deseas tres o más veces, estamos ante un patrón, un hábito, la expresión de una competencia. La efectividad se demuestra en los resultados. Si no hay resultados, no hay efectividad. Así de claro y así de sencillo.
El futuro siempre está en nuestra zona de influencia. Podemos quejarnos y no hacer nada o podemos hacer lo que hay que hacer durante el tiempo que haga falta. Lógicamente, los resultados en uno y otro caso serán distintos. Eso sí, que nadie se engañe. No somos lo que queremos ser ni lo que creemos ser. Tampoco somos lo que decidimos hacer. Somos lo que hacemos. No somos nuestros deseos ni nuestras intenciones ni nuestras decisiones. Solo somos nuestras acciones.
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