Desde algo antes de la abdicación del Rey están dándose en España otras renuncias políticas y sociales cuyos responsables son sustituidos por caras nuevas popularizadas como estrellas de omnipresencia televisiva.
Estrellas quizás fugaces, pero revolucionarias: prometen destruir el sistema que facilitó cuatro décadas de prosperidad porque, pese a las crisis, proporcionó un bienestar que atrajo a cinco millones de inmigrantes para hacer trabajos que rechazaban ya los españoles, mientras millones de ellos cobraban el desempleo.
Y recuérdese, además, que el tinglado social español se sostiene con un veinte por ciento de empleo sumergido, lo que explica que no haya revoluciones de hambrientos.
Para ocupar el lugar de los políticos que abdicaban algo alocadamente, en especial del PSOE, han aparecido los televisivos populistas bolivarianos a los que seguramente apoyan más sus colegas burgueses que los parados o jubilados, que saben que con estos en el poder perderían rápidamente sus ingresos y pensiones.
El gran problema de las abdicaciones del PSOE es que también desde dentro le están saliendo otros frikis insolventes, candidatos a dirigirlo, que prometen la III República y vivir bien sin necesidad de producir; son calcos del gran frikipopulista telegénico, Pablo Iglesias.
El PSOE, fundado en 1879 por el verdadero Pablo Iglesias, y que basaba su doctrina en el trabajo honrado a cambio de exigir justicia social, se hunde.
Gobernó España 22 años de democracia con el sentido común bajo Felipe González, primero, y con Zapatero, después, que alimentó el independentismo catalán e inició el hundimiento de su partido.
Si el PSOE no se renueva con dirigentes modelo Felipe González el problema no es su suicidio, sino que su lugar e historia lo tomarán los populistas, mientras que los pánfilos conservadores del PP no saben cómo hacer su opción atractiva.
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SALAS