Revista Cultura y Ocio

J. v. foix

Publicado el 19 febrero 2010 por Hache
J. V. FOIX
Pues sí, otro de los libros que teníamos pendientes era una antología de J(osep) V(icenç) Foix realizada y traducida por Enrique Badosa.
Aunque ha habido partes del libro que no me han emocionado demasiado, también es cierto que he descubierto poemas impresionantes; pero lo que me ha parecido enorme ha sido encontrarme con el excepcional libro 'Diari 1918'.
Dejo aquí algunos textos de dicho libro en su versión castellana.
Chicos y chicas de mi pueblo, que malcubren su amarilla desnudez bajo gasas de tiernos colores sutiles, cada atardecer juegan en la plaza, donde su voz resuena como en una bodega, y los pájaros se acercan para sondear con el pico los azules estanques de sus ojos. El otro día, mientras desfiguraba mi voz con un megáfono, intenté mezclarme en su juego; pero chicos y chicas y pájaros eran sombras entre sombras. Ante mí, entre la plaza desierta y el cielo, se elevaba, trágicamente delator, un alambre en espiral.
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Es inútil que en la naturaleza, como me aconsejan los libros, busque el árbol en donde hace poco escribí tu nombre, o los pinos que dieron sombra a nuestros juegos adolescentes. Si extiendo los brazos en cruz, topo con los muros de un túnel sin fin; si los levanto en el aire, me los aprisiona una espesa cortina de alas. Tan sólo cuando en mi desesperanza cierro los ojos, me sonríe la naturaleza: prados, riachuelos, chopos, fuentes y pájaros viven su vida encendida y se rinden al hechizo de tus danzas. Mataría al monstruo que me embrujó, si mis manos no fueran el recuerdo vago de dos horas muertas, si mi cuerpo no fuera una frágil figuración vegetal.
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He malherido, en duelo, a tu amante. Pero te ríes porque llevas el vestido carmesí. Y porque con tu perfidia has sustituido al amante por el tramoyista. Yo castigaría tu maldad si tu peluquero no hubiera sido tu cómplice al desfigurarte grotescamente la cara. Otra mañana, empero, me vengaré. El techo no será, como ahora, tan y tan bajo ni en él habrá pintados, como ahora, tantos pájaros muertos.
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Levantad muy altos los muros de mi calle. Tan altos que, de noche, no penetre ni el rumor de las fuentes ni el chillido agónico de las locomotoras. Haced que mi calle sólo tenga la anchura de un paso, no practiquéis aberturas en los muros y arriad de lo alto de los torreones todas esas banderas y gallardetes. Concededme tan sólo el gozo de que, al rayar el alba, del paso de la sombra de mi amada a medianoche, quede el testimonio de una flor roja que se agosta en la penumbra, o de un zapato rojo flotando sobre el fango.
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Que hayan tapiado puertas y ventanas; que en lo alto de la torre ondeen banderas; que las aguas al crecer cierren los pasajes; que los árboles por encima de las ventanas se extiendan en raras floraciones coloradas y que todas las calles terminen en el mar, abocadas a temibles escollos; que los caballos sean amos y señores de mi pueblo y se paseen impúdicamente desnudos; que los pájaros se maten al chocar con el cielo, junto al techo; que el cielo sea tan sólo un triste espejismo del mar. ¿Qué puede sorprenderme, si hoy he visto saltar súbitamente los lomos de mis libros y he descubierto la putrefacción cancerosa que destroza sus entrañas?
Badosa, Enrique. 1975. Antología de J. V. Foix. Barcelona, Plaza y Janés, S. A. Editores.

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