Revista Opinión

Jacques Maritain y la inmortalidad del alma

Publicado el 24 diciembre 2019 por Carlosgu82

Maritain fue el más importante filósofo tomista del siglo XX. Cito una conferencia suya sobre la inmortalidad del alma: “Es una gran verdad que la energía del espíritu es tan grande, y su acción sobre las energías materiales de la vida tan poderosa, que todo lo penetra y echa mano de todos los modos posibles de comunicación, penetrando así en la historia humana a través de secretos e invisibles canales… Naturalmente debemos saber que tenemos un alma antes de discutir si es inmortal. ¿Cómo procede Santo Tomás en esta materia? Observa en primer lugar que existe en el hombre una actividad, la de la inteligencia, que es en sí misma inmaterial. La actividad del entendimiento es inmaterial, porque el objeto proporcionado o “connatural” de la inteligencia humana no es, como el objeto de los sentidos, una categoría particular y limitada de cosas, o de cualidades de las cosas; el objeto proporcionado o “connatural” de la inteligencia humana es la naturaleza de las cosas sensibles cualesquiera que sean, sin limitación de género o categoría, la naturaleza de todas las cosas que perciben los sentidos; no es solamente, como para la vista, el color o la cosa colorada (es decir, que absorbe y refleja tales rayos de luz), o, como para el oído, el sonido o la fuente sonora, sino que su objeto es todo el universo y toda la realidad perceptible por los sentidos y cognoscible por la inteligencia, porque no se detiene ésta en las cualidades, sino que pasa más adelante hasta contemplar la esencia. Y este hecho es una prueba de la espiritualidad o completa inmaterialidad de nuestro entendimiento”.

De la inmaterialidad del entendimiento deduce su inmortalidad. Lo único que puedo decir es que estos razonamientos, que tuvieron alguna validez escritos por Tomás de Aquino, pensador que no tenía la menor perspectiva histórica y evolutiva, son completamente absurdos para un filósofo del siglo XX. Hablar de la energía del espíritu ya es extraño. Que algo inmaterial, carente de masa, tenga energía “grande” llama a meditación si lo afirma un contemporáneo de Einstein. Asegurar que la inteligencia es inmaterial cuando todas las demás actividades humanas proceden del cuerpo es sospechoso. ¿Por qué nos cansamos cuando pensamos o leemos, al igual que cuando caminamos? Porque en ambas actividades ponemos a trabajar nuestro cuerpo entero. ¿Cómo puede existir algo inmaterial en nuestro cuerpo material? ¿Cómo puede la materia encerrar al espíritu y este actuar a través de ella? Pero lo peor es este pasaje: el objeto de la inteligencia “es todo el universo y toda la realidad perceptible por los sentidos y cognoscible por la inteligencia, porque no se detiene ésta en las cualidades, sino que pasa más adelante hasta contemplar la esencia”. Algo como esto lo pudo decir Tomás de Aquino, para quien el primer hombre existió 6000 años antes que él y estaba dotado, según la Iglesia, de dominio sobre los animales y sabiduría excelsa, conocía el verdadero nombre de todas las cosas y, con ello, su esencia. Pero plantear eso en el siglo XX es una charlatanería. Los primeros Homo sapiens, de hace 100.000 años, eran inteligentes y, sin embargo, no contemplaban todo el universo ni tenían idea de un universo, menos captaban la esencia de las cosas. De hecho, nadie contempla esa esencia. Si Tomás de Aquino lo hubiera hecho, sabría que ni el aire, ni el agua ni el fuego eran elementos, y que la Luna y el Sol no eran planetas. Finalmente, decir que la inteligencia tiene como “objeto propio” esencias como las matemáticas, es una barbaridad, porque si eso fuese cierto, la inteligencia habría creado desde el principio esos objetos, y los neandertales habrían sido expertos en geometría, teoría de conjuntos, etc. La inteligencia no es una actividad inmaterial, es un complemento del esfuerzo por vivir. Nació para dirigirnos a las fuentes de recursos necesarios para conservarnos. Cumple la misma función en animales y humanos, y la diferencia entre ellos solo es gradual. Pero los tomistas siguen sosteniendo que la inteligencia es inmaterial y esa es la única prueba que dan para la inmortalidad del alma. Pobre prueba, porque quien aspira a la vida eterna quiere que sobreviva todo su ser, con sus manías, como sostenía Unamuno, no una vaga inteligencia impersonal.


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