[1] La batalla de Muret fue la batalla decisiva de la llamada Cruzada Albigense. Tuvo lugar el 12 de septiembre de 1213 en una llanura de la localidad fortificada de Muret, a unos doce kilómetros al sur de Toulouse. La contienda enfrentó a Pedro II de Aragón, sus vasallos y aliados, entre los que se encontraban Raimundo VI de Tolosa, Bernardo IV de Comingues y Raimundo VI de Roger de Foix contra las tropas cruzadas y las de Felipe II de Francia lideradas por Simón IV de Monfort.
Nadie puso en duda la legitimidad de Jaime I el Conquistador para acceder al Trono. Una embajada llegó de Roma para recabar del Papa Inocencio III la orden de que Jaime I el Conquistador fuera liberado por Simón de Monfort. Puesto que Aragón era un Reino feudatario del Papa, éste ordenó la liberación de Jaime I el Conquistador, que fue conducido a Narbona. Por indicación del legado pontificio, Pedro de Benevento, aragoneses y catalanes fueron convocados a una asamblea en Lérida, en 1214, donde todos reconocieron como Rey a Jaime I el Conquistador jurándoles fidelidad, confiando la custodia del Monarca a Guillem de Montredón, maestre del Temple en Aragón y Cataluña, que lo trasladó al castillo de Monzón (Huesca).
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Jaime I El Conquistador. Diferencias
El conde Sancho Raimúndez o Sancho de Aragón, tío de Jaime I el Conquistador, fue nombrado Procurador General del Reino. Las ambiciones de Simón de Monfort, a quien el Concilio de Letrán en 1215, había adjudicado casi todas las propiedades del conde de Tolosa convirtiéndose él en el conde de Tolosa, constituía una amenaza para las posesiones catalanoaragonesas en Mediodía francés. Dicho conde que no había olvidado la afrenta de Muret, se puso del lado de los tolosanos y en contra de Monfort. Esta decisión dio lugar a dos bandos: el favorable a sus acciones en tierras occitanas[1], y el otro, contrario a ellas. Los Señores del Mediodía, apoyados por el conde Sancho, se unieron en coalición contra Simón de Monfort. El Papa Honorio III, que sabía lo que se avecinaba, envió bulas contra el conde Sancho. A pesar de todo, los Señores del Mediodía pusieron sitio a Tolosa, y Simón de Monfort perdió la vida en el asedio. La muerte de Pedro II, el Católico, quedaba vengada.Jaime I el Conquistador solo tenía diez años cuando alentado por las intrigas del abad de Montearagón, Fernando, hijo de Alfonso II de Aragón, convocó Cortes en Lérida en 1218. En ellas, el conde Sancho presentó su renuncia al cargo ante la amonestación episcopal por su participación en los asuntos del Mediodía francés. Su renuncia se tradujo en el Gobierno del Reino mediante un Consejo. Desde este momento, el Rey se verá obligado a hacer frente a los desmanes de los nobles y a sus guerras privadas, que ensangrentarían el Reino hasta 1227 y retrasarían la empresa reconquistadora, paralizada desde la muerte de Pedro II.
Jaime I El Conquistador. Gobierno
Jaime I el Conquistador, joven de 20 años, reunió Cortes en Barcelona (1228), donde se acordó la conquista de las Islas Baleares, cuya posesión consideraban necesaria los catalanes para asegurar las vías comerciales en el Mediterráneo, ya que el nido de piratas musulmanes que tenían sus bases en las Islas eran un escollo para la expansión marítima y comercial de Cataluña. Aragón se negó a participar en esta campaña, puesto que sus intereses se orientaban hacia el Sur, donde Valencia aún permanecía sin conquistar.
La flota catalana, compuesta de 155 naves y numerosas embarcaciones ligeras, partió de los puertos de Salou, Cambrils y Tarragona el cinco de septiembre de 1229. El día siete, la flota se reunió frente a Mallorca y comenzó el desembarco, que se hizo por la noche. La lucha más enconada se desarrolló en torno a Porto Pi, donde se consiguió una difícil victoria que costó la vida a muchos cristianos; entre ellos a Ramón de Moncada[2]. El día 14, se sitiaba la capital, Medina Mayurca. Los fonegols[3] bombardearon sin cesar las murallas. Los musulmanes quisieron negociar su rendición, pero, ante los deseos de Jaime I el Conquistador de conseguir una rendición total y absoluta, la lucha se prolongó hasta el 31 de diciembre, en que las tropas catalanas entraron en Mallorca. Haría falta más de un año para someter al resto de la Isla, tras terribles matanzas entre la población musulmana. Jaime I el Conquistador repartió la totalidad de las tierras entre los nobles conquistadores. En 1231, volvió Jaime I el Conquistador a Mallorca para liquidar los focos rebeldes que quedaban en la zona montañosa de la Isla. En su tercer viaje a Mallorca llevó a buen término la conquista de Menorca. Ibiza y Formentera que fueron tomadas en 1235 por el infante Pedro de Portugal, – tío segundo de Jaime I el Conquistador – el conde Nuño Sánchez de Rosellón, y el arzobispo de Tarragona, Guillermo de Montgrí[4]. La victoria sobre los moros mallorquines supuso una base clave para para las rutas comerciales catalanas en el Mediterráneo y aportó a la ciudad de Barcelona grandes beneficios.
Valencia había conseguido mantener relaciones pacíficas con Aragón gracias al pago de fuertes tributos que garantizaban el respeto de sus fronteras. El destronamiento de Abu Zeid por el usurpador Ben Zayan fue aprovechado por los nobles aragoneses para romper las hostilidades. Inicialmente, la guerra fue anárquica, ya que los nobles buscaban los beneficios personales y el botín, lo que se oponía a la dominación política que Jaime I el Conquistador pretendía establecer. Debido a estos problemas, la conquista de Valencia se prolongó durante 13 años, desde 1232 hasta 1245. Tras la conquista de la ciudad, lenta pero sistemática, de pueblos y castillos, se puso cerco a Valencia, rindiéndose a los cinco meses de asedio, el 28 de septiembre de 1238. Año tras año prosiguió el avance aragonés por tierras valencianas, lo que dio lugar roces entre aragoneses y castellanos, que por esas fechas también estaban empeñados en la conquista de Murcia. Ni los unos ni los otros respetaron los tratados de Tudellén[5] y Cazorla[6], invadiendo zonas que estaban fuera de los acuerdos pactados. Fue necesario que Alfonso, hijo y heredero del Rey castellano Fernando III el Santo se reuniera con Jaime I el Conquistador y firmaran el tratado de Almizra[7], por el que, además de respetar las fronteras pactadas, se concertaba el matrimonio de Violante, hija de Jaime I el Conquistador, con Alfonso.
Cuando en 1234, falleció el Rey de Navarra, Sancho VII el Fuerte, Jaime I el Conquistador no hizo nada para evitar que Teobaldo I de Champaña ocupara el Trono, aunque podía haber esgrimido el tratado de Tudela (1231), firmado entre Sancho VII y Jaime I el Conquistador, por el que ambos se prohijaban. Por este acto, el que sobreviviera heredaba el trono del otro, siendo obvio que Jaime I el Conquistador, de 23 años de edad, obtendría más ventajas que Sancho VII, viejo y enfermo. El motivo de este patrocinio por parte de Sancho VII no era sino el desprecio que sentía hacia su sobrino. Al que acusaba de querer destronarlo; por otra parte, no quería dejar a Navarra bajo el Gobierno de una dinastía foránea. Pero, Jaime I el Conquistador no hizo valer sus derechos, quizá estaba demasiado preocupado por la conquista de Valencia y embargado por problemas personales, como el repudio de su primera esposa, Leonor de Castilla, y de su segundo matrimonio con Violante de Hungría.
En 1261, estalló en Murcia la revuelta de los musulmanes, instigada por el Rey granadino Muhammad I, en connivencia con los mudéjares andaluces. El Monarca castellano Alfonso X el Sabio, vio como numerosas ciudades andaluzas caían rápidamente en manos de los revolucionarios. Incapaz de atender a los dos frentes, el andaluz y el murciano, solicitó la ayuda de su suegro, Jaime I el Conquistador, para que le ayudara a sofocar la revuelta de Murcia. En contra del parecer de algunos nobles, Jaime I el Conquistador acudió en socorro de su yerno por el bien de España, como se lee en su Crónica. Cuando Murcia estuvo apaciguada, la entregó a Alfonso X el Sabio, sin pedir nada a cambio, a pesar de que muchos catalanes hubieran preferido prolongar sus dominios marítimos hasta esa zona.
En 1258, Jaime I el Conquistador firmó con Luis IX de Francia – San Luis – el tratado de Corbeil – ciudad cercana a Paris – en virtud del cual ambos Monarcas limaban las viejas diferencias que mantenían sobre las tierras occitanas. Jaime I el Conquistador renunció a los derechos sobre ciertos lugares del Mediodía francés, pero conservando el Rosellón y el Señorío de la ciudad de Montpellier. El tratado se cerró con el compromiso matrimonial de Isabel, hija de Jaime I el Conquistador, con Felipe, hijo y heredero del Monarca galo.
La llamada de auxilio que le hizo Miguel Paléologo[8], Emperador de Constantinopla, despertó en Jaime I el Conquistador el deseo de ir a Tierra Santa a realizar su sueño como cruzado. El cuatro de septiembre de 1269, zarpaba del puerto de Barcelona con varias naves rumbo a los Santos Lugares, más una tempestad sorprendió a la flota en el golfo de León, obligándola a buscar refugio en Aigues-Mortes[9]. Una vez reparados los desperfectos que habían sufrido las naves, la expedición continuó rumbo a San Juan de Acre (Israel). Jaime I el Conquistador, ya con 60 años, desistió de ir a los Santos Lugares y regresó a su Reino por tierra.
A los excelentes logros militares que Jaime I el Conquistador obtuvo de su labor reconquistadora, se contraponen su escaso talento en cuanto a miras políticas de largo alcance. Casado dos veces, dio muestras de flojedad de carácter al permitir que su segunda esposa, Violante, hiciera prevalecer a su hijo Pedro por encima de Alfonso, primogénito del primer matrimonio del Monarca. Las intrigas de Violante fueron causa de muchos problemas y luchas.
Jaime I el Conquistador, mujeriego como su padre, fue un gran pretendiente, aunque de escasa intensidad de afectos para las mujeres y para los hijos. Según los cronistas, Jaime I el Conquistador era “Alto y gallardo, blanco de cutis y rubio de pelo, de ojos grandes y oscuros, boca sensual, hermosos dientes, y finas y largas manos”. El seis de febrero de 1221, a los 14 años, Jaime I el Conquistador contrajo matrimonio con Leonor, hija de Alfonso VIII de Castilla y de Leonor Plantagenet, de Inglaterra. Cuando Jaime I el Conquistador cumplió los 22 años, padre ya de Alfonso, solicitó la anulación de su matrimonio con la excusa del parentesco que les unía, pues los dos eran bisnietos de Alfonso VII de Castilla. La nulidad le fue concedida en 1229; ese mismo año reconoció a su hijo Alfonso como heredero del Reino de Aragón, mientras el condado de Cataluña permanecía en sus manos. La decisión de fragmentar sus Reinos aumentó la desunión entre catalanes y aragoneses. Leonor se resignó a ser abandonada y se retiró a vivir en un monasterio.
El segundo matrimonio de Jaime I el Conquistador lo celebró a la edad de 26 años, con Violante, hija de Andrés II de Hungría. De este enlace, nacieron cuatro hijos y cinco hijas: Pedro III, que sería el heredero del Reino de Aragón y del condado de Cataluña, Jaime, Rey feudatario de Mallorca; Fernando que falleció en vida de su padre; Sancho, que fue Arzobispo de Toledo; Violante, que se casó con Alfonso X el Sabio; Constanza, que fue la esposa de Manuel, hijo de Fernando III el Santo; Sancha, que murió en peregrinación a Tierra Santa; María, que se hizo religiosa e Isabel, que se casó con el Rey francés Felipe III, ‘el Atrevido’.
De una larga lista de otros amores que tuvo Jaime I el Conquistador destacó la dama aragonesa Teresa Gil de Vidaure, que no accedió a los deseos del Monarca hasta que éste se decidió a casarse con ella. Jaime I el Conquistador, viudo ya de Violante en 1251, celebró matrimonio civil secreto con Teresa Gil, de la que quiso separarse cuando ésta contrajo la lepra. Teresa Gil denunció el hecho a Roma, pero el Papa no consintió en anular el matrimonio. Sospechando Jaime I el Conquistador que Berenguer de Castellbisbal, obispo de Gerona, había revelado su matrimonio secreto, ordenó que le fuera arrancada la lengua. De Teresa Gil tuvo el Conquistador dos hijos: Jaime y Pedro, a los que reconoció. El resto de las amantes de Jaime I el Conquistador carecen de interés para su reinado, teniendo solo la importancia efímera que el Rey quiso otorgarles. Se puede mencionar a Guillerma de Cabrera, Berenguela Fernández y Berenguela Alfonso. De todas ellas tuvo Jaime I el Conquistador hijos bastardos.
La influencia de Violante sobre Jaime I el Conquistador fue muy perturbadora. Quiso dotar a sus hijos de altos destinos, persiguiendo con saña al hijo de Leonor, Alfonso, con el consentimiento de Jaime I el Conquistador. Permitió que incluso, que Pedro, el primogénito de Violante, ahogara en el río Cinca a Pedro Sánchez, uno de los hijos bastardos del Monarca. Al final de su Reinado, Jaime I el Conquistador se vio abocado a una situación muy similar a la de Alfonso X el Sabio, aunque no tan grave. Presionado por Violante, llegó a romper la unidad creada por Ramón Berenguer IV [10]con varios proyectos de división del Reino, que causaron la desunión y el descontento entre la nobleza catalana ya aragonesa. Perjudicó a su hijo Alfonso, que se levantó en armas contra su padre al querer éste segregar unas partes del Reino para dárselas a Pedro y a Jaime, hijos de Violante. El entendimiento entre Jaime I el Conquistador y su hijo Alfonso se hizo ya imposible cuando éste murió prematuramente en 1260 sin haber contraído matrimonio.
En 1276, el ya anciano Monarca acudió a sofocar una sublevación de los musulmanes valencianos. Su enfermedad se recrudeció y el 21 de 1276 abdicaba, falleciendo en Valencia seis días más tarde. Su cuerpo amortajado con el hábito del Cister, fue llevado al Monasterio de Poblet, donde recibió sepultura.
De acuerdo con su testamento, Pedro heredaba los Reinos de Aragón y Valencia y el condado de Cataluña, y Jaime, el Reino de Mallorca, el condado de Rosellón y el Señorío de Montpellier, aunque en calidad de feudatario de Pedro.Autor: José Alberto Cepas Palanca para revistadehistoria.es
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Bibliografía
RÍOS MAZCARELLE, Manuel. Diccionario de los Reyes de España.
[1] Corresponden en su mayor extensión con el Mediodía francés, si bien comprende también el Valle de Arán y algunos valles alpinos pertenecientes a la región italiana del Piamonte, así como el Principado de Mónaco.
[2] Ramón II de Moncada, también conocido como Ramón de Moncada o Ramón II de Tortosa, (1188-1229) fue un militar aragonés, señor de Tortosa, que participó en la conquista de Mallorca y falleció combatiendo en la batalla de Porto Pi.
[3] Tipo de cañón u honda que lanzaban bombas de piedra.
[4] Guillermo de Montgrí (1200 – 1273) fue un Señor nobiliario y eclesiástico de la Corona de Aragón del siglo XIII.
[5] El Tratado de Tudilén, Tudellén o Tudején fue suscrito el 27 de enero de 1151 entre Alfonso VII, Rey de León y Castilla y Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona y Príncipe de Aragón, en Tudilén, un lugar situado cerca de Aguas de Caldas (también llamadas Caldas de Reis), en Navarra.
[6] El Tratado de Cazorla fue suscrito el 20 de marzo de 1179 en Soria por Alfonso II de Aragón y Alfonso VIII de Castilla.
[7] El Tratado de Almizra fue un pacto de paz firmado el 26 de marzo de 1244 entre la Corona de Aragón y la Corona de Castilla que fijó los límites del Reino de Valencia. Lo acordaron Jaime I de Aragón y quien más tarde sería su yerno, el infante Alfonso de Castilla y futuro Rey Alfonso X el Sabio.
[8] Miguel VIII Paleólogo reinó como Emperador bizantino desde 1259 hasta 1282. Miguel VIII fue el hijo del megas domestikos (cargo civil, eclesiástico y militar) Andrónico Paleólogo y Teodora Paleóloga.
[9] Aigues-Mortes es una municipalidad francesa y localidad del Distrito de Nîmes, en Gard, Languedoc-Rosellón, Francia. La ciudad se encuentra totalmente amurallada, en un recinto levantado en el siglo XIII y que ha llegado intacto hasta nuestros días.
[10] Ramón Berenguer IV el Santo (1113 – 1162) fue conde de Barcelona, Gerona, Osona, y Cerdaña y princeps de Aragón que en la época significaba primus inter pares (el primero entre iguales).
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