El Jardín Botánico se vistió de gala el viernes pasado para abrir sus puertas, sin alevosía pero con nocturnidad, a la divulgación científica. El bioquímico José Antonio López, JAL para los amigos, se lo pasó en grande haciendo de maestro de ceremonias de un fabuloso mix de música y divulgación científica que colgó el cartel de “no hay reservas” ya días antes de celebrarse.
Era una de las actividades estrella de “La noche de los investigadores”. Los músicos-científicos Within Experimental Error, del Instituto de Ciencia de Materiales de Madrid abrieron la velada a ritmo de jazz y soul. Mientras, los privilegiados asistentes nos debatíamos entre la más existencial de las dudas. ¿A qué charla simultánea asistir? Todas se pintaban de lo más interesante…
La representación del mundo agro-científico que allí nos encontrábamos, Conchi Novillo (Monsanto), Elena Saenz (Asociación Nacional de Obtentores Vegetales-Anove) y yo, decidimos separar nuestros caminos. Elena decidió adentrarse en los misterios de la Física Cuántica. Conchi y la que suscribe y escribe, como madres de familia que somos, decidimos apostar por algo más ”terrenal” y acercarnos a la charla de alimentos funcionales.
La impartía Rosina López-Fandió, investigadora del Instituto de Fermentaciones Industriales. Los temas relacionados con la alimentación siempre deparan sorpresas. Todos creemos saber qué nos conviene y no comer, y qué son los ya archiconocidos alimentos funcionales. Sin embargo, siempre se aprenden cosas nuevas sobre este tema tan interesante. Y también lo mucho que queda por descubrir. Aprendimos por ejemplo que los compuestos no nutricionales de los alimentos, como la fibra, son tan importantes como los nutricionales, ya que ayudan a filtrar, modular y absorber los nutrientes. Mucho mejor la fibra proveniente de las frutas y verduras que la de los cereales (salvado o similares) ya que ejerce un efecto prebiótico muy beneficioso en nuestro colon.
Rosina López-Fandió hizo un exhaustivo repaso a los alimentos funcionales que actualmente habitan en las estanterías de nuestros supermercados. Los probióticos, que incluyen microorganismos vivos que favorecen nuestra salud intestinal. Los prebióticos, que aunque no cuentan con sustancias digeribles favorecen que sí haya microorganismos beneficiosos en nuestra flora intestinal. Las proteínas lácticas que han demostrado ser antivíricas y anti cancerígenas. Las proteínas de soja, con efectos probados en la lucha contra el colesterol LDL o colesterol “malo” o los trastornos de la menopausia. El famoso omega 3, presente en el pescado azul y los frutos secos y un gran aliado contra las enfermedades cardiovasculares… La ponente concluyó dejando claro que todos los alimentos funcionales comercializados deben ser formulados para ofrecer beneficios al consumidor y tener efectos científicamente probados. Aunque también matizó que “todavía queda mucho por descubrir sobre los efectos de ciertos componentes en humanos, ya que no todos los metabolizamos de la misma manera”.
Tras las ponencias, aperitivo mix, con jazz, refrescos y… cacahuetes. No sería plan de dilapidar el escaso presupuesto en I+D previsto por el Gobierno en festines pantagruélicos. Aunque ahora que recuerdo, esta vez, el presupuesto venía de Bruselas. Muy bien invertido por los organizadores, con Rafael Moreras a la cabeza. Al acabar la velada, JAL, como buen anfitrión, despedía a los invitados bajo el arco de entrada del imponente edificio de exposiciones del Botánico. Se rió cuando le comenté que parecía Isabel Preysler despidiendo a sus invitados tras una fiesta Ferrero Rocher. Sonrió contento, al saber que había contribuido a ofrecer dar un nuevo twist a la combinación ciencia y diversión. Musical y refrescante. Pero siempre, siempre riguroso.