Revista Cultura y Ocio
Leer la reseña que en su día hizo Booky, y quererlo fue todo uno, sin embargo a pesar de que hace tiempo que adorna la estantería de mi hermana, no ha sido hasta ahora cuando he decido rescatarlo y aventurarme entre sus páginas. Sin duda el mes de agosto ha sido fructífero para rebajar los libros que tenía pendientes de lectura en casa, he ido a la biblioteca pero mucho menos, he viajado más en tren con lo que he podido arañar ratitos de lectura, y he descongestionado alguna que otra estantería, sin embargo todavía tengo tanto propio por leer que no sé si me dará toda una vida para hacerlo.
Si algún adjetivo califica esta novela a la perfección este es sin lugar a dudas: claustrofóbica, y es que se empatiza tanto con el protagonista, o al menos yo lo he hecho tanto, que esa sensación de ahogo me vencía en muchas ocasiones. Nos encontramos ante una novela realmente bien construida, con la que se puede bajar a los infiernos de una mente trastornada por el dolor, una mente manipulable, de convicciones indestructibles. Un descenso a la peor de las pesadillas, de las maldades, de las crueldades y de las vejaciones.
La autora combina con maestría el misterio y la acción, dosificando de manera adecuada sus elementos, de forma que vamos descubriendo poco a poco las distintas piezas que componen el puzle, y mantiene hasta el final esa incógnita de quién está detrás de tanta crueldad y por qué.
El inspector Lorand es el clásico guaperas, un hombre al que no se le resiste ninguna mujer, está casado, tiene un hijo, pero es infiel por naturaleza. Por eso no es difícil cazarlo, sólo se necesita ser bonita, un coche averiado y droga para aniquilar la voluntad del sujeto. Y a la mañana siguiente se encuentra en un sótano dentro de una jaula, a merced de una mujer preciosa, pero con la mente trastornada.
Lydia solo quiere hacer justicia, hace quince años perdió a su hermana, fue secuestrada y asesinada, pero su cuerpo no apareció nunca, ahora tiene al culpable, una serie de anónimos le señalan, y lo ha vigilado lo suficiente para saber que es un mujeriego, un mentiroso…
Lydia está dispuesta a todo para que confiese, y el llegará a desear la muerte encerrado en un lugar inhóspito, sin comida, sin casi ropa, un lugar en el que es una marioneta de una mujer que hace años que dejo de existir como tal y que solo vive para la venganza.
Los ingredientes se completan con una esposa que no es nada ingenua, un jefe que esconde trapos sucios, unos compañeros que no encuentran pistas que los lleven hasta el inspector, una agente despechada y un inspector francés que no siempre puede creer lo que va descubriendo. Una carrera contrarreloj repleta de callejones sin salida, una investigación que hasta muy tarde no les da una pista fiable.
El desenlace es el broche de oro de la novela, empieza a perfilarse en el último cuarto de libro, ahí empezamos a intuir quien es el culpable de que Lydia recibiera esos anónimos, quien la está manipulando y porqué… y el final no podría haber sido otro para completar la venganza, aunque debo reconocer que yo lo hubiera preferido, a pesar de tener todavía la boca abierta por la sorpresa.
El personaje de Lydia es muy complejo y está trazado con maestría, recuperar una mente enferma, saber cómo va a actuar en cada momento, como le pueden afectar las desilusiones, o contravenciones y que resulte creíble es complicado. Yo me he creído el personaje en todo momento. Unas veces parecía estar cuerda, y otras simplemente su voluntad estaba completamente aniquilada.
Una persona que no ha podido superar la pérdida de su hermana y que recibe por ello asistencia siquiátrica, puede perfectamente ver alterada su vida normal con una serie de estímulos que le inciten a vengar su desaparición y muerte.
El inspector Lorand, el otro personaje fuerte de la novela, está igualmente bien perfilado, conocemos a la perfección su físico antes del cautiverio, durante y después de él. Vemos como sus sentimientos y sensaciones van montados en una montaña rusa, igual se hunde porque no ve ninguna salida, como se auto inyecta moral y piensa que es fácil salir de la situación en la que se encuentra. El cautiverio nos deja ver lo más recóndito de su alma, y como va evolucionando hasta el final.
Pero si alguien me sorprendió fue Gaëlle, la mujer de Lorand, con ella tuve sentimientos encontrados, llegué a tenerle mucha pena por amar a un hombre que sabía a ciencia cierta que la engañaba y me sorprendió con el secreto que guardaba. La fuerza y la seguridad que destila esta mujer es impresionante.
El resto de personajes son todos necesarios para completar el puzle, cada uno tiene su lugar y es pieza indispensable, nada le sobra ni le falta. Y la autora sabe jugar bien con la ambigüedad de forma que nos induce a crear y ver culpables donde no los hay, porque si algo queda claro es que muchas mujeres y algún que otro hombre le tenía ganas al inspector Lorand.
He disfrutado muchísimo con esta novela de Karine Giébel, tanto que seguro que si encuentro algo más publicado de la autora le daré una oportunidad. Aunque superar este libro puede llegar a ser complicado, lograr cerrar todas las tramas abiertas y mantener la atención del lector al mismo nivel durante toda la narración es un reto que pocos autores consiguen mantener en todas sus publicaciones.
Este es uno de los libros que más recomiendo a los lectores de novela negra, y sobre todo a los que participan en el reto los diez misteriosos, porque sin duda disfrutaran con él.