Tercera Entregala purificación del amor7. EL RUMOR INVISIBLE DEL AGUA
Clave
No sabía como empezar. Ayer lo tenía todo tan claro, tan sumamente líquido pero hoy todo se me ha escapado, se ha hecho invisible y es como si no pudiera continuar diciendo nada. Al principio la cosa trataba de que Gustav e Isabella se conocieran. Que la pareja se trabara en una relación problemática dada por las extravagantes circunstancias de sus personalidades; que con el tiempo, la sufrida pareja fuera dejando al descubierto los azotes de la sociedad del consumo, la adicción de los individuos a la soledad y el trastorno cada vez más degenerativo de este siglo emergente donde todos tenemos la desesperante necesidad de una compañía. Ese padecimiento de necesitar de otro aunque solo se trate de llenar una inutilidad, una gana de estar haciendo nada o de no estar entendiendo, a pesar de todo, absolutamente nada tenía que reflejar el declive de una evolución humana desesperada por sus infinitos deseos de respuestas y comodidad. La novela tenía que ser capaz de demostrar ya no la era de la sospecha sino la llegada de la agonía. El mundo inevitablemente se había lanzado en picada libre, después de su cúspide evolutiva y de su enconada obsesión deslegitimadora, hacia el abismo. Por fin tras milenios de historia la civilización había encontrado el desamparo y esta novela tenía que dejarlo en claro.Todo debía fluir dentro de una atmosfera psicodélica que iba a rumorar, a través del elemento agua, los extraños mundos de lo sobrenatural. Lo invisible iba a aparecer así como así, sin más remedio. Lo invisible en cualquier parte de repente, allí, sin más ni más, caído o presentado de santiamén como cuando se truenan los dedos o nos encontramos con la persona menos esperada a la vuelta de la esquina. Como el mundo mismo. Iba utilizar ese recurso para contagiar, para escapar, para declarar el placebo. Iba a describir sobre algo que escapara a la lógica y las leyes y que permitiera extraños eventos donde lo paranormal fuera el artilugio para fomentar y salvaguardar al hombre del hombre. Hechos que fueran premeditando a los enamorados hacia constantes separaciones, hacia innumerables y herméticos momentos de tensión donde el lector no le quedara de otra sino sentir compasión por los desamparados personajes y su dolor amoroso. Quería un dolor que les rajara las emociones como si las emociones mismas fueran leña seca que se va almacenando para tan solo prender una chimenea.Necesitaba de estos evidentes desastres para dejar sin atributos lo evidente, para poder introducir hacia el final de la obra el abismo de la desolación. Quería una devastación que se llevara todo consigo. Un holocausto amoroso que eliminara el universo. Eliminar de alguna forma un sujeto, un personaje, consistía para mí en extinguir un cosmos. Esta tesis Borgeana la había evidenciado en Ana Karenina, allí, el ruso tenebrosamente había premeditado todos los detalles de un destino que inexorablemente, siempre, lectura tras lectura, resultaba más esplendente, más uróboros.Quería algo similar, algo que iniciara con el mismo tren y que al final debía aplastar todas las “Anas kareninas” de mi literatura.Flaubert describe una situación poco impresionante que llevan a cabo en una calle, después de visitar un burdel, los dos personajes centrales de la novela “Una educación sentimental”; al final ese acontecimiento es recordado por esa amistad atormentada. Increíblemente el recuerdo que como lectores pasamos por alto en los primeros capítulos se convierte en el detalle crucial que determina el fin de la obra.Yo deseaba que el suicidio del estudiante del colegio San Bartolomé se olvidara sin mayor necesidad unos capítulos más adelante. Que Gustav e Isabella tomaran la fuerza intensa que llegaron a tomar Tomás y Teresa en Kundera, quien atormentado por la imagen de sus personajes, solía verlos a todas horas en todas partes. Deseaba que Gustav e Isabella obsesionaran a los lectores y que fueran capaces de reflejar las fantasías, modelos y esperanzas de la juventud.Pero nada de esto pudo suceder ni pude hacer ocurrir. Ese suicido había sido definitivo.Tras el misterioso hallazgo del cuerpo colgado de su hermano Tomás en uno de los salones de la universidad a Azariel no le quedó de otra que planear su desaparición. Esta debía ser llamativa y rotunda.El padre Bartolomé el único capaz de poder controlarlo desde su nacimiento e impuesto como su protector y maestro minutos después de que fuese bautizado fue quien le colaboró en su escape. A la 1:30 pm cuando el timbre sonara, él tenía que salir corriendo por el pasillo del cuarto piso y abalanzarse desde el balcón.El suicidio fue un éxito.
Pasado
Cuando se dio el natalicio, nadie sospechó del doppelgänger. Tomás, su doble, estaba repleto de furia y el sello de tubalcaín que lo descubrió como impostor a veces se ponía de un color silente pero atroz. Todos quisieron eliminarlo, pero el mensaje de Azariel al nacer era impecable. Cuando los sacerdotes del templo del sol en Sugamuxi lo pusieron sobre la gran balanza de Chía, Azariel apretó fuerte el brazo de su doble. Ninguno de los sacerdotes pudo desasir ese abrazo que no significaba otra cosa que protección. Los intérpretes fueron concluyentes y determinaron que si al lanzarlos al río Sogamoso el pequeño Azariel no soltaba al impostor entonces ambos debían sobrevivir. En cambio si Azariel lo soltaba el doppelgänger debía morir ahogadoEl destino de las dos criaturas estaba firmemente ligado por un lazo de sangre que desde ese momento comenzó a estar siempre a prueba.Favio era en aquella época el zaque. Nadie comprendió estos eventos hasta que comenzó la caza, la caza de brujas, como se le denominó a los asesinatos realizados por McCarthy. Las cartas de las cofradías alquimistas de Chicago y Manhattan llegaron a los tres días de haber nacido Azariel y todos iniciaron la errancia y el repliegue hacia los lugares más apartados del planeta. Pero aquel día nada se sabía y los bebés fueron amarrados con una gruesa cadena de plata y sumergidos en las aguas trasparentes y luminosas del río encubierto. Azariel no soltó jamás a Tomás. Justo en el momento en que los labios del pequeño que no tenía tatuaje tocaron las aguas, estas comenzaron a ponerse de un color azul blues, ese azul antiguo del jazz lento, al mismo tiempo que las aguas del río sucumbían a la tristeza todos los allí presentes empezaron a derramar lágrimas puras y fueron testigos de cómo las cadenas de plata mutaban a un color lazulita que pronto hizo flotar a los neonatos hasta sacarlos del fondo del agua; la cadena era un largo rosario de nubes que los mantuvo a flote hasta que a los sacerdotes no les quedó de otra que aceptar la unión, que imperante, determinaba el pequeño Azariel.Favio fue el responsable de nombrar al niño con el nombre secreto de Azariel el cual significa “aquel que domina las aguas” y de bautizarlo con chocolate y de darle la tarea a Bartolomé, quien gracias a la firma galáctica había sido entrenado en el control de cualquier líquido, del eterno cuidador. Desde entonces las aguas invisibles del río Sogamoso no dejan de rumorar la antigua canción “Ameno” de la milenaria raza roja. Cuando Azariel se lanzó desde el cuarto piso del colegio san Bartolomé, Favio supo que tenía que desaparecer. Fue lo único que pudo hacer para proteger a Gustav.