Revista Cultura y Ocio

Janucá VII

Publicado el 26 agosto 2011 por Zeuxis

Janucá VII
Janucá VIILa purificación del amor12. HRÖNIR AND UR
Esto es casi más extraño que la película «Más extraño que la ficción», la cuestión está en que al tipo este le encanta venir todos los días a la biblioteca, no lee, pero está en todo, es un gran observador de lectores y podría decirse de vidas, pero también es un gran distraído, hace algunos días dejó olvidada su agenda encima de una de las mesas de lectura, tenía cantidad de apuntes, cosas disparatadas, citas de uno y de otro escritor e innumerables palimpsestos y anotaciones personales, lo más gracioso fue encontrarme con las correcciones que un desconocido al parecer le había hecho a sus esquemas antes de que la encontrara. Fue asombroso, era el segundo desconocido que tenía entre las manos la agenda. Alguien ya la había estado hojeando y atrevidamente había osado corregir tildes, comas, puntos, exclamaciones y hasta la sintaxis en muchas de las frases encontradas.Lo aparatoso y extravagante era que el otro sujeto había corregido hasta las frases de inmortales tales como Beckett o Michaux. Pero esto no era tan impresionante y no pasaba de ser una simple anécdota. Lo que me llevó a convertirme en su perseguidor fue lo que más adelante leí en esa agenda. El hombre al parecer está escribiendo una novela, una historia sobre dos chicos que se enamoran trágicamente. Vi algo de conjuro por recuperar una juventud perdida en esto de narrar una historia con personajes tan jóvenes. Pero lo más absurdo lo encontré en la cuestión de que al parecer él cree firmemente en que esos personajes pueden llegar a existir en su mundo. Hay señales por toda la agenda que parecen advertir sobre un demente, pero su escritura es tan lúcida que bien podría tratarse de una técnica literaria que busca la metatextualidad o la metaficcionalidad.Me arriesgué a creer en algo más espeluznante, quizá él también era un perseguidor y estaba trazando la historia no de dos creencias sino de dos personas reales, quizá él también fuese un ser angustiado que al no poder crear algo propio necesita y se obliga al menos a describir y convertir en narración la vida de los otros. Durante la primera semana pude notar que el anciano buscaba siempre la misma sala de lectura, la misma mesa y de hecho la misma silla, le chocaba que los encargados de ordenar libros le cambiaran de lugar su silla. Una mente fácil de investigar, con hábitos cerrados y maniacos y con ciclos de actividades predecibles. Días después pude notar que el anciano no sólo tenía una sino dos agendas, en la primera estaban estos apuntes que eran como la bitácora de su conciencia y sus maravillamientos, en la otra se encontraba el desarrollo estricto y estético de lo que lograba metabolizar de las escrituras de la primera agenda. De esta forma pude capturar su modus operandi, las citas eran epígrafes a textos que él buscaba proyectar o que ya había proyectado y planeado pero que de alguna manera él necesitaba ordenar. Las notas por otro lado eran pies de páginas que explicaban o preguntaban sobre el carácter, la atmosfera, la trama y demás ocurrencias y trabas que se le presentaban en su camino de escritor.Gustav e Isabella se convirtieron en unos personajes entrañables para mí, ambos estaban bien definidos pero al mismo tiempo su estilo los hacía oscuros a cualquier asimilación o adaptación cotidiana, podían ser cualquier par de chicos, cualquier pareja deambulando por las calles pero a la vez ninguna. A veces me sorprendía espiando a la gente en la calle, buscando sus rostros, buscando en tantas caras anónimas, la cara y el rostro que debían tener Gustav e Isabella.La historia hasta el momento auguraba un encuentro, un encuentro que debía darse dentro de muy poco tiempo y en un lugar muy real y muy conocido. El vejete había configurado como espacio para el clímax novelístico, la biblioteca misma donde pasaba todas sus tardes.Pero había algo roto, algo como un hoyo en todo esto. Como un sabor amargo que sólo se tiene cuando se despierta azorado por un sueño que no se puede recordar.Isabella debía llegar muy puntual a la cita, ella tenía un afán por reconocer al hombre que de pronto había comenzado a amar pero de alguna manera tenía que notarse el temblor de su alma, algo debía producir el efecto de incertidumbre en esa cita. Una de las preguntas cruciales en el asunto era cómo debía ser Isabella y cómo debía comportarse, me llamó mucho la atención esa incógnita que el autor se planteaba sobre el ser. Si bien sabía, Isabella era una mujer larga y firme de piel dorada y ojos casi amarillos.  Pero a decir verdad, esa pequeña descripción no decía nada, no denotaba más que un simple maniquí. Isabella debía tener algo que la convirtiera en única, que la hiciera diferente y especial. ¿Qué podía ser aquello que la llevara del plano de la imaginación al plano de la realidad?, simplemente no se me ocurría nada, no era escritor, no tenía idea de qué podía crear el vejete para hacerla tangible, sin embargo tenía algo muy claro, sabia de la vida y uno en la vida no se fija en una fisionomía que pueda tener cualquiera, uno se fija en detalles que pueden ser la clave para que algo simplemente se convierta en inolvidable. En este caso estaba seguro de que las manos de Isabella tenían constantes rasguños ocasionados por los gatos debido a los persistentes juegos que se daban tarde tras tarde, además ella había cogido la costumbre de reírse ronroneando como los gatos, esta condición de su risa era el hazme reír entre sus amigas y era lo que la hacía extrañamente popular a la hora de ser parodiada por sus compinches. Además yo consideraba que esta mujer extraña y maravillosa debía poseer un talento especial para entornar los ojos, para acariciar una mano al saludar y para decir con marcado acento caleño ese “vos” que  desplaza con elegancia el pronombre personal. Cuando Isabella lo expresa es como si besara, me dije. Sin embargo lo más llamativo no eran estas cosas concretas, sino los aspectos de su pasado que la hacían tan real para uno, Cuando era pequeña había adoptado a un gallinazo como su mascota y tuvo toda la intención de ahorcarlo y sacarle toda la sangre para bañarse con ella porque le habían dicho que la sangre de gallinazo era buena para quitarse el asma y ella quería quitarse el asma para siempre, Nicté tuvo que persuadirla de ese capricho enseñándole el arte del vudú y regalándole un monicongo, desde entonces la negra y la niña estrecharon una amistad y una correspondencia amorosa que iba más allá del sentimiento mismo que sentía por su progenitores. Lo más curioso también, era que solía soñar despierta; todos los días cuando su padre la transportaba en el BMW hasta colegio se quedaba paralizada mirando por la ventana trasera del automóvil y comenzaba a crearse cosas inverosímiles que luego daba a conocer en pequeños escritos. Solía deslumbrar a sus mayores con historias fantásticas como esta:«Mi nombre es María Alejandra y podría decir que soy nadie, sin embargo constituyo el centro del universo de una familia dislocada por los afanes de la ternura y la búsqueda de unión que pueda ofrecerles este sentimiento. Mis ojos son tristes, más esa no es mi condición, simplemente cargo con el capricho de una naturaleza que decidió ponerle a la herencia de los grandes ojos redondos de mi padre la desolación resplandeciente y cabizbaja que llevan los párpados de mi madre, esta mezcla, dio por supuesto el carácter de los míos con los cuales debo cargar hasta el hartazgo. Sucede que como soy muy pensativa y muy silenciosa con los adultos, ellos piensan que permanezco triste siempre. Tengo un cabello enmarañado y mi constitución es demasiado estilizada y fuerte para detenerme a pensar que nací como mero producto de un descuido coital, conozco la situación y el resultado que ofrece este tipo de incidentes; en la vida abundan cantidad de debiluchos que nunca lucharon o empujaron por salir, que llevan en la sangre un cansancio casi partido a la mitad. En cambio mi cuerpo es pura energía y aunque nací enferma jamás me he dado por vencida a pesar de que considero que vivir no tiene sentido alguno. La gran mentira también ha consistido en creer que al sobre estimularme con canciones de Mozart, con la creatividad de un abuelo que no es mi abuelo y con la insistencia psicológica de los reforzadores que ha ensayado  en practicar conmigo mi tío, yo deba ser una especie de niña genio o algo muy por encima del promedio. Este falso atributo es sólo una ilusión que opera desde el fortín de elogios y expectativas que son el todo de mi abuela.Sin embargo soy una niña común y corriente, algo extraña pero no excepcional. Lo que asegura mi rareza se basa en la forma personal en la que he dado en construirme una personalidad totalmente alejada de cualquier estereotipo, sin embargo, estas molestias, tienen su explicación.Visto siempre con jeans sueltos y con blusas a rayas o de un solo tono, no me interesan los chicos, pero si los amigos y he aprendido un poco sobre la vida y la muerte a partir de las tantas y tantas mascotas que he tenido que enterrar.Vivo sola con mi madre y permanezco la mayor parte del tiempo acompañada por Muñeca, una perra tonta y nerviosa que amo con toda mi alma. Vivo en un pueblo y voy a menudo a la ciudad, los contrastes son definitivos, pero a pesar de todas las limitaciones de modernidad que ofrece un pueblo adoro estar más allí que en la urbe donde me obligan a un encierro por seguridad de malhechores o accidentes. Soy veloz y aprendo rápidamente a hacer cualquier cosa simplemente observando las acciones o los procedimientos que alguien con destreza pueda ejemplificarme. Por lo general me he acostumbrado a pensar en dos o tres planes a la hora de hacer algo, eso me convierte en alguien que está adelantándose a cualquier evento, pero soy estúpida y cruel como todos los demás niños.Hay cosas que percibo muy bien, la tristeza, el enojo, la frustración o la preocupación pero me cuesta llegar a  un equilibrio compasivo que sea asertivo con esas expresiones. Sí, podría decir que soy nadie, pero resulta que tengo once años y a esta altura ya me estoy convirtiendo en una mujer y algo que no entiendo muy bien me hace querer vivir más que nunca».Este marcado don literario era increíble pero tan sólo era una proyección que yo imaginaba, era, a decir verdad, mi propia ilusión de creer en una necesidad que el vejete había satisfecho a la hora de constituir en Isabella una especie de alter ego de sus más profundos propósitos.Pero esa era la imagen que yo me había creado a partir del modelo que primitivamente tenía entre mis manos. De hecho estas descripciones no existían en ninguna de las agendas del anciano, eran productos de segunda mano, cosas que estaban siendo enriquecidas por la creencia de esa bola de nieve que astutamente, al parecer, había logrado crear el misterioso narrador en mi expectación con los simples pincelazos que describían el arquetipo universal de Isabella como protagonista de una historia.En uno de sus apuntes había leído que Isabella al ir creciendo, al ir convirtiéndose en adolescente comenzó a olvidar ciertos dones: algo en ella había sucumbido para siempre a la condición de lo ordinario aseguraba el anciano. Este simple bosquejo, pista de algo que había ocurrido misteriosamente me ensañó a intentar crear su infancia extraordinaria. Al parecer me estaba convirtiendo en coautor de la novela.Decidí, para poder frenar este impulso, hacer algo absurdo, decidí acercarme a él, ganarme su confianza. Fue sencillo, el gusto por la literatura lo hacía vulnerable al tipo de conversaciones que había planeado.Al principio hablábamos de la degeneración que el comercio había logrado con el libro, luego fuimos adentrándonos en la monstruosidad que el hombre mismo había osado cometer contra la memoria; ambos coincidíamos en algo, si el libro era ya una tecnología, ¿para qué era necesario atiborrarla con otras tecnologías?, el video, el sonido entre otras no eran más que extensiones de una única y perfecta tecnología: el libro.Fue fácil sacarlo de su mutismo y hacerlo subir a la cafetería a beber un expreso al son de estas y otras deslegitimaciones que efervescentemente comenzamos a compartir en la terraza de la biblioteca.Al parecer el viejo no tenía sospecha ninguna de mi cometido, al parecer yo tampoco tenía certeza alguna de qué era lo que iba a sacar en claro con todo esto, sin embargo ya había iniciado el juego y me era imposible no llevarlo a término.Hay algo extraño en esto de comenzar algo: una motivación única que va más allá del sentido práctico que conllevan las acciones corre subterráneamente adentro de nosotros incitándonos hacia lo desconocido.En cada conversación no hacía más que estudiarlo como si fuese un espécimen raro, sus cabellos de un color semejante a una ceniza de oro parecían el mostacho de un Gallito de roca, en su cuerpo algo degenerado por el paso de los años se podía distinguir la silueta pasad de un hombre descomunal, sus grandes  manazas parecían las garpas de un gran oso de anteojos, sus orejas de caracal más alargadas que el pincel d pelos de un lince le dan un aspecto félido algo druídico, en su mirada de león había cierto gesto grave de macho dominante. Lo más especial en el aspecto físico de este hombre era la extravagante saliente de los arcos cigomáticos que le daban una especial fisonomía a sus pómulos y que lo hacían parecer un ser fantástico salido de alguna historia de duendes, era un ser especial para un retrato de criatura mágica. Un día mientras degustábamos un expreso en la cafetería me abordó sorpresivamente ―Mi nombre es Gustav y tú no me engañas, quieres saber cómo voy a seguir adelante con mi supuesta novela, quieres saber qué va a pasar, esa es la única razón de que estés hoy aquí conmigo―Este, eeeeeh…. ―la mandíbula se me desencajó, abrí los ojos como si me fueran a aplicar gotas, no acertaba a decir absolutamente nada, estaba congelado―. No, no sé, ¿por qué dices esas cosas?, ¿de qué hablas?, ¿qué novela?, ¿qué propósito?, ¿qué encuentro? Me desconciertas. Me intimida esta afirmación que haces. ―¡Vamos! no te las des de listo conmigo, soy un perro muy viejo como para poder ladrar echado.―¡Pero es verdad!, no sé de qué me hablas ―titubeaba y se notaba que estaba mintiendo, pero seguí, negaba con la cabeza y buscaba que mi expresión denotara ignorancia total sobre el tema.―Hace días diste con mi agenda, esa misma tarde la metiste en el bolsillo de mi gabardina con la cautela de que no me fuera a dar cuenta, ¿lo recuerdas? ―asintió y me miro con seguridad esperando que yo le respondiera, su expresión era sarcástica, estaba seguro de lo que decía y sólo parecía esperar mi confesión, había también algo de compasión en su mirada―. Vamos, puedes decirme lo que quieras, debes tener muchas dudas, adelante, trataré de colaborarte con la mayor cantidad de información que pueda.―¿Quién eres? ―fue lo único que acerté a preguntarle, estaba azorado, nervioso.―Soy Gustav, te lo dije hace unos instantes al presentarme.―No, no hablo de cómo te llamas, sino de quién eres, Gustav es tu personaje, pero tú, ¿quién eres?, el creador, un escritor que busca darle sentido a esa vida ―me fui con todo, de repente había recuperado mi seguridad. Si me había descubierto más valía ser descubierto con dignidad.―Soy Gustav ―se cruzó de brazos y me miro altivo, luego se me acercó―. No me reconoces, pero soy Gustav y todo lo que has leído es cierto.Me eché a reír, este anciano había perdido por completo la cordura, no sólo buscaba inmortalizar un personaje con poderes algo extraños sino que además creía a ojos cerrado ser ese personaje.―Gustav es joven, tiene el cabello dorado e hirsuto como si flameara encima de su cabeza una antorcha, tú se lo describiste empinado como si fuera el mostacho dorado de un duende o el sombrero de un pirata...―Y no negarás que las dallas en los brazos son magníficas ―completó mientras me sonreía y se remangaba la camisa celeste dejando al descubierto los tatuajes azul-oro que tenía en cada antebrazo―. Venían conmigo, tal y como mi hermano Tomás llevaba la marca en la frente o Azriel las alas en sus escápulas.Quedé estupefacto, los tatuajes eran hermosos y parecían hechos por alguien fuera de este mundo, era tan claros que parecían haber nacido allí tal y como aseguraba Gustav. Estaba confundido, el anciano se sentía seguro y me miraba con la compasión que sólo puede sentir uno por una persona que se encuentra en esa situación de incertidumbre y desasosiego. Mi mirada tampoco variaba mucho hacia él, ahora no sólo podía aseverar que el viejo tenía demencia senil sino que había llevado esa demencia a una esfera donde para él todo podía ocurrir. Al parecer Gustav o como se llamara, necesitaba de estas imposturas, su arruinado rostro parecía rejuvenecer al contacto con estás confidencias, su mitomanía hacía que sus ojos brillaran con un agrado tal que era imposible intentar persuadirlo de que hacía mucho había escapado de la realidad.   ―El inconveniente de tu mundo muchacho ―continuó―, es que la conciencia de la existencia del tiempo les arrebató por completo la sensación y satisfacción de la infinidad. No son idealistas. Han perdido la capacidad de proceder sobre la realidad con las meras operaciones imaginarias, han sustituido el poder de materializar sus ilusiones por el de alcanzar y construir sus opciones atendiendo a la plataforma de sus limitaciones. No obstante cualquier invento no es más que un esfuerzo infructuoso y siempre mecánico de una recreación de muchas lógicas; el razonamiento ha acabado con la creatividad y con la energía posible de su culminación ―se quedó mirándome como esperando alguna pregunta o alguna aprobación pero al ver que estaba perdido en sus elucubraciones decidió proseguir de otra manera su disquisición―. Todas las tardes vengo a verlos, algunas veces descubro que son sólo una quimera, una ilusión de cuarto, quinto, hasta de decimo orden, otras me doy cuenta que son objetos, recuperaciones originales, entidades deseadas y recuperadas por otros. No sé en que momento pasó pero si recuerdo la tarde que comenzó el desastre. Un día perdí mi agenda, tal y cómo la extravié esa tarde que tú la encontraste y la metiste a hurtadillas en el bolsillo del sobretodo. Era muy joven en aquel entonces y no supe actuar con sabiduría y prudencia, desde ese momento, desde ese acontecimiento todo, simplemente se ha perdido, es irrecuperable. He envejecido intentando redimir mi error, he pasado toda mi vida en esta biblioteca desde esa inevitable tarde intentado recobrar mi dignidad y el universo, he buscado inútilmente hasta el momento ese instante, pero él lo sabe, y sabe también que mientras yo viva nunca dejaré de intentar, de reconquistar y libertar de su avasallamiento ese acontecimiento. ―¿De qué me hablas?, ¿qué tarde?, ¿quién lo sabe?, cuéntame todo desde el principio por favor. ―mi corazón palpitaba a mil por hora, estaba a punto de escuchar una historia fascinante y quizás crucial y extraordinaria para mi vida.―Es una historia compleja, pero ahora tu haces parte indispensable del engranaje hacia el cambio que se pueda dar.―Entonces no perdamos tiempo, comienza, tengo todo el tiempo del mundo para ti ―Hice una señal  a la señorita que atendía  las mesas y mientras me acomodaba en otra posición en mi poltrona le pregunté―, ¿otro expreso? ―asintió con una sonrisa y llamando mi atención hacia los edificios y los cerros me invitó a apreciar el crepúsculo que tornaba de un anaranjado los ladrillos de las edificaciones y que llenaba de un color verde ceniciento la gran pared de montañas que se erguían en el oriente como una fortificación puesta estratégicamente allí para custodia de la ciudad.―Hace algunos años le dieron a esta ciudad el premio “el León de oro” en la décima muestra de arquitectura en la Bienal de Venecia, sin lugar a dudas se lo dieron por estos atardeceres que todavía los Bogotanos no han aprendido a apreciar, ¿no es maravilloso?―Sí, son esplendentes y no hieren los ojos, antes, los conquistan, muchas veces cuando necesito calmar mis emociones vengo a esta terraza y cuando el sol ha terminado de caer sobre los rascacielos, cuando el véspero comienza a zurcir con sus sombras el cielo, me reconozco más tranquilo, más reposado. ―Es verdad, es un espectáculo que calma y rejuvenece, pero ven, lo mejor será que degustemos del expreso adentro, ya que pronto lloverá ―se levantó con algo de nostalgia y mientras lanzaba una última mirada al paisaje, entró resuelto y de prisa como si sus palabras de verdad contuvieran un oráculo irremediable, Vi hacia el cielo, pero esté estaba totalmente despejado, sin embargo algo que ya no podía controlar y que comenzaba a mezclarse con la fe y la creencia me llevaba  a seguir a este anciano a ojos cerrados.Entramos en la sala y buscamos una mesa donde acomodarnos, mientras la chica corría las puertas que daban a la terraza, pude presenciar como una nube descomunal asomaba sobre los cerros y se desmigajaba en un aguacero demencial.Los árboles se estrujaron unos contra otros y un viento feroz comenzó a levantar hojarasca y remolinos de polvo entre las calles. Antes de que pudiera decir nada Gustav me asió del brazo y comenzó  a jalarme  hacia la salida de la cafetería.―pronto muchacho, no podemos perder un segundo, Isabella debe estar por llegar.―¿Isabella? ¿Pero cómo?, ella no existe.―Acaso no escuchaste nada de lo que te dije ―me respondió mientras tomábamos el ascensor. Ya adentro prosiguió―. Nuestras dimensiones a veces se cruzan y estas pequeñas intersecciones sirven para que gente de nuestra raza en ciertas vibraciones del universo puedan pasar llegar a realizar cosas sorprendentes en tu mundo que son necesarias para tu raza, sin embargo, muchas veces se dan concurrencias entre uno y otro mundo debido a una energía que lanza un idealismo centrífugamente consciente hacia los arquetipos mismos de la imaginación y la probabilidad de nuestro mundo, no sabemos todavía como sucede estos empalmes, azares que se insertan y que no podemos controlar, lo más que podemos hacer es percibirlos, comprenderlos y acompañarlos hasta su desaparición. A esta clase de presencias se les llama hrönir y son los “hijos casuales de la distracción o el olvido” no todos los humanos o los helsa logran materializar un hrönir pero cuando lo hacen, estos espejismos pueden llegar a  multiplicarse de formas inimaginables pero exactas. La elaboración de los hörnir puede modificar el curso de la historia, a veces la historia del pasado y a veces la historia del porvenir de esa ilusión que genera el movimiento, lo mismo sucede con los ur, estos son más especiales, ya que son cosas “producidas por sugestión, aducidas por la esperanza”. La producción de estos es más improvisada pero más peligrosa ya que no se dan bajo la fuerza de la distracción o el olvido que está sujeta a la recuperación o al descubrimiento sino que se dan bajo el deseo de la materialización y la ambición ―las puertas del ascensor se abrieron y salimos de él directo hacia la entrada de la biblioteca.Gustav se detuvo antes de subir los amplios escalones y ocultándose en un rincón como preocupado por ser visto comenzó a espiar el vestíbulo. De pronto una chica que llevaba una capa impermeable de plástico transparente un tanto gris entró corriendo a guarecerse de la tempestad que parecía inundarlo todo. Gustav sonrió. Al principio no pude reconocerla, pero cuando se quitó la capota mi sorpresa fue total. No podía creerlo, ante mis ojos se hallaba Isabella.―Contrólate, si despiertas sospechas tu ur comenzará a sufrir y se esfumará como si apenas fuera una mancha gris de ceniza en el aire causando gran desconcierto en todos lo que puedan presenciarlo, no debes dejar que esto suceda, pocas veces los Uristas como tú llegan a presenciar su objeto deseado.Lo miré aterrado. ¿Mí ur? ¿cómo podía decirme eso con tanta seguridad?, este viejo decrepito que tenía el poder de persuasión mas dominante que hubiese conocido nunca y que tenía la única mirada  capaz de atravesar los mares más inhóspitos del escepticismo humano, me planteaba una digresión que hacía temblar mi alma hasta lo espeluznante.―¿Mí ur?―shhhhh! ―pensé que se había molestado, su gesto era imperativo ―. ¿Acaso nunca me escuchas cuando te hablo? Aprende a ser más cuidadoso, cállate y observa.Isabella bajó los escalones, pasó por nuestro lado sin inmutarse y subió las escaleras que llevaban hacia la antesala del segundo salón de lectura.―pronto, vamos, al ascensor, debemos llegar antes que ella. Apúrate en el camino te explico. Quizás estuviera loco de remate pero su vitalidad y su juego eran seductores a más no poder, esta vez fui yo quien aceleró la persecución, en un abrir y cerrar de ojos estábamos sentados en una de las mesas que daban al fondo de la sala de lectura.―Nunca me reconocería, por eso debo acudir a ella. Tu te sientes más atraído por Isabella y has logrado comulgar más con el arquetipo, pero para ti, Gustav, o sea yo, soy, sigo siendo difuso.  Este es el problema de los ur, cuando se trata de un ur, cualquiera puede parecerse pero cualquiera también puede ser muy diferente, en los ur pasa algo singular y es que no son fieles al modelo tal y como sucede con los hrönir, en su caso, estos pueden llegar a ser visionados por doce sujetos en un determinado lapso de presencias y cada uno de ellos a pesar de la degeneración que cada uno sufra en su nivel, se parecerá al modelo original, conllevará algunos de sus defectos y algunas de sus perfecciones pero mantendrá la geometría y la realidad plasmada por el artilugio verdadero, en los ur no sucede esto, por su condición única―me miró seriamente y luego concluyó ―, o dime, ¿podrías reconocer al Gustav que, en este preciso instante, espera a Isabella.Había siete tipos jóvenes sentados en las mesas del fondo, cuatro de ellos se ajustaban a la descripción de un  posible Gustav pero ninguno me daba una señal de certeza. Era imposible reconocer cuál de ellos era.De pronto recordé: “me reconocerás porque mi cuerpo empezará a brillar para ti como una luciérnaga”, claro, allí estaba la solución al problema.―Pues sencillo, cuando Isabella entre por esa puerta, Gustav comenzará a resplandecer ―el anciano contuvo la risa, me miró a los ojos sorprendido.―De verdad que eres ingenuo. ¡Claro!, porque no se me había ocurrido antes, sólo es cuestión de esperar a que Gustav se ilumine como un bombillo, eso no va a  llamar la atención, cuántos focos humanos no van por ahí entre las calles, ¿verdad?Tenía razón, acaba de expresar una estupidez, lo único que podíamos hacer era esperar. Isabella entró titubeante, sus ojos parecían querer salirse del rostro, estaban ansiosos por ver a Gustav. Avanzó temerosa hacia el lugar de la cita, realizó una indagación tal y como yo la había hecho a los siete sujetos, de pronto comenzó a caminar decidida hacia uno de ellos que de inmediato se levantó, le acomodó una silla a su lado y la invitó a que lo acompañará.No cabía duda, el anciano era un perseguidor, al parecer llevaba años acosando a estos enamorados y su trabajo se revelaba en la magnífica historia que me tenía prendado a más no poder.―No imagines cosas absurdas joven, estas son tus creaciones. Mira a Gustav, no se parece en nada a mí y sin embargo es el primer ur que puedo apreciar con bastante perfección. Siempre me he encontrado con Hrönir y ya estaba algo harto de esas figuras. Al principio éramos todo el grupo, luego me fui quedando sólo y juré no desfallecer en la causa ni dejar de encontrar cada versión hija de la distracción y el olvido. Nunca proferimos un ur, sabíamos que proferirlos era comenzar una avezada abstracción, una portentosa superstición que podría conllevarnos a una codicia imperdonable y por lo tanto a nuestra propia perdición. Realizamos en esta misma sala un codicilo y nos dimos en cazar todos los esquiroles que pudiésemos hasta poder encontrar la manera de recuperar la agenda.Todo sucedió hace mucho, yo era muy joven y tenía curiosidad de esta mujer, estábamos en una etapa peligrosa, sin embargo, yo no estaba enterado todavía de muchas cosas, aquel día llegué lleno de supersticiones y esperanzas, me encontraba en una de esas sillas, estaba ansioso de verla y no podía dejar de evaluar la entrada de la sala, mi sistema reticular estaba obseso con ese encuentro, no escuchaba, el mundo para mi era ese portal de sala. De pronto el espejismo o la esperanza jugaron con mi incertidumbre y la vi. La vi entrar, titubear y salir. Me quedé sentado, inmóvil, nervoso, ¿acaso se había arrepentido? Me levanté, dejé todas mis cosas sobre la mesa y salí deprisa a su encuentro.En la entre sala no estaba ella, solo me encontré con el empleado de seguridad, los cubículos con los computadores de búsqueda y una anciana que se deleitaba en la poltrona con el espectáculo que le ofrecía la tempestad.Volví a mi lugar y encontré mi agenda abierta, había un centenar de tachones y correcciones sobre cada uno de mis escritos y mi letra se había multiplicado en una inexplicable serie de notas que anegaban cada espacio en blanco de ese cuaderno donde había descrito mis primeros aprendizajes.Mire hacia todos los lugares buscando al responsable de esa fechoría, de ese ultraje siniestro pero ninguna cara me daba respuesta, estaba como un naufrago en mitad del océano oscuro. Miré una vez más hacia la puerta pero ella nuca llegó.La vida siguió de alguna forma. Por más que intentaba comunicarme con Isabella me era imposible, algo o alguien impedía mi telepatía. Pronto sucedieron cantidad de hechos horrorosos. Acontecimientos que comenzaron a multiplicarse como palomitas de maíz cambiaron el curso de todos los destinos. Fue cuando regresó Favio, mi madre recuperó sus poderes, la pareja Kaulitz se unió a la causa y la guerra se dio. Ganamos, nadie murió, pero uno a uno sabíamos que esa guerra era apenas un distractor, una estrategia para causarnos una satisfacción  que no podíamos sentir. Todos estaban al tanto de la desaparición de Isabella y poco a poco fueron conociendo mi historia, pronto supimos que Marcial había hecho todos los garabatos en mi agenda, que él, aquella tarde había logrado ganarnos, hacía mucho tiempo sin darnos cuenta. Desde entonces dejamos de pelear contra su tropa y nos dimos a la tarea de encontrarlo, habíamos perdido a Isabella y el último lugar en el cual se había visto o la había visto había sido en esta biblioteca.Al principio no sucedió nada, pero un día vimos entrar a Gustav, un Gustav joven idéntico a mí, una reproducción total y extraordinaria, un meme perfecto, vimos como se acomodaba en el fondo de la mesa y comenzaba a escribir lo que yo había escrito antes en esa agenda, quedamos atónitos luego fue cuando nos percatamos de que habíamos sobrepasado todas las reglas y los límites, sin embargo esa salida azarosa fue la única opción, nos mirábamos entre nosotros como culpándonos, buscábamos al infractor, teníamos el prejuicio de que esa imagen sólo era posible gracias a un deseo, a una ambición, a una esperanza, pero nuestra energía no mostraba la más mínima mancha, fuese lo que fuese que estuviésemos viendo, no había sido causa nuestra, no era un ur.Al parecer esa imagen solo podía ser hija de un olvido. Estudiamos la situación profundamente buscando respuestas y al final concluimos que aquel chico que conservaba tan fielmente todos mis atributos era nuestra única salvación, el Gustav que estaba sentado allí frente a nosotros sólo eran producto de algo que yo había perdido. Esa imagen, ese encuentro era el Hrönir que había extraviado en mi juventud y ahora lo recuperaba. Lo extraño del caso es que en la producción de Hrönir solo son posibles objetos o sujetos nunca acontecimientos totales. Por ser de otra dimensión y de la raza helsa y por haber perdido el objeto de mi amor en tu mundo el poder de fabricación de los Hrönir era mucho más fuerte, fue debido a esa causal interferencia de nuestros mundos lo que me había conllevado a encontrarme con un Hrönir que escapaba a toda clasificación. A Favio no le importó mucho ya que entrevió en este hrönir la clave para dar con Marcial y acabar con el ciclo vicioso.Si el hrönir que teníamos al frente fluctuaba tal y como debió suceder en la realidad hacía muchos años era probable que pudiésemos ver en que momento había entrado Marcial y qué era lo que había realizado sobre la agenda.Aquella tarde espiamos la pareja y robamos la agenda de Gustav.Esto no sucedió una sino muchísimas veces y cada vez nos encontrábamos con más pruebas, hace algunos días llegué al penúltimo anagrama que me  puede dar la ubicación precisa para dar con Marcial y hoy gracias a ti develaré la última pieza de este puzle que Marcial logró aquel día, si lo logro, tendré una única oportunidad de enfrentar a Marcial y recuperar a Isabella. Si no, yo mismo, me convertiré en un espejismo ―se quedó largo rato pensativo sin quitar el ojo de encima a la pareja que reía y se asombraba de sus propio diálogo, luego me tomó ambas manos entre sus dedos y me sonrió―. Tú has logrado algo maravilloso, no sabes lo valioso que has sido. Te agradezco que te hayas apasionado tanto por una historia y que hayas logrado generar un ur. Sin ti, esta última jugada no hubiese sido posible.Todos los días refundo la agenda esperando a ese personaje que pueda sentirse conmovido por la historia, tu has logrado sucumbir no al ejercicio literario sino a la ilusión de crear, te propusiste una causa, un sueño que hoy nos ha unido y que increíblemente salvará nuestros destinos. No sabía que decirle. A esta altura nos sabía si estaba demente o cuerdo, si era un genio o un mero orate venido a menos a alejarme de todas mis obligaciones.Fuera quien fuera, yo quería saber más. Examinamos y perseguimos con cautela durante todo el resto del día a esa pareja, presenciamos su evaporación en los confines mismos del cansancio y dimos con el último acertijo de Marcial. Los siguientes días fueron pesados, pero al final pudimos armar todo el rompecabezas.

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