Revista Cultura y Ocio
La purificación del amor13. EJERCICIOS Y EXORCISMOS
Antes del gran encuentro compré una agenda de tapa negra que terminó siendo imprescindible. La libreta tenía sobre la cubierta una insignia de un escorpión de plata que era desgarrado por un águila. Este sello flotaba sobre una ciudad algo gótica y el hecho de tener una iglesia y un escorpión fue lo que me llevó a adquirirla ya que dichas imágenes me recordaban mi infancia. Fue allí donde anoté cada uno de los trans-mundos. En caso de que Gustav muriera, la bitácora serviría para que otro guardián pudiese seguir con la misión. Describirlos fue una forma de exorcizarme de romper con el poder hipnótico, de liberarme del avasallamiento que cada relato tenía, de las pruebas inobjetables de realidades paralelas que eran esos objetos fantasmas. Estos son los once Hrönir y el Ur que me conllevaron a creer e internarme en un mundo fantástico y veraz; estos son los doce trans-mundos que esclarecimos con el anciano Gustav para dar con Marcial.
§ 1. Poliptoton. Antes que nada: el acontecimiento.
En seis hombres enfermos (seis veces), David Lynch repite con pequeñas y casi imperceptibles alteraciones un cuadro, una secuencia animada que baraja la idea de la enfermedad y la degradación de los órganos, lo crucial de este cortometraje radica especialmente en esos detalles que hacen único cada paquete de imágenes. A veces en nuestra vida ciertas cosas se repiten de igual manera produciendo lo inhabitual, lo inusitado. Ese extrañamiento es lo que el observador debe reconocer. Unos dientes negros, una oreja puntuda, un pequeño lunar con la forma de un trébol, una hoja en mitad de un libro sin nada escrito en ella o un color que de pronto trasforma la atmosfera en otra dimensión apenas diferente a la que estaba son las cosas que conllevan a admitir que el acontecimiento sufrió, que fue intervenido de alguna forma.El problema no está en explorar cada acontecimiento buscando en él su alteración, el problema consiste en saber cuál de todos los acontecimientos es el original y en admitir, que gracias a este, los demás han sufrido un cambio convirtiéndose ya no en cosas únicas sino en copias. Pero el verdadero meollo consiste en reconocer cuál de todas las acciones dadas en el original es la que origina el juego de espejos, la que contribuye a la manía.Para mí todas eran únicas. Para no sentir esta incertidumbre nos fue preciso y necesario crear un esquema que nos permitiera o nos facilitara aislar las distracciones obvias, aquello que se daba en todos los acontecimientos para poder concentrarnos en lo invisible.A Gustav le dio por llevar a cabo una especie de juego sintáctico que nos sería de mucho apoyo para poder comparar las diferentes versiones entre sí. Estaba fascinado con el ejercicio narrativo. La idea era describir cada suceso de forma tal que aunque contuviera la estructura base fuera distinto y único, para ello Gustav se valió de la alteración del tiempo, de las posiciones narrativas y de las figuras literarias. En algunos textos puse un granito de arena, sin embargo, tengo que decir que cada descripción, transcrita, fue obra de este genial anciano.
Esquema: Una tarde de esas donde el sol resplandece hasta poner al rojo vivo los ladrillos almagre de todos los edificios de la ciudad. En la sala número cinco de la biblioteca Luis Ángel Arango de Bogotá, un hombre, sentado en una mesa ubicada al fondo de la sala, espera a alguien; mira por el ventanal y sabe que va a llover, luego mira hacia la entrada de la sala y le parece ver a una chica, sale hacia el corredor, llevando toda su vida hecha un manojo de nervios hacia ese espejismo, luego entra desilusionado y se sienta resignado. La lluvia se convierte en tormenta, el hombre está por irse y justo en el momento en que está terminando de organizar sus cosas en la mochila, una joven irrumpe afanada en la sala, rápidamente se dirige hacia el hombre, él sonríe, ella también. Pasan el resto de la tarde juntos, el hombre le regala un libro, la charla se prolonga y se besan, la conversación termina, se comunican con miradas, se abrazan, se levantan y salen de la biblioteca. La tormenta cesa.
Conversación: tema uno; presentación y curiosidad por un objeto que se revela como extrañamiento, explicación del por qué de la cita. Tema dos; descripción de la misión y otros aspectos sobre la raza de helsa. Tema tres; descubrimiento de la razón de ser de la mujer, ilustración acerca del poder que ella tiene y del propósito de este. Tema cuatro; descubrimiento de la atracción que los dos jóvenes sienten, declaración de ese amor, ternura. Tema cinco; planificación de futuros encuentros, algo de humor, besos, despedida.
§ 2 PRIMER HRÖNIR. Clave: los botones artesanales y el cuerpo sin órganos
Esta era la primera vez que se sentía nervioso, no podía dejar de garabatear cadáveres exquisitos sobre la página 37 de su agenda. Las dallas de sus brazos estaban confundidas, no sabían si era momento de la lucha o de la caza, temblaban en la piel de Gustav. Una patina de lubricán se esparcía por entre los ventanales con una fuerza feroz; tumbaba sobre las mesas las cabezas adormiladas de los lectores, encandelillaba los rostros y obligaba a todos los seres que estaban bajo su calor y color inalienable a sentirse irreales. La atmosfera era élfica, totalmente anaranjada. Gustav era el único que podía resistir con la mirada ese crepúsculo siniestro, lo enfrentaba, lo devoraba esperando que arreciara la lluvia. La chica que entregaba los libros llamó: «¡pedido 0954!», un hombre de pelo largo rizado y que llevaba colgado en el pecho un colmillo de Diente de Sable caminó hacia la recepción. «Son míos», el hombre había cubierto el ángulo de visión que le permitía a Gustav vigilar la entrada de la sala. La señorita al otro lado de la recepción le pidió amablemente un documento de identificación y tras examinar y comprobar el código del afiliado en su base de datos, le entregó uno a uno los libros. Justo en el momento en que el hombre terminaba de recibirlos, Gustav pudo apreciar por un instante una extraña figura que pasaba por el marco de entrada de la sala, la figura no entraba sino que seguía de largo hacia los baños del corredor. Miró de nuevo hacia los ventanales y confirmó su sospecha, la tormenta había comenzado. Se levantó y notó que su cuerpo temblaba, el corazón le latía con fuerza descomunal y la frente le sudaba, caminó hacia la entrada, saludó a la vigilante que le sonrío y salió, se recostó contra el balcón de tal forma que pudiese vigilar contantemente los baños. Pasados unos minutos una chica salió, la observó bien, no era ella, esperó unos instantes más pero nadie se asomó. Entró compungido, avanzó cabizbajo hacia la mesa y se sentó en la silla de madera forrada en cuero. No quería ver la lluvia, no quería saber nada del mundo, quería tranquilizar su ira, debía reflexionar y aprender de esa desilusión. De pronto una voz lo sorprendió haciéndolo sonreír:― Dijiste que brillarías como una luciérnaga pero más bien pareces un faro echado a perder en una isla sin muelle. ― A veces los faros son las luciérnagas del océano ―le respondió mientras se levantaba de la silla y la invitaba a que lo acompañara. Isabella accedió, llevaba un pantalón descaderado estilo camuflado color azabache que le realzaba la cadera, las nalgas y sus fuertes y largas piernas, una blusa sin cuello color rojo estampada con una de las figuras de bansky (la niña de los globos), cubría sus medianos senos, la tiranta del top negro quedaba al descubierto, llevaba el cabello suelto y colgaba de su hombro izquierdo un bolso inmenso de color fucsia rojizo de material impermeable. Usaba una capota rara de esquimal que desentonaba por completo con su vestimenta pero que no despeinaba su largo cabello que pronto comenzó a tornarse verde-azulado. Isabella notó que Gustav sentía curiosidad por ese fenómeno.― Mi nana dice que es…― ¡El agua!, ― Si, ¿cómo lo supiste?―Debe ser eso, es muy natural, tu cabello es tu arma, deben ser cadenas o medusas, algo que pueda salir con facilidad en forma de olas, el agua es su elemento―. Gustav dijo aquellas palabras como si hablara con alguien que ya sabía todo, no pudo contenerse, solo cuando Isabella le respondió se percató de su imprudencia.― Pero ¿qué cosas dices?, estás loco. No es nada de eso, sólo es que se pone como triste y ya.― ¿Estás triste?― No, no quise decir eso, es que generalmente cuando llueve o cuando me mojo el cabello y estoy muy ansiosa o triste toma ese color como si se entristeciera, es como su forma de demostrar su carácter― tras escuchar aquello Gustav supo que podía darle un vuelvo total a la conversación eludiendo así algo que muy bien sabía no hubiese sido capaz de explicar.― ¡ahhhh!, un cabello con carácter, muy interesante, y sabe comunicarse o se mantiene tímido tan sólo cambiando de colores como un camaleón ―. Los chicos rieron y tímidamente buscaron a donde poder huir con sus miradas, una incomodidad coqueta los sobrecogía, no eran capaces de verse fijamente; durante unos segundos no hubo sino risitas diminutas y silencio. Gustav cogió la mano de Isabella y quitando el cabello de su rostro le dijo:― ¿Tú hiciste esos botones? ―Isabella le miró sin entender, Gustav repitiendo la pregunta señaló los botones que se encontraban prendados sobre la tiranta del bolso.― ¿Estos?, ahhh. Son sólo un pasatiempo, los hago con tapas de cerveza o de gaseosa, primero las aplano, luego hago los dibujos sobre cartón cartulina y los pego sobre las tapas, los bordes los pintó con los acrílicos de mi papá y les aplicó finalmente una capa de barniz. ¿Te gustan?, ¿quieres que te haga unos?― ¿De dónde sacaste los dibujos?― De mi cabeza, mira, este por ejemplo lo dibujé después de un sueño, imaginé un feto que en lugar de encontrarse dentro de una bolsa amniótica se encontrara en una especie de huevo de fuego, la placenta está llena de brasas, ¿ves?, este otro, es un perro pero su cola es un gato; es una mutación y pues para hacerlo más raro imaginé que su piel dejaba entrever el sistema circulatorio como si eso fuera lo único que tuviera por dentro, venitas, ¿ves?, ah, y mira este es el que más me gusta, se me vino un día en clase de filosofía, la profe nos hablaba de un poeta loco que influyó mucho sobre la filosofía moderna, su apellido es Artud o Aratud algo así y supuestamente para él los órganos son algo inútil; espera te leo, por aquí en mi agenda lo anoté, sí, mira, es Artaud y dijo: “no hay nada más inútil que un órgano”. Impresionante ¿verdad?, A mí me conmovió mucho esa frase y llegué a casa y dibujé automáticamente este botón, es raro, ¿verdad? Ni yo misma lo comprendo bien.Isabella estaba nerviosa y la única forma para tranquilizarse parecía ser ese hablar-sin-parar, sin embargo, no se equivocaba, las figuras eran impresionantes. Había dentro de la última figura un círculo que rodeaba a algo así como un hombre, pero este hombre no tenía ojos, estaba vacío, aquella criatura se desgarraba el pecho señalando que allí adentro también todo estaba vacío, la expresión era violenta, había una especie de confesión en esa figura, había una especie de movimiento angustioso y solemne, la sombra de ceniza sobre sus pies parecía despertar con su contacto a una extraña criatura, de allí, unas alas de fuego comenzaban a sobresalir como cuando un polluelo rompe el cascaron para emerger a la existencia. A pesar de ser diminuto todo el conjunto estaba bien representado, eran imágenes ancestrales, algo lacustres que le daban un sentido totémico, los botones vistos así, colgados siempre alrededor de Isabella, eran como sellos cabalísticos configurados para su seguridad. Sin embargo Gustav dijo algo que sorprendió.― Te comprendo bien. El primer botón es el Fuego maduro del que salieron los dos seres superiores: la salamandra y el hombre, por eso tu primer botón es de fuego ya que el fuego es el elemento primordial, el generador de energía y vida; en el segundo está representado la ambigüedad, por un lado interpreto la figura quimérica “perro con cola de gato” como un símbolo de protección, los gatos tienen propiedades cancerbéricas, su existencia consiste en la custodia de los mundos, quizás por eso, me imagino, está esa representación de transparencia en el cuerpo de los animales, algo que tiene que ver con la señal, para mí, indiscutible, de que no sólo te divertías dibujando sino que había un propósito de resguardo ― la miró como buscando aprobación y luego continuó―, en el tercero están las cenizas de donde emerge el fenix, la criatura inmortal, tus dibujos son un mensaje único cifrado en un tríptico que habla del tercer elemento y sus propiedades. El hombre sin entrañas refleja ese mensaje, Poimandres en el versículo 15 afirmó: “a diferencia de todos los demás seres vivos de la tierra, sólo el Hombre es doble: mortal por el cuerpo, inmortal por el Hombre esencial. Por consiguiente, a pesar de ser inmortal y poseedor de plenos poderes sobre todas las cosas, está sujeto a la muerte y sometido al Destino” ese es tu tercer botón. Ahí está toda tu idea. La proyección de un cuerpo sin órganos, no se basa en la frase de Artaud sino en lo que ella te hizo recordar; tú has representado las intensidades y las distribuiste en esferas, en espacios o spatium sagrados. Si notas, tus botones son muy pequeños, sin embargo, esas figuras no están limitadas en un espacio tú las hiciste libres, volviéndolas inextensas e intensivas ya que crecen según el propósito. El observador es esa alteridad que produce el límite o el infinito. Quizás fue eso o quizás soy yo el que imagino estos disparates, de todas formas son fabulosas Isabella.― Pero ¿qué cosas dices? Estás como loco, ya hablas como mi profesora de filosofía, de verdad que te falta un tornillo, no entendí ni media palabra, eres raro.Gustav se sonrojó, más que abrumado se sentía confundido y avergonzado, sin embargo, Isabella, sí había comprendido todo, siempre se había preguntado sobre el origen de ese impulso que la había llevado a realizar esas efigies y hoy había recibido una explicación que por fin tenía sentido. Siempre se había considerado extraña y más que extraña, ajena a este mundo, el chico que tenía al frente, parecía creer ciegamente en un mundo fantástico y extrañamente a ella parecía gustarle cada vez más, esta vez no se trataba de creer o de asimilar conjeturas como probables, esta vez se trataba de sentir lo raro en ella, de descubrir lo que verdaderamente era. Vistas así las cosas, es muy fácil predecir la atracción que los jóvenes comenzaban a explorar. Sin embargo ambos estaban prevenidos. Amar es sentir, Gustav e Isabella comenzaban a sentir. Toda la tarde juguetearon sacando a la mosca del frasco, rompiendo ese muro de palabras y el silencio poco a poco les enseñó a comunicarse. Al anochecer, cuando salieron a las calles repletas de turistas nocturnos, el barrio de La Candelaria, con el frío pegado a los balcones, le hizo recordar sus cuerpos, De pronto sintieron una ráfaga de aire helado y supieron lo que habían sido durante las horas anteriores: un cuerpo sin órganos, una entidad primigenia que depuraba el tiempo y el espacio, una realidad intensiva y extensiva.Por eso cuando volvieron a la subsistencia, al destino, llegaron a detestar, por unos segundos, los sentidos. En ese preciso instante en que sus cuerpos los habían hecho volver, arrebatados de su esfera amorosa, de esa elevada plataforma donde no era necesario algo tan denso como un cuerpo, tenían la certeza de que no había nada más inútil que los órganos.El reloj de la esquina marcaba siempre la misma hora, para ellos ese hora fue definitiva; se dijeron adiós con la sospecha de que jamás volverían a verse, el cobre de los pinos tembló.