Revista Opinión

Japón ya es una potencia espacial, y ahora quiere volver a serlo en Asia-Pacífico

Publicado el 18 noviembre 2020 por Juan Juan Pérez Ventura @ElOrdenMundial

Durante el siglo XIX y la primera mitad del XX, Japón se expandió por Asia, convirtiéndose en un imperio colonial que nada tenía que envidiar a los europeos. Pero no contento con ocupar la península de Corea, partes de la China meridional o Filipinas, Tokio también decidió combatir la presencia de Estados Unidos en el Pacífico. Lo hizo atacando la base naval estadounidense en Pearl Harbor, Hawái, en 1941, en un acto que desencadenó la guerra entre las dos potencias en el marco de la Segunda Guerra Mundial.

Aunque exitoso, el ataque contra Pearl Harbor fue la sentencia de muerte del Imperio nipón. Menos de cuatro años después, en agosto de 1945, aviones estadounidenses lanzaron sendas bombas atómicas sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki. El episodio puso fin de manera inmediata al conflicto, con Tokio rindiéndose de manera incondicional ante Washington. Aprovechando la victoria y para asegurarse de que Japón sería un aliado en el futuro, los estadounidenses redactaron una nueva Constitución para el país que restringía severamente sus capacidades defensivas. Y, en 1951, los dos países firmaron un Tratado de Cooperación y Seguridad Mutuas que también prohibía a los japoneses desarrollar multitud de tecnologías de aviación y aeroespaciales. 

Eso evitó que Japón pudiera poner en marcha una industria aeroespacial potente durante los años sesenta, cuando Estados Unidos y la Unión Soviética trasladaron su enfrentamiento ideológico a la exploración espacial, consiguiendo los mayores avances en ese campo hasta el momento. Pero Washington y Tokio pronto mejoraron sus relaciones. Estados Unidos relajó las restricciones y Japón pudo por fin comenzar a desarrollar su industria espacial en 1969, creando la Agencia Nacional de Desarrollo Espacial. Y no perdió el tiempo: a pesar de sumarse relativamente tarde a la carrera, Japón se convirtió, tan solo un año después, en el cuarto país en poner un satélite en órbita. 

Robotizando el espacio

Desde entonces, la industria espacial japonesa ha continuado creciendo rápidamente, como demuestra que en los últimos treinta años haya enviado a doce astronautas en misiones espaciales. O trece contando a Kirobo, el primer cosmonauta no humano en participar en una misión tripulada. Este pequeño robot fue diseñado como parte de una alianza entre instituciones públicas y empresas privadas para acompañar a los astronautas en la Estación Espacial Internacional (EEI), a donde llegó en 2013. Y es que uno de los motivos por los que el programa espacial japonés ha avanzado tanto y tan rápido en las últimas décadas es su colaboración con la industria robótica japonesa, líder a nivel mundial.

Japón ya es una potencia espacial, y ahora quiere volver a serlo en Asia-PacíficoGasto en exploración espacial de cada país en proporción a su PIB en 2013. Japón lleva décadas entre los países que más invierten. Fuente: Foro Económico Mundial

Japón no ha aportado sus vastos conocimientos en robótica solamente a misiones tripuladas. De hecho, estas no son una parte central de la estrategia espacial del país, que no tiene capacidades para enviar a sus propios astronautas al espacio. Al contrario, sus mayores hitos han sido las misiones no tripuladas, en particular las sondas Hayabusa y Hayabusa 2. La primera tuvo lugar en 2003, y su éxito consolidó a Japón como un actor importante en la exploración espacial, pues era la primera vez que se lograba extraer polvo de un asteroide y devolverlo a la Tierra con éxito. En 2014 Japón repitió la hazaña posando la sonda Hayabusa 2 sobre la superficie del asteroide Rygu, que orbita a más de trescientos millones de kilómetros de la Tierra, para recopilar muestras de su superficie y arrojar luz sobre los orígenes del Sistema Solar. Si todo va bien, las muestras llegarán a la Tierra este mismo año.

La industria espacial japonesa tiene dos objetivos principales: eliminar la basura espacial y establecer colonias humanas en la Luna. El primero pretende acabar con los cientos de millones de desechos que las misiones espaciales han ido dejando en el espacio a lo largo de los años. En su mayoría son partes de satélites antiguos que ya no sirven, y constituyen un peligro cada vez mayor, pues pueden colisionar con otros satélites o con vehículos espaciales. Japón, que desde mediados del siglo pasado se ha caracterizado por mantener una estrategia exterior basada en el pacifismo y la cooperación internacional, está explorando varias iniciativas para acabar con este problema global.

Una de las más destacadas consiste en desplegar una suerte de red de pesca de aluminio y acero de unos setecientos metros de longitud para atrapar esos restos y arrastrarlos a la atmósfera, donde se descompondrían. El proyecto fue probado sin éxito en 2017 por la Agencia Japonesa de Exploración Aeroespacial (JAXA), creada en 2003 al fusionarse las tres organizaciones espaciales que existían anteriormente. Pero la Agencia no ha abandonado la idea mientras busca otras alternativas. Una de las más prometedoras la ha presentado la empresa Astroscale, que pretende ofrecer un servicio de fin de vida para los satélites que ya no funcionan. Su idea, parecida a la propuesta anterior, consiste en que una nave espacial no tripulada recoja los desechos que orbitan en el espacio.

Colonizar la Luna junto a Estados Unidos

Además de recoger basura espacial, Japón se ha propuesto establecer colonias humanas en la Luna. Y aunque no tiene los medios para enviar allí a sus propios astronautas, sí cuenta con tecnologías punteras que pueden servir de alternativa a las aeronaves. Por ejemplo, ingenieros nipones han ideado un ascensor espacial para transportar personas a través de un cable desde la Tierra hasta la Estación Espacial, desde donde partirían hacia la Luna. Una solución heterodoxa pero que abarataría el coste del transporte, sobre todo comparado con los cohetes empleados ahora.

Pero la parte más ambiciosa de la estrategia japonesa viene de su alianza con Estados Unidos. Ambos países anunciaron en julio de 2020 que cooperarán en el marco del proyecto Artemisa, un programa de la NASA que pretende llevar astronautas a la Luna en 2024, casi cuarenta años desde la última vez. Los estadounidenses llevan tiempo interesados en establecer colonias en el satélite para explotar su superficie y llevar a cabo tareas de investigación. La NASA podría desarrollar la tecnología necesaria para hacerlo por sí misma, pero ha preferido abaratar costes buscando alianzas con socios estratégicos como Japón. 

¿Puede un país reclamar la Luna o Marte como territorios propios?

La NASA espera que Japón capitalice su amplio conocimiento en robótica y su potente industria privada, muy involucrada en el desarrollo de tecnología espacial, para aportar soluciones que permitan una presencia humana semipermanente en la Luna. En este sentido, por ejemplo, ya en 2019 la JAXA se alió con Toyota para que el fabricante automovilístico produzca vehículos de exploración que permitan a los astronautas desplazarse rápidamente por la superficie lunar.

Este tipo de iniciativas son precisamente las que busca EE. UU. de Japón, pues las alianzas con el sector privado, sujetas a la competitividad entre empresas, tienden a reducir los costes y maximizar la eficacia. En ningún lugar se sabe esto mejor que en Washington: el Gobierno estadounidense lleva tiempo cooperando con SpaceX y Blue Origin —empresas de Elon Musk y Jeff Bezos, fundadores también de Tesla y Amazon, respectivamente—, que se están preparando para ayudar a colonizar la Luna e incluso Marte.

La exploración espacial como herramienta diplomática

Para Japón, esta cooperación espacial tan estrecha con EE. UU. responde a un interés doble. Por un lado, podría brindarle la posibilidad de enviar a sus propios astronautas al espacio y romper así la última barrera de su particular historia espacial. Pero además su alianza con Washington también sirve a ambos para unir fuerzas frente a China, cuyo programa de exploración espacial avanza a velocidad de crucero desde que en 2003 envió su primer vuelo tripulado. Pekín también se ha marcado como objetivo la exploración lunar, y en 2019 se convirtió en el primer país en alunizar una sonda en la cara oculta del satélite. Y, quizás más importante, China se ha propuesto crear su propia estación espacial, un hito que le daría gran independencia en la carrera espacial.

Fruto de su pasado colonial, las relaciones entre China y Japón están marcadas por las tensiones y la desconfianza mutua. Por eso, y también para defenderse ante posibles ataques de Corea del Norte, que últimamente ha testado varios misiles balísticos sobre cielo japonés, Tokio comenzó en 2008 a eliminar las trabas que le impedían desplegar capacidades defensivas en el espacio. Así, en agosto de 2020 el entonces primer ministro japonés Shinzo Abe acordó colaborar con la Fuerza Espacial estadounidense en materia de defensa espacial. Y es de esperar que Japón se beneficie de los intercambios de conocimiento y tecnología del proyecto Artemisa y que pueda adquirir capacidades para desarrollar sus propios mecanismos de defensa espacial, como por ejemplo artefactos para detectar satélites espía.

Japón ya es una potencia espacial, y ahora quiere volver a serlo en Asia-PacíficoChina sorprendió al mundo en 2019 posando, por primera vez en la historia, una sonda espacial en la cara oculta de la Luna.

Pero Japón, muy cauto en sus relaciones diplomáticas, también ha querido trabajar con otros países que tienen recursos mucho más limitados para darles la oportunidad de beneficiarse de la exploración espacial. Con eso en mente, Tokio impulsó en 2017 el proyecto Birds para apoyar a estos países a desarrollar y poner en órbita sus primeros satélites. El programa cuenta con el apoyo de la empresa estadounidense SpaceX, que se encargó de lanzar los primeros artefactos. Gracias a esta iniciativa, países como Mongolia, Bangladés o Nigeria, entre otros, han podido poner en órbita sus primeros satélites, fortaleciendo también sus relaciones con Japón.

La forma con la que Japón ha afrontado su particular carrera espacial refleja muy bien su papel en el mundo. Las restricciones que EE. UU. puso a su industria aeroespacial no evitaron que alcanzara la excelencia en este campo al poco de dársele la oportunidad, y desde entonces ha puesto siempre de su parte para el desarrollo de proyectos con otros países encaminados a la investigación científica y a la mejora de sus capacidades y las de sus socios. Pero, al mismo tiempo, Japón está tratando de guardarse las espaldas frente a China y Corea del Norte, con los que mantiene una relación poco amistosa fruto de su pasado colonial. Japón también está aumentando su presencia en el espacio para hacer frente a los rápidos avances tecnológicos y militares de estos países, preparándose para sacar partido a su programa espacial no solo a nivel diplomático, sino también defensivo.

Japón ya es una potencia espacial, y ahora quiere volver a serlo en Asia-Pacífico fue publicado en El Orden Mundial - EOM.


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