Avanza abril y las hierbas enanas del pastizal brotan y florecen en su mundo en miniatura.
Los rigores del clima mediterráneo y la pobreza del suelo rocoso las obligan a ser diminutas y a aprovechar con rapidez esta breve época favorable.
Su mayor problema en esta primavera serán los herbívoros, pero a la vez muchas de estas hierbas les deben su existencia en el pasto. Para entenderlo, fijémonos en uno de los herbívoros más frecuentes de todo el Paleártico, el conejo común (Oryctolagus cuniculus), sin duda el mamífero ibérico más internacional de todos y del que tantas entradas podrían escribirse.
Como herbívoros, los conejos son muy competitivos: cuando pastan dejan la hierba tan baja que ni los ciervos ni el ganado pueden ya comerla. Esto hace que el conejo, cuando abunda muchísimo, pueda literalmente dejar el suelo pelado, como demostraron las desastrosas plagas de conejo en Australia a principios del siglo XX, que motivaron la construcción de colosales vallas que cruzaban el país en un intento de contener a los conejos.
Sin embargo, en condiciones normales, el efecto del conejo es beneficioso para el pasto, como demostró un sencillo experimento realizado en los herbazales de Inglaterra, hace ya casi un siglo.
Los investigadores vallaron algunas parcelas, excluyendo así a los conejos, y compararon la biodiversidad de hierbas entre esas parcelas y otras adyacentes pastadas por conejos.
Los resultados fueron espectaculares: en las parcelas pastadas había muchas más especies de hierbas (cuadro izquierdo, donde cada letra distinta representa una especie), mientras que en las parcelas sin conejos dominaban sólo unas pocas especies (cuadro derecho). ¿Cómo es posible esto? ¿No debería ser al revés? La explicación está en que el conejo se come a las especies más competitivas de hierbas, las plantas que, por sus cualidades, acabarían ganándoles la partida a las demás especies en la lucha por la vida en el herbazal.
El conejo simplemente les impide ganar esa partida comiéndoles las hojas, y gracias a eso las especies menos competitivas pueden mantenerse sobre el tablero. De este modo, sin pretenderlo, conejos, ovejas, ciervos, antílopes y demás herbívoros ayudan a conservar el tesoro de la biodiversidad a nuestro alrededor.
El artículo citado, del que proceden los cuadros de la imagen, es Tansley & Adamson (1925).
Studies of the vegetation of the English chalk. III. The chalk grasslands of the Hampshire-Sussex border. Journal of Ecology 13: 177-223.