Jáuregui, el tapado

Sorprendentemente el juez Pablo Ruz ha desistido de tomarle declaración al secretario de Estado de Seguridad tras descubrir que uno de sus teléfonos alertó a varios miembros de ETA para que huyeran de una redada policial.

El caso Faisán está casi muerto legalmente, aunque el juez continúa con investigaciones colaterales, pero, sea cual sea el resultado definitivo, su rastro perdurará avivado por el PP hasta las elecciones generales de 2012.

Es difícil explicarse por qué Ruz no quiso seguir tirando del hilo que llegaba al segundo hombre del ministerio de Interior, identificándolo con nombre y apellidos: el secretario de Estado, Antonio Camacho.

Y seguidamente consideró “irrelevante” el tráfico de llamadas que se produjo entre los teléfonos relacionados con la alerta a los etarras.

Si era “irrelevante”, ¿por qué elevó sus investigaciones hasta llegar al antedespacho del ministro Alfredo Pérez Rubalcaba?

Que a su vez ocupa el antedespacho de Zapatero, que negociaba con ETA en 2006, cuando se produjo el chivatazo, y que quizás temiera que aquella redada contra los recaudadores de fondos de la banda enfadaría a sus “hombres de paz”.

El caso queda como una batería de bombas-trampa que estallarán hasta las elecciones al paso de este Rubalcaba, el posible fiduciario del asfixiado Zapatero.

Muchos socialistas temen que Rubalcaba no pueda soportar la denuncia permanente del PP de que colaboró con ETA.

Hay notables dirigentes del PSOE que miran ahora, como sustituto de ambos, a Ramón Jáuregui, histórico socialista vasco.

El actual ministro de la Presidencia, 63 años, es abogado e ingeniero, hombre dialogante, poco aventurero, respetado por el PP, e incluso por la Iglesia católica, de la que es comulgante.

Los candidatos más jóvenes y zapateriles no concitan igual aprecio, y menos en este momento tan grave nacional e internacionalmente, tanto, que quizás España deba pensar en crear próximamente un gobierno de coalición PP-PSOE.

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SALAS y sus sabias observaciones: