¿Otro libro de vampiros?
No hemos tenido buena experiencia en Libros Prohibidos con las obras de vampiros -uno de los subgéneros más definidos y estancos de todo el fantástico, por cierto-. Es verdad que no nos ha llegado demasiado, y que de lo poco que tenemos destacan obras no demasiado convincentes. Por eso, cuando tenemos en el visor una obra que tiene la intención de tirar abajo algunas de las barreras de este subgénero y presentarnos una visión alternativa, pues nos alegramos y la reseñamos con gusto. Con todos vosotros, Sanguijuela, de Javier Alemán.
A Artur le lleva persiguiendo desde hace tiempo la certeza de que tarde o temprano morirá. Una noche descubre un atajo para eludir lo inevitable, y toma la decisión que le convertirá en un monstruo. Su cambio, progresivo y doloroso, le hará deshacerse de todo lo que le convierte en humano. Mientras, descubrirá que ni siquiera él es lo más terrible que habita la noche de Tenerife.
Por la presentación ha podido parecerlo, pero en realidad no tengo nada en contra de los vampiros. Decía que se trata de un subgénero estanco porque tiene sus propias leyes y sus propios lugares comunes. Esto viene desde Bram Stoker y se ha ido consolidando con las novelas de Anne Rice, los juegos de rol y un sinfín de películas de serie B. Y los intentos de cambiarlo han sido timoratos, algo torpes y tampoco es que hayan funcionado muy bien -sí, me estoy refiriendo, entre otras cosas, a aquella saga juvenil cuyo nombre no quiero nombrar-. Entonces, ¿qué actitud tomar ante este tipo de libros que vienen y van pero que nunca terminan de pasar de moda? Mi recomendación es clara, quedaos con la historia, con los personajes, con el trasfondo y el mensaje, y no dadle mayor importancia al hecho de que es una obra de vampiros. Y en virtud de esa decisión, ahora estoy recomendando Sanguijuela.
Menuda parrafada os he soltado para hacer ahora otra pregunta: ¿es Sanguijuela un libro de vampiros? Pues sí y no, no sabría decirlo. Incluso los propios personajes llegan a discutir esto mismo en un momento dado. Y es que esta obra comparte elementos con el subgénero vampírico, pero también se desmarca con bastante soltura. Aquí la maldición de la sangre también es transferida de un veterano a un novato, pero se hace mediante la inoculación de una especie de parásito llamado sanguijuela, que pasa a formar parte del organismo y a dar los poderes propios del nuevo "vampiro".
Hay más innovaciones en esta obra. Si bien Anne Rice ya experimentó con la apertura sexual de Lestat y varios de sus compañeros de aventuras, Javier Alemán nos presenta un protagonista abiertamente gay que, además, narra en primera persona. Y no es casualidad. Tampoco lo es la localización donde transcurren los hechos, en un paraje tan atípico como la isla de Tenerife. La reivindicación de lo propio y la negación de los clichés como sello de un autor concienciado y activista. Más puntos a favor.
Desperté a media tarde, y con el crepúsculo llegó Víctor. Le di su respuesta y se abalanzó sobre mí, con una violencia que no había mostrado hasta entonces. Bebió de mi cuello, apoyado encima de mí, hasta dejarme seco. Mi corazón se apagó lentamente y el vacío acercó sus dientes negros para masticarme. Todo estaba lejos: el sonido y el tacto desaparecían, la vista se nublaba y sólo quedaba la simbiosis y el precipicio por el que estaba cayendo. Perdí la sensibilidad de las piernas y los brazos, me derramé por el suelo y empecé a filtrarme por las grietas de las baldosas.
Me encanta cuando en un libro hay que pararse a hablar del estilo, esa cosa tan injustamente invisible para muchos -precisamente, si el estilo es bueno, la lectura es tan ágil que no se nota-. Y no es que Sanguijuela esté escrito para que se nos vaya la cabeza, pero sí que demuestra la seguridad y las tablas de un autor al que no le tiembla el pulso y que es capaz de conducir la acción sin pausa por los caminos que más le interesan. Y es que no baja el ritmo ni aburre, ni siquiera a aquellos que disfruten menos de este subgénero. Eso sí, al principio corre el riesgo de perder lectores porque los primeros capítulos son un poco confusos, como si la información no encajase bien con la velocidad que lleva la acción, o como si el ambiente onírico donde se sumerge el protagonista se hubiera apoderado de la realidad. Por suerte, es cosa en exclusiva de los primeros compases y ya queda solucionado hasta el final.
Guiños para todos
Y ya que el autor se ha permitido ponerlo en el libro, yo puedo mencionarlo en la reseña. Me estoy refiriendo a un pequeño juego que Javier Alemán le propone al lector titulando los capítulos como la primera frase de los mismos. Parece que están puestos ahí para hacer más bonita y curiosa la obra, pero lo cierto es que se amoldan bastante bien a lo que ocurre. Son pequeños guiños que dan color.
Ya a salvo en la cama, de nuevo el sol me aplastó. Mientras me apagaba algo seguía molestándome. La mujer sin nombre, sin significado. Como había sido la primera, decidí llamarla Eva.
En conclusión, tenemos entre manos un libro de escritura solvente, con trasfondo y, lo que es más importante, con suficientes elementos propios que gustarán a los amantes de la literatura vampírica, y con otro puñado de aspectos transversales que harán tilín a otro tipo de lectores.
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Foto: Andrew Haimerl. Unsplash