Javier del HoyoEponimón: El sorprendente origen de las palabras con nombre propio (Ariel, Madrid, 2016, 300 pp)
Javier del Hoyoes doctor en Filología Clásica por la Universidad Complutense de Madrid. Profesor Titular de Filología Latina en la Universidad Autónoma de Madrid, donde imparte, desde 1984, lecciones de Latín medieval, Mitología clásica y Epigrafía latina fundamentalmente. Es redactor habitual de la revista Adiós, donde dirige dos secciones: La muerte en la Antigüedad clásica y Diccionario funerario. En cada una de ellas tiene ya más de cuarenta contribuciones. Colabora también habitualmente en la revista Stilus, con una sección sobre etimologías. http://www.academia.edu/21870365/EPONIM%C3%93N._EL_SORPRENDENTE_ORIGEN_DE_LAS_PALABRAS_CON_NOMBRE_PROPIODespués del Etimologicón, http://jabenito.blogspot.pe/2013/02/el-etimologicon-espanol-de-javier-del.html, obra en la que nos guió magistralmente –con erudición, hondura, humor- por los vericuetos de miles de palabras y su origen etimológico, recibimos este nuevo tesoro acerca de la "etimología" de los nombres propios. Me lo he leído de un tirón, lo he disfrutado y me deja con las ganas de volverlo a leer y tenerlo a mano como guía de bolsillo que te ilustra y te convida a enriquecerlo con tus propias investigaciones. Como se nos indica en la introducción, el procedimiento de adoptar un nombre propio para un objeto o situación ha existido siempre, y no parece que vaya a agotarse. Así, cada día usamos palabras que desconocemos que proceden de un apellido, de un nombre de persona o de una ciudad. Éstas se conocen como «epónimos» y, dentro del léxico de una lengua, son quizás las palabras mejor documentadas, con certificado de nacimiento, de día, mes y año, porque son personas concretas quienes las han bautizado, o en cuyo recuerdo se han puesto esos nombres (y no siempre como homenaje: se dice que la familia del impulsor de la guillotina tuvo que cambiarse de apellido cuando el uso de este epónimo se extendió como la pólvora…) Después de una jugosa introducción en la que el autor nos cuenta cómo se le ocurrió la idea del libro y su pretensión, la obra se articulado en 17 capítulos temáticos: El griego, el latín, "recuerdos de mi vida estudiantil", los perros, deportes, cocina, música, entretenimientos, transportes, el dinero o la violencia, la vestimenta, las flores, la ciencia, el arte, el hogar, la religión (Desde Adán y Eva. Leyendo la Biblia entre líneas), los días de la semana. Al final se ofrece un detallado índice con su ubicación y paginación precisa. Cada una de las casi 2.000 palabras nos brinda una historia sorprendente, nacida para responder a una necesidad lingüística, con "denominación de origen" (fecha, lugar, uso), sin "alma gemela" o sinonimia que lo hace tan singular, en ocasiones sometidas a las mismas normas de morfología de una palabra patrimonial, sin membresía de diccionarios habituales…El autor prescinde de los términos técnicos y de los gentilicios y como el abuelo o amigo ilustrado nos convida a una fantástica tertulia sobre los términos cercanos a nosotros por su uso y de los que no adivinamos su nombre a la primera. Veamos uno de ellos: Comerse un "sándwich" o bocadillo (pp.109-110) tiene su origen en John Montagu, cuarto conde de Sandwich (1718-1792), primer almirante de la Marina Real inglesa de 1749 a 1782, quien cooperó en las expediciones y viajes de James Cook que al descubrir un archipiélago de fértiles islas en el océano Pacífico lo nominó como "islas Sandwich", hoy de Hawai; en su vida privada era un empedernido jugador de cartas, a tal extremo que se olvidaba de comer; para no perder tiempo, se alimentaba de panecillos abiertos por la mitad, untados con manteca, con huevo y espárrago; la primera referencia al vocablo como alimento frío data de 1762 con el historiador Edward Gibbon, quien narra su asombro al verlo hacer a acaudalados nobles mientras que departían en una entretenida tertulia. Como escribe el autor "existen hoy electrodomésticos para prepararlos calientes, las sandwicheras, o podemos tomarlos en las sandwicherías" (p.110). En el Perú han adoptado el simpático nombre de "sanguchería" y más de una tienda luce el título de "El sanguchazo", ¡provecho! Y ya que del Perú hablamos, les ofrezco un epónimo muy usado para hablar de un dulce o queque, el pionono, "bizcocho humedecido en jarabe, con crema y una coronilla tostada que pretende representar la silueta de la cabeza cilíndrica del papa Pío Nono o Noveno, que estuvo al frente de la Iglesia entre 1846 y 1878" (p.106).Agradezco muy cordialmente al autor su generoso gesto de enviarme su obra dedicada "para JAB amigo en la distancia porque explorar el idioma puede ser divertido". ¡Y vaya si lo es! Además, le felicito porque ha logrado una obra fascinante aunando erudición y diversión para enseñarnos algo tan cercano y propio como es nuestro propio lenguaje del que hemos adoptado como nombre común lo que antes era sólo nombre propio. Ojalá esta obra anime a algún filólogo del Perú a hacer lo propio con tantos vocablos nuestros. Como yapa tengo que comentar que la presentación se hace muy atractiva por el uso del color rojo para los nombres y el azul para las descripciones, así como las simpáticas ilustraciones de J. Mauricio Restrepo. P.D. Las fotos de su visita a Lima, juio 2009, son una invitación para que vuelva y nos presente sus recientes obras.
Les comparto una enjundiosa reseña de Alberto Díaz Rueda http://www.serretllibres.com/autorsebrencs/articles/eponimon "Anímense, que por una cantidad irrisoria de euros (el precio de un menú en un restaurante de medio pelo) podrán degustar varias jornadas de apasionante lectura sobre nuestra lengua que, al fin y al cabo, es la esencia de nuestra culturaEn éste, que hoy les recomiendo, con un tono divertido, irónico e irreverente Javier hace un repaso a los más populares epónimos (el nombre de un personaje histórico o mitológico o literario, sirve para denominar un hecho determinado, una época o un lugar o un estilo). Así una situación "kafkiana", un personaje "isabelino", .hasta casi dos mil palabras cuyo origen sorprenderá incluso a los que suelen emplearlas en el habla coloquial sin imaginar la historia que se esconde tras ellas. Como desvela en la introducción de su travieso libro, "no se trata de un diccionario de epónimos ni una obra técnica de filología ni un frio listado de palabras...es un libro sobre etimología de palabras muy concretas... palabras con cierta carga histórica...un libro que nos cuenta curiosidades, momentos de gloria para algunos términos y con connotaciones negativas para otros" (pág. 15). Javier divide sus jugosas aportaciones etimológicas al terreno de la enseñanza ("recuerdos de mi vida estudiantil", deportes, cocina, música y entretenimientos, transportes, el dinero o la violencia, las flores, la ciencia, el arte, la religión o las palabras con relación directa con los clásicos de la lengua. La mayoría de tales epónimos tienen un historial donde consta el momento en que nacieron, las circunstancias, las personas concretas que las han hecho nacer o en cuyo honor han nacido. Y así nos enteramos de que la palabra taxi no sólo es un truncamiento de "taxímetro" sino que procede del siglo XV de Fran von Taxis, célebre familia que abrió la primera línea de coches de posta en 1490 o la denominación "guiri" para referirse peyorativamente a los extranjeros viene de que así es como llamaban los carlistas a los partidarios de Isabel II durante la regencia de su madre, la reina María Cristina. Guiri viene del vascuence "guiristino", "cristino"». Del Hoyo, profesor de Filología latina de la Universidad Autónoma de Madrid, nos va asombrando y divirtiendo a partes iguales a lo largo y ancho de las 300 páginas de su libro. Y así, cuando alguien «hace un Hannover», desdeñando una ceremonia a la que ha sido invitado para buscar directamente la barra de comida o bebida, es una expresión que proviene de un acto semejante realizado por el príncipe Ernesto de Hannover durante la boda de Don Felipe y Doña Letizia en 2004. El verdadero origen de la palabra que designa los premios "Óscar" o el llamar a la prenda de baño de dos piezas "biquini", o los 150 epónimos que se encuentran en la Biblia como origen (así las palabras adiós, ser un herodes o un judas. Y más chocante, por ejemplo, la génesis de la palabra bigote, derivación de "bei God" (nacida de la expresión "por Dios" de los flamencos que acompañaban al emperador Carlos I en España y que se admiraban de algo y la decían atusándose el mostacho) y los castellanos del siglo XVI convirtieron en "bigote") o la de "estraperlo" en el año 1933 con Lerroux mediante o la palabra "boicot". Como asegura el filólogo, «En España se está dando mucha importancia a conocer otros idiomas, y está perfecto, sin embargo no conocemos bien el nuestro». Con este libro nos solazaremos conociendo la génesis de expresiones como "armar la marimorena", "esto es Jauja", "complejo de Diógenes", "llorar como una magdalena", o de palabras como mermelada, guillotina, bechamel, mahonesa, moscosos, daiquiri, saxofón, zar o káiser o "hacer una chilena". Vamos, anímense, que por una cantidad irrisoria de euros (el precio de un menú en un restaurante de medio pelo) podrán degustar varias jornadas de apasionante lectura sobre nuestra lengua que, al fin y al cabo, es la esencia de nuestra cultura.