El viaje de Javier Heraud es un regalo de una generación a otra, como una fotografía en blanco y negro del familiar más querido que habita enmarcado en la sala de nuestra memoria. El documental de Javier Corcuera —quien lleva su nombre en honor al poeta en cuestión— cuenta el amor y muerte de ese jovencito del que existen muchas razones para creer que fue un ser providencial. Poeta puro, bien podríamos decir un iluminado, Javier Heraud no solo se ha instalado en nuestra imaginación tal y como nos lo cuenta su hermana Cecilia durante el filme, quien lo recuerda proclamando con su habitual alegría, muchas veces sarcástica: "Yo voy a ser el Rimbaud del Perú. Voy a escribir hasta los 21 y ya no más. Luego, voy a desaparecer", sino que también nació, murió y trascendió como símbolo de virtud.
Desafiando nuestra incredulidad, los hechos y las pruebas que existen —su corta edad, la calidad de su poesía, la nobleza de su espíritu— multiplican nuestra admiración y orgullo. El poeta Heraud no solo pretendió vivir en el jardín que le correspondía, el de la poesía, sino al servicio, cual soldado, del destino humano. Su enorme gesto de integridad moral —una libertad ganada con la muerte, escribió Salazar Bondy— ha quedado cristalizado en nuestros corazones, trascendiendo como una herencia loable. Pero una herencia ahora renovada que fluye a través de las imágenes que este documental registra.
"Javier es un sentimiento", nos confiesa el primer amor del poeta en un momento del viaje. A partir de testimonios de sus seres queridos, atisbos a sus reliquias y versos en off del poeta, que parecen caer del cielo como vastos paisajes (declamados por Emanuel Soriano), brota dentro de cada quien un sentimiento que ya estaba ahí, pero que la totalidad del filme nos invita a seguir escarbando, profundizando. Son múltiples los caminos hacia este sentimiento y cada quien lo observará desde su vertiente. Pero no creo equivocarme al decir que este río, este hombre de aguas siempre cambiantes, desdemboca siempre al mismo mar que no es el de la muerte sino donde anida nuestra infinita gratitud.
Caudal sagrado. "Era casi imposible aceptar que el autor de El río tenía apenas 18 años. Solo la poesía francesa había producido precipitaciones tan magníficas", sentenció César Hildebrandt.
EL POETA QUE NO NOMBRAMOS
El viaje de Javier Heraud (2019) es también el viaje de Ariarca, la sobrina nieta del poeta, a la que le han contado muy poco sobre su enigmático abuelo. Ella visita a algunas de las personas que conocieron y crecieron al lado de ese poeta gentil por naturaleza pero que, en tiempos de revolución, decide alistarse como guerrillero, no sin antes, cual oráculo, haber anunciado la forma exacta de su muerte en numerosos poemas. Sus seres queridos lo recuerdan con enorme afecto mientras nosotros vamos descubriendo por qué la sombra de ese ejemplar muchacho de metro noventa aún se estira, no solo en la memoria de la familia Heraud sino también en la nuestra. Así, a modo de regalo por los 21 años recién cumplidos de Ariarca —la misma edad de la trágica muerte de su tío abuelo— vamos conociendo, a través de testimonios de primera mano, quién fue el poeta Heraud y cuál ha sido su legado.
El documental indaga por un mundo perdido, ya sea mostrándonos las arquitecturas coloniales de los exteriores, las reliquias del poeta que van apareciendo en el camino o los testimonios de aquellos sembradores de "semillas revolucionarias" que sobreviven hasta hoy. Gracias a la distancia de la cámara, hay un silencio latente que se instala como telón de fondo en cada conversación. Entonces se puede percibir el respeto y la delicadeza que cada encuentro merece: estamos tratando con las memorias vivas de una determinada época, y que sirven para comprender mejor las acciones por las que optó el retratado. Además, el rostro de las generaciones mayores, las que de pronto ya no están con nosotros como la del poeta Arturo Corcura, padre del director del documental fallecido en agosto del 2017, o a las que ya no les queda mucho tiempo, establecen un vivo contraste con la lozanía del rostro de su protagonista, Arcadia, quien conserva en su rostro algunos rasgos de su tío abuelo, como los pómulos, el mentón y una mirada tímida y amable.
Pase generacional. El poeta Arturo Corcuera reflexiona, junto a Ariarca, sobre su amigo: "Mientras nosotros vamos envejeciendo, él cada día está más joven".
Concebido como un viaje, el documental atraviesa diversos lugares y personajes, convirtiendo a la sobrina en una especie de detective con la que el espectador se siente identificado. El viaje arranca en la casa de la hermana del poeta, pasa por las casonas del Centro de Lima, una universidad en Cuba o una cabaña en los alpes suizos, hasta llegar al fatídico río en Madre de Dios, donde conocemos a las últimas personas que lo vieron con vida. Allí se encuentra el hombre que depositó el cuerpo acribillado con 19 balazos y una herida abierta en el pecho —este último hecho también lo cantó en uno de sus poemas— en una camioneta.
Corcuera pone en la mira a una generación y el sentir de unos ideales que no se volverán a repetir. Además, otra de las sensaciones que nos deja el filme, es el de la herida mal cerrada. Los seres queridos del poeta todavía transmiten el dolor no superado que les produjo su pérdida. Y el espectador es sensible a eso. El remate del documental con aquella imagen "prohibida" que generó polémica durante los días de su estreno —la película inauguró el 23 Festival de Cine de Lima—, y sus últimos segundos son de antología.
Protector y guardián de la mente y el espíritu, Javier Heraud pasó por este mundo como un relámpago. Un fenómeno que es la concentración de todo el universo y que ilumina, por un instante, el oscuro cielo perenne sobre nuestras cabezas. Javier Heraud hizo del destino humano su principal ocupación y lo dejó registrado en su poesía y vida que, para él, eran lo mismo. Yo soy un río, cantó en su primer verso. Y fue definitivo.
Amistad. Degenhart Brieglab, más conocido como Dégale, sostiene su recuerdo favorito de quien fuera el mejor de los amigos.
Mi amigo tal vez haya muerto
¡Oh! alabanza del aire y de los sueños:
¡nosotros dormimos y el mundo
muere alrededor cubierto de rocío!
¡Dormimos y en el sueño morimos
cada tarde y cada noche al son
de los pájaros y los árboles!
Las sombras y los días
ESTACIÓN REUNIDA (LIMA, 1961)