Desde la primera vez que se amaron, Ichuq supo descubrir en su cuerpo la recóndita fémina agazapada en aquellos testículos errantes. Ya transformada en Giralda, André nunca pudo amarla como sí lo hacía con Jeremías. Prontamente ella entendió que su pasado emergía para reclamar por lo suyo, por André, su gran amor. Por un tiempo Giralda luchó contra aquel espectro, pero fue el mismo André el que no pudo continuar con una transformación que siempre apoyó pero nunca pidió, ni mucho menos deseó. Giralda fue tomando forma entre las baldías caricias de unas manos imposibilitadas para amarle. La decepción y la tristeza solo pudieron remediarse con la distancia. Lejos, a años luz de André, Giralda encontró al ser masculino capaz de hacerle sentir mujer en toda la plenitud de sus sensaciones orgánicas y espirituales.
Era una tarde neblinada en la que Giralda reconcilió a su alma con su cuerpo, mediante las caricias sanadoras de Ichuq. Tomaba lecciones de ҂҇ӌӿԅӵ, idioma oficial de los rukananos. Giralda deseaba fervientemente integrarse a la sociedad Lemur, término este que representa la traducción más cercana en lenguas romances del nombre de la civilización del planeta Rukana. Ichuq le impartía las lecciones de ҂҇ӌӿԅӵ en tardes intercaladas. Durante esas tardes supo que Ichuq aprendió el español desde chico y por sí solo, con la inexplicable certeza de que le sería útil en algún episodio fundamental de su vida. Luego, también se enteró, de que él amasó esa corazonada con el sueño de realizar viajes interestelares, pero irónicamente su carrera de docente en lenguas lo fosilizaba en tierra firme como la naturaleza a los árboles. Varias veces intentó optar por viajes de formación hacia Nueva Tierra, pero el calendario escolar, los proyectos de investigación en curso, el llenado infinito de planillas y de correos electrónicos que debía contestar, la falta de sustitutos que cubrieran exitosamente su exigente plaza laboral, hacían cuesta arriba cualquier esfuerzo por realizar sus sueños. Cuando más resignado estaba a la idea de que sus largos años de estudio del español solo servirían para dos cursos anuales y reiterados ejercicios sintácticos que ya se conocía de memoria, llegó Giralda a la vida de aquel hombre prematuramente envejecido por la soledad.
Las citas de estudio fueron en casa de Ichuq. Desde la primera vez que le conoció pudo ver en él un potencial amante. La casa de Ichuq, algo chica, tenía dos grandes ventanales con vista a la falda de la montaña sobre la cual se imponía como cereza sobre el pastel. Se podía contemplar árboles de distintas formas y animales diversos, provocando incesantes movimientos que aminoraban la terrible sensación de soledad. Pero la mejor recompensa de permanecer de pie en el ventanal era los variados olores concedidos por un viento rebelde, dispuesto a luchar contra los árboles por su libertad. Al entrar a la casa por primera vez, Giralda contempló un orden esmerado; los muebles dispuestos para que todos los que se sentaran pudieran verse equitativamente, y especialmente, para que no quedara nadie sin pareja. Eran dos muebles de dos puestos cada uno, franqueados por un tapete marrón con formas de constelaciones lejanas talladas. A Ichuq siempre le interesó los viajes interespaciales y las culturas lejanas. La cocina formaba parte de la misma sala, dividida por una pequeña plataforma que era usada como barra. Una mesa redonda con cuatro puestos en el centro de la sala, que Giralda cambió, sin requerir muchas tardes, a la orilla de uno de los ventanales. Al pie de esa ventana y enmantados por la luz exterior, transcurrieron varias clases de ҂҇ӌӿԅӵ, alternando gramática y enunciados para una básica comunicación, con temas variados sobre él o ella.
Ichuq tenía el talento no solo de seducirla sino de convertir las sesiones de clases en momentos placenteros en los cuales degustaban recíprocamente la cultura de uno y de otro. En un fugaz ejercicio de fonología comparada, concluyeron que el español y el ҂҇ӌӿԅӵ compartían apenas cuatro sonidos, la fricativa labiodental sonora, las vocales a – e y la oclusiva labial sorda. En cambio algunos sonidos de otras lenguas romances ya extintas en Nueva Tierra, como el francés, el portugués, el italiano y el rumano estaban presentes en la lengua que Giralda deseaba conocer a profundidad. De las siete vocales del ҂҇ӌӿԅӵ, cinco se producían formando con la boca una cavidad sonora parecida a la de ciertos sonidos vocálicos del inglés y del alemán. A partir de las coincidencias de estos últimos sonidos, Giralda e Ichuq saltaron al tema de la historia socio-histórica de Nueva Tierra. El inglés y el alemán eran lenguas conservadas por pequeños grupos que se oponían al status quo de Nueva Tierra, denominados aquellos por estos últimos como facinerosos. Ichuq expresaba resignado lo inconveniente del experimento cósmico Xƾ^, mientras Giralda la relataba los sucesos acaecidos en aquel planeta. A las interrogantes de la chica, el pesimismo de Ichuq respondía que en efecto el experimento cósmico Xƾ^ sirvió para demostrar que la mezcla de civilizaciones interplanetarias en un mismo planeta y en un mismo lapso temporal no era viable, pues impedía el desarrollo de la cultura planetaria que caracteriza a las sociedades inteligentes de todas las galaxias conocidas. Giralda nunca había visto el panorama de esa manera. Desde entonces miró a Rukana como esa civilización unificada por una misma lengua y cultura, sin confrontación, en armonía plena entre ellos y con relación al planeta. En cambio, los nuevoterrestres, al igual que los antiguos terrícolas, eran incapaces de una vida así. En más de una ocasión, Giralda vio seducida cómo Ichuq lamentaba las vidas y las sociedades enteras involucradas en un experimento que al final solo les dejó sufrimiento y dolor, «¡…y sin siquiera saber que eran parte de un experimento galáctico!», concluía el profesor de lenguas cada uno de sus reiterados lamentos. La conmoción espiritual que esas palabras generaban en ella, debieron evidenciarse en su mirada, ya que Ichuq quedó colgado en ella al final de uno de esos lamentos. Y colgados ambos, ella en las palabras de él, y él en la mirada de ella, se besaron una tarde mientras sonaban las hojas de un libro de gramática severamente castigado por el viento.
Las tardes sucesivas a ese primer beso fueron envolviendo una tensión que desembocaría necesariamente en la intercepción de sus cuerpos. Ichuq era alto y blanco, como los de su civilización; por eso, entre los nuevoterrestres les llamaban a los rukananos con el despectivo calificativo de «polaristas», aludiendo a la claridad de su piel. Ese fue el aporte de los rukananos a la extinta civilización terrícola, el blanco en la piel, los ojos claros, la altura, los cabellos claros. En la antigua Tierra, las diferencias de los distintos tonos blancos serían determinados por los padecimientos de la pigmentación al contacto de aquel sol, la atmósfera, los alimentos y otras tantas razones que bien son explicados en innumerables libros científicos que Giralda desea leer algún día en lengua ҂҇ӌӿԅӵ.
Giralda llevaba días deseando a Ichuq. Su vagina aún reservaba algunos misterios por revelarse; cuando fantaseaba con Ichuq se humedecía excesivamente como nunca antes había sucedido, ni siquiera en los momentos íntimos con André. Cuando Ichuq le tomaba de la mano o se besaban, su vagina reaccionaba con palpitaciones tan sonoras como su corazón. No comprendía lo que sucedía en su cuerpo, solo deseaba complacerlo. Fue una tarde, en la que los besos se prolongaron y Giralda quiso tocar más piel de lo acostumbrado. Le desajustó la camisa, la cual Ichuq terminó por quitarse. Acariciaba una espalda con vellos suaves y no tan largos. Ichuq acariciaba lentamente su cintura con la yema de los dedos y con movimientos cíclicos que semejaban las olas del mar, mientras le besaba en la boca. En varias ocasiones suspendía la lengua dentro de la boca de ella, esperando que Giralda hiciera cosas que nunca había aprendido Por eso, cuando ella se atrevió a meter su lengua en la boca de él, este no desaprovechó la oportunidad de chupársela y morderla suavemente. El dolor infligido le excitó aún más Arañó la espalda de Ichuq. Como macho de algún rebaño salvaje y antiquísimo, este reaccionó al arañazo con un tirón del cuerpo de Giralda al suelo, en desamparada horizontalidad. Le sujetó fuertemente de las muñecas y le mordió tenuemente ambos pezones, a través de la tela de la camisa. Los gemidos de Giralda aumentaron. Él siguió besando y mordiendo. Ella buscaba su boca, quería la revancha para morderle la lengua. Él la complació y ella aprovechó la oportunidad. Apretó la lengua entre sus dientes. Con el mismo comportamiento de macho dominante, le desabrochó camisa y pantalón, la desnudó, sin dejar de besarle. La besaba con desespero, por la cintura, la espalda, las nalgas, hasta abrirle las piernas y penetrar su vagina con una lengua que no se agotaba de amar. A pesar de ser un manantial inagotable de flujo y de haber sentido anteriormente otros penes, su vagina se resintió con aquel enorme miembro que confirmó su identidad, Giralda, no Jeremías, nunca más Jeremías.
Continuará…