A los melómanos siempre nos apetece escuchar música, pero el fin de semana ese deseo se intensifica, por lo menos en mí: tiene uno menos obligaciones y más predisposición a dedicarle tiempo a esta bendita maravilla. Así que vamos allá: no soy aficionado de un solo género, ni siquiera de dos. Amo la música clásica, el jazz, el rock and roll, el bolero o el tango. Tengo una expresión con la que siempre respondo cuando me preguntan qué música me gusta: cualquiera que sea buena, digo.
En mi opinión solo hay dos tipos de música, la buena y la no tan buena. Claro que ahora podríamos entrar en largas disquisiciones sobre qué se puede considerar buena música y música no tan buena. No lo voy a hacer pero sí voy a decir que, al menos para mí, buena música es aquella que es capaz de transmitir a través de los sonidos y de las palabras sensaciones y emociones mucho más profundas que el simple gesto de mover los pies o tararear un estribillo durante horas y días.
Dicho de otro modo, el principal requisito que le exijo a la música para que merezca la pena ponerse a escucharla es cierto nivel de complejidad sonora y que la letra, de haberla, sea mínimamente elaborada o pensada para personas adultas. No quiero decir con ello que no pueda disfrutar con músicas no tan buenas, pensadas únicamente para mover los pies o tararear estribillos más o menos pegadizos. En cierto modo, hay una relación entre el estado de ánimo y la música que apetece escuchar en cada momento y que todos hemos experimentado en numerosas ocasiones.
Pero aquí hablamos de "escuchar música", es decir, de intentar concentrarnos en lo que escuchamos y no solo de movernos con el impulso de un determinado ritmo. Como no quiero meterme en un jardín en esta primera entrada de la nueva etapa del blog, lo mejor será ir ya al grano. El jazz será el primer género que suba al blog en estos post dedicados a la música y la primera joya que les presento es "So What", con el gran Miles Davis a la trompeta.
Espero que lo disfruten. Hasta la próxima.