Un amigo, pianista venezolano, recorrió distintas localidades españolas el pasado verano con una banda de músicas populares (despectivamente llamadas, en ocasiones, "orquestas de pachanga"). Los cantantes de dicha orquesta también tocaban la guitarra mientras bailaban por el escenario. Una noche, tras un brinco acrobático, un cantante/guitarrista tuvo la mala fortuna de que el escenario se abriese bajo sus pies. Las tablas cedieron y el músico quedó atrapado a la altura del pecho, con el consiguiente riesgo para su integridad física; eso sí, en una curiosa postura: ambos brazos, elevados sobre su cabeza, sostenían la guitarra en el aire. Las prioridades estaban claras: él quedó lleno de rasguños, pero a la guitarra no le pasó nada.
Le entiendo perfectamente.