El año pasado actué en un local del centro de Madrid que cuenta con batería propia. Al llegar vi al baterista del grupo intentando acoplar las distintas partes del kit percusivo sin éxito. El bombo (ese tambor grande que se activa con un pedal) contaba con dos incisiones superiores donde acoplar más tambores y, se hiciera como se hiciera, el resultado no era satisfactorio, ya que la disposición de los tambores impedía colocar los platillos en el espacio adecuado. Estuvimos un buen rato analizando el problema como si de un reto matemático se tratara. Se unieron a la comisión un amigo guitarrista y, posteriormente, el dueño del local, con visible enfado. Nos parecía increíble que fuera tan complicado montar una batería que se había usado durante años.
El misterio se resolvió en unos minutos: los tambores no cuadraban y las distancias no eran las correctas porque el bombo estaba al revés.