A veces no es fácil dialogar con organizadores de eventos, menos aún directamente con clientes. Hay una delgada línea entre la petición aceptable (vestir de negro, interpretar un determinado tema) y la caprichosa. La responsable de contratación de grupos de una empresa, con quien me encontraba negociando precios, me pidió que lleváramos siempre un piano de verdad a las amenizaciones, y no un "organillo eléctrico de esos, que queda muy cutre". No parecía creerme cuando le explicaba que el alquiler y transporte de un piano podía ser bastante más caro de lo que pensaba pagarnos.
Más divertida fue la conversación telefónica de un guitarrista con una clienta que le preguntó "si el contrabajo podía ser blanco". Ni corto ni perezoso, respondió: "¿El músico o el instrumento?".