Aunque uno crea estar curado de espanto, siempre hay vivencias que superan a todas las anteriores. Las amenizaciones de bodas son fuente de anécdotas varias. Como ya se ha comentado en este medio, a veces los responsables tratan a los músicos con desprecio y altivez. Un verano en un pueblo de Toledo tuvimos que tocar durante un largo período de tiempo, yendo a montar el equipo a última hora de la tarde y abandonando el lugar bien entrada la madrugada. Dado que el salón se encontraba en mitad de la carretera y además no queríamos abandonar nuestros instrumentos, pedimos con antelación a la madre de la novia, quien nos había contratado, que hubiese algo de cenar para los músicos. En ningún caso queríamos degustar las mismas exquisiteces que el resto de los invitados. Nos hubiera bastado con un pincho, algo para picar durante las innumerables horas que iba a durar el evento. No esperábamos gran cosa, pero desde luego nos costó creer la respuesta de la señora: "Si queréis cenar el menú son 7,35 euros por músico. Os lo descuento de la paga".
Llevamos comida de casa.