Muchos recordarán lo sucedido hace unos años en el Festival de Jazz de Sigüenza. Un espectador llamó a la Guardia Civil para protestar porque la música que estaba escuchando (a cargo de Larry Ochs) no era jazz. La anécdota dio la vuelta al mundo.
Algo similar ocurrió hace unos meses en el mítico club madrileño Segundo Jazz, que solía incluir los jueves un grupo de versiones de pop-rock. Un espectador pidió la hoja de reclamaciones alegando que "en el nombre del sitio figura la palabra 'jazz' y esto no es jazz". En aras de evitar un pequeño escándalo, los responsables del local le invitaron a una consumición, pero el cliente fue más allá, solicitando que le pagaran el taxi que presuntamente había tomado para llegar al club y el que iba a tomar para volver a su casa. Ante sus amenazas de llamar a la policía municipal, fueron los propios dueños de Segundo Jazz los que telefonearon a los agentes. Una vez presente la autoridad, el individuo fue acumulando nervios, invalidando dos hojas de reclamaciones y, consiguiendo, por fin, rellenar la tercera. El esperpéntico episodio finalizó con uno de los policías comentando a los propietarios: "En cuanto mi superior vea esta denuncia la tira a la papelera".