Acude hoy a la sección de “firmas invitadas forzosas” Juan Carlos Monedero, profesor de Ciencia Política de la Complutense. Magnífico artículo, y con algunas reflexiones memorables….
“…Si estamos ante un cambio del contrato social en España y en Europa, hay que regresar a los lugares donde se reelaboran los contratos sociales. Esos espacios están en la sociedad civil, en la prensa crítica, en centros sociales, universidades, institutos, oficinas, fábricas y plazas.
Es el momento de poner en marcha mesas populares constituyentes que discutan las claves del nuevo modelo. Mesas donde quepa cualquiera que comparta la necesidad de sentar nuevas bases para la convivencia en un momento de agotamiento de la democracia representativa y del capitalismo neoliberal, agravado por la llegada al modelo de otros países –China, Brasil o Rusia– y en un momento de crisis ecológica…”
La actitud de la izquierda tras las elecciones recuerda el cuento del loco que, abierta la veda, fue al campo a disparar a los patos sin escopeta. Tras la sorpresa de ver que uno caía abatido, el demente balbuceó mientras lo sostenía en sus manos: “Pero si no tengo escopeta…”. El pato, abriendo un ojo, susurró: “Canalla, vaya susto que me has dado”. Las elecciones son la escopeta ficticia en las manos de una democracia representativa incapaz de dar respuestas. La política de izquierdas ha asumido, innecesariamente, el papel del pato. La veda la abre y cierra Goldman Sachs, y el campo donde este desencuentro tiene lugar no es otro que la incompatibilidad entre la democracia y un modelo económico que sigue gritando “no puedes opinar” y “tenemos que hacer lo que tenemos que hacer”. La pregunta, por tanto, es pertinente: ¿por qué se hace la muerta la izquierda?
El PP ha tenido un muy modesto resultado: apenas 560.000 nuevos votos y por debajo de Zapatero en 2008. Que el PP no tiene programa confesable lo piensan no sólo siete de cada diez españoles que no le han votado, sino también “los mercados”. Nunca una mayoría absoluta ha dejado tan frío a un país. Los mercados, que saben que más ajuste es más recesión, se curan en salud. La derecha económica nunca ha dejado de ser marxista.
El PSOE se ha estrellado, aunque escasea la reflexión de fondo detrás de su debacle. ¿Cuántos años llevan los militantes socialistas cambiando la discusión ideológica por la justificación de unas políticas que perdieron cualquier aroma socialista? La monarquía, la reconversión industrial, la OTAN, Maastricht, la Ley de Partidos, las reformas laborales… Perder cuatro millones de votos tiene su mérito, aunque si se piensa en los cinco millones de parados, los desahucios, los vaivenes, el desempleo juvenil, la desunión interna, la sumisión a los regaños de la Panzerdivision alemana, la reforma constitucional, la contrarreforma laboral, los préstamos a los bancos o la cesión de Rota, cabría repetir con Girondo que, conociendo a Van Gogh, lo extraño no es que se cortara una oreja sino que no se hubiera cortado también la otra. Un suelo de siete millones es sorprendente.
La enorme subida relativa en escaños de IU sólo puede producir un exceso de alegría si se acompaña de una venda en la conciencia. Apenas un 12% de los votos perdidos por el PSOE. Los 1,7 millones de votos siguen bien lejos de los más de dos millones de antaño, pese al aumento demográfico, la crisis económica, el 15-M y la perseverante renuncia del socialista PSOE a ser socialista.
El 15-M anunció una brecha generacional. ¿Pueden reinventar la izquierda los que la echaron a perder? Hay una saña de la vieja guardia de González contra Zapatero que casi lo hace simpático. También IU tiene dificultades para conectar con las nuevas generaciones. Esas que, ya no cabe duda, vivirán peor que sus padres. ¿Qué les ofrece la izquierda? ¿Resignación?
Queda sin responder por qué el islamismo es capaz de representar el descontento en el mundo árabe mientras que en Europa la izquierda es incapaz de ganar el poder político con un programa radical. Un vacío que invita a buscar respuestas más allá de los partidos. ¿Un momento para la gobernanza extraparlamentaria?
El naufragio de la izquierda afecta también a los sindicatos. La mera posibilidad de que un exsecretario de CCOO pudiera ser ministro de Trabajo con el PP demuestra la deriva de unas organizaciones necesarias para los trabajadores, pero que se han visto encadenadas a la lógica del sistema. Al igual que los partidos, han terminado cartelizadas dentro de unas rígidas normas fuera de las cuales, piensan, todo es invierno.
La pelea entre Chacón y Rubalcaba puede entretener al PSOE, aunque ¿representan en verdad algo diferente? Dos ministros del mismo Gobierno que prometió una cosa e hizo otra. Nuestra democracia está madura para enfrentar una pregunta: ¿a qué espera la izquierda del PSOE para avanzar en la creación de una nueva formación emancipadora?
La respuesta, sin embargo, no es sencilla. IU no posee atractivo suficiente. No lo ha tenido para invitar al 15-M a reinventar la política. ¿Tendrá ahora la generosidad que no tuvo para abrirse a cambios reales? ¿Aprovechará su crecimiento para tener la benevolencia que le faltó y hacer de la refundación una práctica? ¿Será la brecha del sistema dentro del sistema?
El problema, en cualquier caso, no está en que vengan recortes sociales y salariales, hipotecas salvajes, el fin de los convenios colectivos, privatizaciones o subidas de impuestos a las clases populares (todo lo que intentó el fascismo y no pudo), sino que la izquierda sigue pensando en poner tiritas a las fisuras de un dique.
Si estamos ante un cambio del contrato social en España y en Europa, hay que regresar a los lugares donde se reelaboran los contratos sociales. Esos espacios están en la sociedad civil, en la prensa crítica, en centros sociales, universidades, institutos, oficinas, fábricas y plazas.
Es el momento de poner en marcha mesas populares constituyentes que discutan las claves del nuevo modelo. Mesas donde quepa cualquiera que comparta la necesidad de sentar nuevas bases para la convivencia en un momento de agotamiento de la democracia representativa y del capitalismo neoliberal, agravado por la llegada al modelo de otros países –China, Brasil o Rusia– y en un momento de crisis ecológica.
Terminada la ensoñación con Bruselas, es momento de pensar cuál es nuestra inserción internacional tras el desmantelamiento industrial. También en nuestros déficits energéticos y ecológicos, en nuestra especial relación con Suramérica y con el Mediterráneo, en nuestras crecientes desigualdades y en la necesidad de encontrar salidas que no supongan el hundimiento de otros pueblos.
Para eso, es necesaria una ciudadanía con coraje. Si la izquierda política se contenta con permanecer en la balsa de los náufragos ¿no debiera estar la brújula en una izquierda social con mayores ambiciones?