Encontré aquella antigua máquina de escribir, arrinconada, en el almacén de la oficina. Su intenso color verde me fascinó…Me la llevé a casa.
Antes de continuar, debo confesar:
Estoy enganchada al Apalabrados, al Whatsapp y al Atrivialados.
Juego a todas horas. Juego en casa. Juego en el trabajo…
Vale. Ya lo he hecho. Confesado.
Así es como llegué al almacén… Trabajo en el departamento administrativo de una empresa de material médico. Soy una de las personas que se ocupa de la facturación. Lo hago en jornada partida de ocho horas menos…cuando me bajo al almacén para…jugar o para responder a los mensajes que me llegan.
Lo sé. Está mal.
Lo sé. Me he enganchado.
Lo sé. Esto debe acabar.
Coloqué la máquina en una mesa, al lado de una orquídea que compré de oferta en el Carrefour. (Sí, en el Carrefour: al lado de la panadería, hay una zona con cuatro plantitas.) Al principio, la máquina de escribir era un objeto de adorno. Su única función era ocupar aquel rinconcito, con ese toque verde vintage tan mono pero…ocurrió el gran apagón.
Ese día que todos recordamos, en el que la ciudad se quedó sin luz…Sin televisión. Sin red. Sin…ordenador, teléfono… Sin mi vida social ( y mi ocio) al completo…
Intenté leer a la luz de las velas. Intenté dormir. Lo intenté…
Repasé todos mis temas pendientes, conté ovejitas y dibujé mentalmente todas las sombras que dibujaba la luna por la ventana y en eso estaba, cuando un resplandor verde me llamó la atención. Era muy tenue. Nada estridente…Relajante. ¿De dónde procedía esa luz?
Me levanté de la cama y, como podéis imaginar por el color del destello, vi que lo que brillaba era la máquina de escribir. Me acerqué y me senté delante de ella. ¡Era muy bella! La acaricié con delicadeza y mi mano se deslizo por el carro. Entonces, se me ocurrió que podía escribir, sin necesidad de electricidad y…como no podía dormir…
Saqué los folios de la impresora , coloqué uno y lo fijé. Al mover la rueda, el sonido familiar me pareció música celestial.
Teclée una letra : la “A”. Apareció ante mí. Aporreé las teclas sin ton ni son : dlshdoeyfeiowhjcnñdsjñlkjsñf. ¡Aquella vieja máquina escribía perfectamente!
Así que inspiré, expiré, extendí mis dedos y empecé a escribir…
Desde ese preciso instante, no he podido parar…Tengo los dedos entumecidos, las piernas agarrotadas , la espalda ya casi rota , se me nubla la vista y… no veo la forma de dejar de escribir.
No puedo despegarme de las letras. Si me alejo, una fuerza brutal tira de mis manos y, estas, siguen escribiendo. A su libre albedrío. De vez en cuando, algo falla en el contenido y se dejan ir . Teclean : kjsghdhdflrhflerhelrifhldrjfklrjerjñrkj.
El caso es que no puedo parar. Tampoco puedo hablar. Esto es horrible.
No he ido a trabajar y los folios se amontonan a mi alrededor. Páginas y páginas…
Estoy encerrada en casa, esperando que alguien me eche de menos en el Whatsapp , en Apalabrados, en Atravialados, en Facebook o en Twitter y venga a ver qué pasa.
Me encontrarán escribiendo, sin parar, en esta vieja máquina verde y… si leen alguna de estas hojas que estoy dejando por aquí, lo que leerán es esta historia. Es posible que haya empleado otras palabras ( no me sale nunca igual) pero será la misma historia. La misma, la misma, la misma, la misma.
Lshdpuedkjfgjfññdgfdkfjoiujdeoupojhpiyf.
Necesito ayuda. Esto empeora.
Es muy urgente.
Hdfghdfyioeryofhsldfjñxsdklllioduewpiìkmdhcjksdh…