Revista Cine
Directora: Chantal Akerman
Las películas de Chantal Akerman me hacen pensar y reflexionar bastante. En su primer corto veíamos a una directora que, aunque joven y primeriza, tenía algunas cosas bastante claras, digamos una visión o una rebeldía que quería plasmar sí o sí a través de sus imágenes, imágenes que definíamos como febriles, frenéticas, esquizoides, dementes, virulentas, desenfadadas y absolutamente libres, sin embargo ya en sus trabajos inmediatamente posteriores ("La Chambre", "Hotel Monterey"), sin que hayamos profundizado en ello, de inmediato notábamos un giro radical en su puesta en escena, más bien cortante, glacial, distanciada, cruda, sin artificios, por lo general planos fijos que de tanto en tanto se "animan" con un paneo o un travelling o un dolly (si es que la cámara está encima o dentro de algo que se mueve), por lo general planos fijos en donde la acción no es mucha, en donde la acción es más bien un hierático conjunto de gestos o silencios, una puesta en escena explícita y "vacíada" que, lo decíamos ayer, desafía y reta al espectador a observar, pero a observar de verdad, acaso porque la misma directora, luego de compuesta la imagen y creada la premisa argumental, también se dedica a observar, a buscar aquella verdad o indicio de verdad que solita comienza a surgir desde las tinieblas de la imagen y los recovecos de la trama. En este caso es complicado hablar de trama, de nuevo hablamos de acciones, o gestos o estados, y, francamente, me da lo mismo buscar lecturas o sentidos, probablemente me interese más su nuevo estilo, ese giro que tomó formalmente hablando. Lo cierto es que la protagonista es la misma Chantal Akerman, que al parecer se muda a un pequeño departamento que poco a poco va vaciando, ella misma poco a poco abandonándose, sin hacer nada salvo comer azúcar de una bolsa y escribir cartas y, de vez en cuando, decir algunas voces en off. El "yo" del título podría ser el espectador o la protagonista; el "tú" del título podría ser la protagonista o el espectador; el "él" del título es un camionero que recoge a la protagonista cuando ésta decide abandonar su departamento y vagar sin rumbo aparente, un camionero que habla de su vida y de sus actividades y de la vida en la carretera; el "ella" del título es una joven mujer que recibe a la protagonista en su departamento, recibimiento frío e incluso antipático, aunque de todas formas tiene sexo con la protagonista, que la visitó sólo para tirar la noche entera (escenas de sexo que duran entre 12 y 15 minutos, y luego algunos se escandalizan con lo nuevo de Abdellatif Kechiche) y luego irse, porque aparte del deseo sexual nada tienen en común.
Gestos, silencios, acciones. Una película de personajes. Una película de acciones, o sentimientos, o críticas, o qué sé yo. Una película hermética, radical, explícita. Una película que plantea que las personas no son más que sus impulsos y deseos; una película que plantea que las personas se ven reducidas y deshumanizadas por la sociedad a meros impulsos y deseos; una película que disecciona los distintos niveles de opresión y de libertad: en soledad, con un hombre, con una mujer; una película profundamente desolada y desoladora, una película extrañamente apasionada y apasionante.
No nos calentemos mucho la cabeza, tan sólo sigamos observando...