En los últimos diez años han surgido en España un numeroso grupo de editoriales pequeñas que vienen apostando por escritores desconocidos en nuestro país y cuya literatura en castellano hasta este momento había sido inaccesible. A ellas les deseo larga vida y les quiero hacer llegar mi agradecimiento. Pese a que la mano del mercado de entretenimiento basura es alargada, no tenemos más que observar la desaparición paulatina de medios de comunicación de calidad, parece que por el momento, editoriales como Impedimenta, Acantilado, Periférica, Salto de página, Páginas de espuma, y otras tantas, resisten como jabatas la batalla.
Hoy quería descubrirles, a quienes aún no lo conozcan, a Jean de La Ville de Mirmont, un autor francés que Houellebecq menciona en la última entrevista concedida al diario El País, como uno de los grandes y desconocidos de la literatura francesa. Gracias a la publicación de su única novela Los domingos de Jean Dézert (Impedimenta, 2009) al castellano, tenemos la oportunidad de conocer algo de su genio creativo.
Son escasos los datos biográficos de Jean de la Ville. Su madre, a quien Jean adoraba, publicó en 1935 una biografía sobre su hijo: Vie de Jean de la Ville de Mirmont (2 décembre 1886-28 novembre 1914) Ses vers inédits, ses lettres à ses parents, à se samis, ses lettres de guerre, cuya localización por mi parte no ha tenido éxito. La información que circula, la que consta en obras de referencia como el Diccionario de Autores Laffont-Bompiani (1956) apenas ocupa unas treinta líneas, que probablemente resumen la información que sobre Jean de la Ville se ha podido rescatar de los artículos escritos por François Mauriac, buen amigo de La Ville y Premio Nobel de Literatura. Me parece importante reseñar que en la edición de Impedimenta se incluye precisamente un prefacio de Mauriac en el que éste nos relata su sólida relación de amistad con De La Ville.
“Un solo encuentro con Jean de La Ville en la acerca del bulevard Saint-Michel bastó para revelarnos aquella amistad que se había gestado lentamente sin que nos diéramos cuenta”. (p.8)Mauriac además nos acerca la obra y la personalidad de su compañero bordelés al que define como un joven que vivía con la obsesión de viajar y al que no le preocupaba ser un autor conocido; su desmesurada autoexigencia y su desbordante carácter romántico que tanto le hacía sufrir y amar.
“Yo creo que sufrió mucho. Aquel soñador no esquivaba la vida. Todo le suponía enriquecimiento. Sus primeros trabajos no le satisficieron mucho, y nunca quiso ser leído por muchos”.
Jean de la Ville nació en Burdeos el 2 de diciembre de 1886 en el seno de una familia burguesa y protestante. Su padre, Henri de La Ville, fue un latinista famoso, profesor en la Universidad de esa ciudad, y miembro del Consejo Municipal.
La muerte temprana de un hermano y una hermana cuando Jean apenas tenía 10 años, le creó una fuerte dependencia de su madre.
Estudió Literatura en la Universidad. A los 22 años Jean se trasladó a París donde primero trabajó como funcionario en la Prefectura del Sena, y más tarde, entre 1912 y 1914, ejerció como secretario de la Oficina de Asistencia Social. Una experiencia vital que le abrió los ojos a la miseria y enfermedad con la que convivían las personas de los suburbios, un mundo muy distinto a su cómoda vida burguesa.
En 1914, al estallar la I Guerra Mundial, de La Ville se alistó como voluntario. Así lo cuenta Mauriac: “Así que se declaró la guerra, arregló sus papeles, reunió los versos que le parecieron dignos y corrió a las oficinas de reclutamiento para entrar en el servicio de las armas (del que había sido considerado incapaz por su extrema miopía).” Jean de La Ville de Mirmont murió en el frente, en Verneuil el 28 de noviembre de 1914, a los 28 años.
Antes de partir al frente, escribiría este poema:
Le Grand Voyage*La traducción es de Lluis Mª Todó, traductor de la novela, Les Dimanches de Jean Dézert, al español.
Cette fois, mon coeur, c’est le grand voyage,
Nous ne savons pas quand reviendrons.
Serons-nous plus fiers, plus fous ou plus sages?
Qu’importe mon coeur puisque nous partons!
Avant de partir, mets dans mon bagage
Les plus beaux désirs que nous offrirons.
Ne regretted rien, car d’autres visages
Et d’autres amours nous consoleront.
Cette fois, mon Coeur, c’est le grand voyage.
El gran Viaje./Esta vez corazón mío, emprendemos el gran viaje/ No sabemos cuándo vamos a regresar./ ¿volveremos más orgullosos, más locos o más cuerdos? / ¡Qué importa, corazón mío, puesto que nos vamos!/ Antes de partir, mete en tu equipaje/ Los más bellos deseos que vamos a ofrecer./ No eches nada de menos, pues otros rostros/ Y otros amores nos consolarán./ Esta vez corazón mío, emprendemos el gran viaje.
SU OBRA
Según John Taylor, Paths to Contemporary Franch Literature. Vol I, en la obra de De La Ville se pueden distinguir dos periodos muy diferentes.
Su producción literaria del primer periodo está marcada por la nostalgia, el ensueño, el anhelo del viaje. En los cuarenta y cinco poemas recogidos en L’Horizon Chimérique (1920) , y en otros tantos publicados en distintas revistas y diarios franceses, De La Ville frecuenta el mar, el viaje y los barcos en su poética. El músico Gabriel Fauré, poco antes de morir, deslumbrado por la poética del joven bordalés, puso música a este poemario. François Mauriac habla de la influencia que ejercieron Ronsard, Du Bellay, Laforgue, Baudelaire y Rimbaud sobre De La Ville en esta primera época.
En el segundo periodo, Jean dice adiós a su adolescencia creativa, abandona el simbolismo de su primera época para abrazar un tono más realista, en este momento cuando el escritor siente una gran curiosidad por el progreso tecnológico y la vida urbana que transcurre en París. Su escritura evidencia un claro cinismo ante la realidad, cinismo que encontramos en Los domingos de Jean Dézert (por cierto que la edición, con una tirada muy corta de ejemplares, fue sufragada por el propio escritor).
A esta época también pertenecen Lettres de guerre y los Contes (relatos), ambos publicados después de su muerte, en los que De La Ville acude constantemente a ciertas temáticas que marcaron su vida, como la muerte temprana o la fatalidad del fracaso. (He leído en alguna parte que él era muy consciente de su fragilidad de carácter a la hora de afrontar la adversidad y que inclusive intentó quitarse la vida bebiendo la tinta con la que escribía). Sería por ese carácter suyo que eligió vivir como un Robinson Crusoe en la Isla de St. Louis, un lugar que en aquel tiempo era la más tranquila y desierta de todas las islas. La soledad, el fracaso y el suicidio también están presentes en su novela.
¿Fue Jean de La Ville un desertor de su propia vida? Él mismo se empeñó en alistarse pese a que ya había sido excluido de la vida militar. Me temo que a esta cuestión nadie podrá contestarnos, cómo tampoco sabremos cuál hubiera sido su destino como literario. François Mauriac en 1967 publicó un artículo sobre su amigo en Le Figaro Littéraire y se hacía esta pregunta: Aurait-il eu un destin littéraire?
(Continuará)
BIBLIOGRAFÍA
1.- Jean de La Ville de Mirmont. Oeuvre complétes. Poémes- Récits-Correspondance. Introduction et presentation de Michel Suffran. Editions Champ Vallon, 1992.
2.- Paths to Contemporary French Literature. Vol 1. Men without Qualities (Jean de La Ville de Mirmont). (Págs. 33- 38) John Taylor. Transaction Publisher, 2005.
ENLACES
Cuentos cedidos por La Bibliothèque Électronique de Lisieux en la web de IntraText. http://www.intratext.com/IXT/FRA1090/
Cuentos: Conversación con el diablo y La muerte de Sancho.Traducción a cargo de la Prof. Titular de la Universidad de Córdoba, Esperanza Cobos Castro. http://www.relatosfranceses.com/