El 9 de diciembre del pasado año nos encontramos en nuestro “whatsapp” varios mensajes breves escritos por un buen amigo. Decían, sucesivamente: “Santander”. “Abril”. “Jarre” y a continuación “¿qué pasa si unimos estas tres palabras en una misma frase?”.
Ni que decir tiene que, como viejos seguidores del músico francés, la noticia de un concierto en nuestra ciudad fue tan inesperada como bien recibida. Con el tiempo se fue matizando lo que insinuaban aquellos “whatsapps” cambiando la ubicación pero lo importante terminó por confirmarse: el décimo concierto de Jean Michel Jarre en España se iba a celebrar en Cantabria.
La ubicación final iba a ser diferente de la anunciada en un principio, lo que se explica por el acontecimiento que motivaba el espectáculo: la celebración del Año Jubilar Lebaniego en el Monasterio de Santo Toribio de Liébana. Con alguna incertidumbre por la tardanza en confirmar el lugar exacto del concierto, las noticias fueron apareciendo y con ellas la localización exacta del mismo: el aparcamiento del propio monasterio con lo que Jarre se enfrentaba a un reto bastante diferente de aquellos a los que estaba acostumbrado. El rey de los espectáculos gigantescos en entornos urbanos y tecnológicos iba a tocar en una comarca rural cuya principal población apenas supera los 1500 habitantes.
El espectáculo, titulado "The Connection Concert" iba a quedar situado entre la primera parte del “Electronica Tour” de Jarre que tuvo lugar a lo largo de 2016 y la segunda que llevará al músico a Norteamérica por primera vez desde el legendario concierto de Houston de 1986. Poco antes el artista ofrecería otro espectacular show en pleno Mar Muerto, a la sombra de la mítica meseta de Masada. Tanto en el caso del concierto de Israel como en el de Liébana, se afirmaba que Jarre estrenaría música inédita, escrita para la ocasión, cosa que todo seguidor del músico francés sabe que entra en el terreno de la propaganda más que en el de la realidad y es que cuando alguien lleva un montaje de la magnitud del suyo en una gira alrededor del mundo, los cambios en el repertorio son muy complicados.
Con todo, llegó el día del concierto y durante el mismo se puso de manifiesto algo que no estaba tan claro dadas las dificultades logísticas de la cita cántabra: la organización fue modélica en todos los sentidos. El transporte, la información, los servicios de todo tipo estuvieron a la altura del acontecimiento pese a la desproporción del mismo en relación con el lugar.
Jarre durante la presentación del espectáculo.
Centrandonos en el espectáculo en sí, como cabía esperar, el repertorio y la parte visual fue muy similar a la de la primera parte del “Electronica Tour”. Para abrir el concierto, Jarre tocó “Ethnicolor” junto con proyecciones de las ilustraciones de los “Comentarios al Apocalipsis de San Juan” del Beato de Liébana. El mismo recurso y tema musical que abrió el concierto de Masada acompañado, en esta ocasión, de proyeciones de imágenes del Mar Muerto. La versión escuchada en Santo Toribio fue algo más corta pero la inclusión de una pieza tan deseada por el seguidor de Jarre mereció la pena. A partir de ahí se produjo un extenso repaso a los tres discos más recientes del músico francés. “Electronica 1: The Time Machine” (representado con 6 cortes más una remezcla) , “Electronica 2: The Heart of Noise” (6 cortes más) y “Oxygene 3” (2 piezas). No faltaron versiones actualizadas de clásicos como “Oxygene 2” y “Oxygene 4”, “Equinoxe 4” y “Equinoxe 7” o “Souvenir of China” ni una sorpresa como “Zoolookologie” que no había sonado en ningún concierto anterior de la gira. La cantidad de música escrita por Jarre en los últimos años es tal que, al margen de los discos citados publicados recientemente, tiene aún un buen número de piezas inéditas de las que escuchamos un par de ellas en Santo Toribio: “Web Spinner” y “Herbalizer”, a buen seguro, descartes del proyecto “Electronica”.
El espectáculo fue retransmitido en directo por La 2 de RTVE, algo que no sucedía con un concierto de Jarre desde tiempo inmemorial (de hecho, no estamos seguros de que se hubiera hecho alguna vez en directo. Sí, claro está, en diferido). A ello se sumó la transmisión por “streaming” del mismo en la web de la propia cadena para todo el mundo alcanzando así una difusión global lo que nos lleva a otra lectura que abunda en lo que venimos diciendo desde la publicación en 2015 del primer volumen de “Electronica”: la resurrección de un músico como Jean Michel Jarre que ha pasado de un auténtico ostracismo, cimentado en algún disco de un nivel inaceptable y largos silencios durante la década pasada que ha sabido reinventarse a si mismo y volver al primer plano a lo grande, colaborando con auténticas figuras de la música, embarcándose en una gira que le llevará a Estados Unidos y Canadá, cosechando nominaciones a los premios Grammy e incluso participando en uno de los discos más esperados del año: “Humanz” de Gorillaz en el que Jarre participa en tres cortes, incluyendo el más comentado en estas semanas por reunir (en el disco y sobre el escenario) a Damon Albarn y Noel Gallagher, lideres de las bandas otrora rivales Blur y Oasis. En esa actuación en un local londinense destacó sobremanera (y así lo reflejó la prensa especializada) la presencia de Jean Michel Jarre en los teclados.
En unos años, los últimos, que se están caracterizando por el regreso de algunas viejas glorias, el de Jarre es, quizá, el que celebramos con más alegría por ser un músico cuya obra nos ha acompañado de un modo casi constante desde que tenemos memoria. Asistir a conciertos como el de Santo Toribio es un privilegio que no creímos poder volver a disfrutar así que bienvenido sea este resurgir que esperamos que se vea acompañado de nuevos discos de un nivel, al menos similar al de los últimos.