Revista Moda
Buscando una protagonista para el 8 de Marzo, día de la Mujer, descubrí a la ideal, Jeanne Lanvin, precursora de la moda infantil y con la que he establecido íntimos paralelismos.
Lanvin se inició en el mundo de la sombrerería a muy corta edad y en 1889 abrió su primera boutique en Rue Boissy d‘Anglas, en París.
En 1896 se casó con un aristócrata italiano con el que tuvo su única hija, Marguerite Marie Blanche. La maternidad agudizó su ingenio y empezó a diseñar vestidos para su hija con colores vivos y alegres que diferían de las pequeñas miniaturas de ropa adulta que utilizaban los niños hasta entonces. Me quedo con una frase de Louise de Vilmorin con la que describió el amor de Jeanne por su hija: “Ella cosía para deslumbrar a su hija y, haciéndolo, deslumbró al mundo”. Creando estos estilismos sofisticados, inventó la moda infantil. La ropa para niños fue la primera sección de la Casa Lanvin al que siguió el de jóvenes y señora. Se convirtió en la primera diseñadora que tuvo en cuenta los grupos de edad para lanzar sus colecciones. El amor por su hija siguió reflejándolo en su trabajo, era su forma de agradecerle el don que le dio con su nacimiento. El perfume icono de Lanvin, Arpege se lanzó para conmemorar el 30 cumpleaños de Marguerite y, cuando se casó con el duque de Polignac, le dedicó el color Rosa Polignac. Incluso, hoy en día, la colección de Lanvin para novias se llama Blanche en honor a ella.
Jeanne Lanvin es un claro ejemplo de cómo la maternidad, en contra de lo que muchos creen, puede potenciar la creatividad, el valor y las ganas de aprender y emprender. Son muchas las madres que conozco que se han reinventado profesionalmente tras nacer sus hijos y, años después, se sienten satisfechas y felices de poder hacer lo que les gusta y lo que les permite no tener que elegir entre ser madre y realizarse profesionalmente. Una sociedad que señala como excluyentes estos dos valores tiene el peligro de desaprovechar el talento femenino tan necesario para su avance y de favorecer una crisis de valores. Al fin y al cabo, las madres tienen un papel clave en la educación de los hombres y mujeres del futuro.